A Toni Serra y Dídac Lagarriga
«El poder pertenece sólo a Al-lâh».
(Corán 6: 57)
«Dijo Muhámmad, el Mensajero de Al-lâh:
“Al-lâh ha establecido las provisiones de los pobres
en las haciendas de los ricos. Si existen hambrientos y desnudos,
se debe a las transgresiones de los ricos”.»
Hay una paradójica convergencia de intereses entre los enemigos del islam y aquellos que quieren ser la autoridad en el islam en estandarizar el hecho musulmán, reducirlo a una sola lectura, a una sola doctrina, haciendo que, en última instancia, la voz y las prácticas de la umma (comunidad de creyentes) dependan de una jerarquía estatal o religiosa. Pero, como indica Abdennur Prado, «el mundo islámico se caracteriza desde sus inicios por la proliferación de corrientes y de modos de entender y vivir el islam, tanto a nivel individual como colectivo». En este sentido, El islam como anarquismo místico no es tanto una interpretación sui géneris del anarquismo como una lectura radical y revolucionaria del islam, que no carece de precedentes, basada en un profundo conocimiento de los textos. Sin ocultar las diferencias entre la religión islámica y el ateísmo radical del anarquismo, Prado nos muestra que en aspectos como el antiestatismo, la justicia social o el apoyo mutuo, los textos del profeta Muhammad o de ciertos intelectuales islámicos coinciden con la lógica libertaria. La posición de Avempace, el turco sheij Bedreddim o Ibn Jaldún, que «antepuso el ideal ético de la ayuda mutua y la cooperación entre los miembros de una comunidad a la obediencia al Estado», pone en relación algunas de las fuentes clásicas del islam con la lógica antiautoritaria y comunista o colectivista de la tradición libertaria. En este sentido, cuando el autor nos habla de misticismo o de «anarquismo místico», hace referencia a una espiritualidad libre, sin clérigos ni dogmas, que «antepone la experiencia a la creencia», que lejos de abstraerse de la realidad está arraigada a la tierra y a la vida, y que repele cualquier mediación o codificación por parte de la religión instituida. Un texto riguroso y que invita a la reflexión.
Abdennur Prado
El islam como anarquismo místico
ePub r1.0
marianico_elcorto25.09.13
Título original: El islam como anarquismo místico
Abdennur Prado, 2010
Diseño de portada: Seisdedos García y Silvio García-Aguirre López-Gay
Editor digital: marianico_elcorto
ePub base r1.0
ABDENNUR PRADO. Es una de las voces más genuinas dentro del islam en el contexto catalán y español, pero también en nuestro panorama intelectual en general. Musulmán en plena eclosión de la islamofobia posterior al 11S, ha denunciado las simplificaciones a las que está siendo sometido el hecho musulmán en occidente, a la vez que promueve un islam no institucionalizado ni clericalizado. Presidente de la Junta Islámica Catalana, director del Congreso Internacional de Feminismo Islámico, y colaborador del el ex relator especial de la ONU para la islamofobia Doudou Diène, Prado ha llevado a cabo una actividad política y militante confrontada tanto con las interpretaciones conservadoras del islam como con los discursos y las prácticas islamofóbicas.
Además de colaborar habitualmente en diversos medios de comunicación, es autor de varios libros que abarcan desde la poesía al ensayo crítico o la teología islámica. Entre sus obras están El lenguaje político del Corán, El retorn de l’islam a Catalunya, El islam anterior al islam, El islam en democracia, El islam como anarquismo místico, y participó en Rastros de Dixan. Islamofobia y construcción del enemigo en la era post-11S (2009).
Notas
Introducción
Con el Nombre de Al-lâh, el Matricial, el Matriciante
El título de este ensayo reúne tres palabras fuertes, cargadas de connotaciones. Cada una de ellas ya resulta difícil de fijar, casi diríamos que se niega a ser fijada, desea permanecer irresuelta, no codificada: islam, anarquía, mística. Tres palabras inquietantes, pues nos remiten a posibilidades no realizadas, apenas esbozadas, o que se desvanecen una vez logradas, sin que sea posible darles una continuidad artificial. Y, sin embargo, siguen viviendo en nosotros como una posibilidad latente de realización individual y colectiva, al margen de las grandes estructuras de poder que esclavizan al ser humano. Una espiritualidad al margen de la religión instituida, una vida en común al margen del Capital y del Estado. Una concepción espiritual y comunitaria basada en la relación directa, sin mediaciones, entre el ser humano, la Realidad Única y el resto de la Creación. Una comunidad abierta, sin otro presupuesto que la unidad de todas las criaturas en Al-lâh, principio creador, fuerza matriz de la existencia.
Islam
Una traducción concisa de la palabra árabe islam sería «libramiento o sometimiento a la realidad». Aunque aquí la palabra sometimiento debe entenderse como un acto de conciencia: reconocimiento de que dependemos de Al-lâh, la Realidad Única, de que somos seres contingentes y acabables, sometidos a las condiciones eternas de la vida. Hablaremos pues del islam. Pero es necesario dejar claro desde el primer momento que nos referiremos a nuestra comprensión o recepción personal del mensaje transmitido por el profeta Muhámmad, contenido en el Corán y ejemplificado en su conducta (Sunna o praxis profética). No nos referiremos a las manifestaciones históricas posteriores, ni a los califatos omeya, abbasida u otomano, y aún menos a los Estado-nación contemporáneos que se califican a sí mismos como islámicos. Estos tienen tanto que ver con el islam de Muhámmad como pueda tener el cristianismo de Jesús con respecto a los Gobiernos del emperador Constantino o del general Franco. La utilización reaccionaria de la religión ha sido una constante a lo largo de la historia. Tal y como trataremos de mostrar, los términos islam y Estado son incompatibles. La pretensión de que pueda existir algo así como un «Estado islámico» solo puede realizarse mediante la manipulación o el más completo desconocimiento del significado de uno y otro término.
En una situación normal no habría que decirlo, pero es necesario recalcarlo a causa de lo generalizado de las manipulaciones en este terreno: cuando hablamos del islam como anarquismo místico, nos referimos al mensaje del Corán y a las enseñanzas del Mensajero de Al-lâh. Una cosa es el islam practicado y vivido en la comunidad profética de Medina —en la cual no existían ni clérigos, ni alfaquíes, ni ulemas, ni tribunales, ni una ley codificada, ni policías, ni la más mínima estructura político-administrativa—, y otra cosa es la religión codificada y sus instituciones posteriores, surgidas de un proceso de elaboración sujeto a las influencias del poder y a los condicionantes de cada época. Por la misma razón, tampoco me referiré al fiqh o jurisprudencia islámica tradicional, pues no resulta apropiado reducir el islam a las construcciones jurídicas del periodo clásico, una compleja jurisprudencia que abarca todos los aspectos de la vida, elaborada en el contexto de sociedades patriarcales y absolutistas. A pesar de que esta jurisprudencia es en muchos aspectos admirable, apenas reconocemos en el islam jurídico nada del espíritu revolucionario original. Al hablar del islam como anarquismo místico lo que nos estamos proponiendo es precisamente esta recuperación, frente a una tradición cosificada en dogmas, leyes y doctrinas. Deberemos pues dejar de pensar en el islam como en una religión histórica, y pasar a entenderlo como una experiencia radical de entrega consciente al Creador de los cielos y la tierra. Ese es el sentido originario de la palabra árabe islam.