Michel Onfray - Pensar el islam
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- Libro:Pensar el islam
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- Editor:ePubLibre
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- Año:2016
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Pensar el islam: resumen, descripción y anotación
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Michel Onfray (Argentan, Francia, 1 de enero de 1959). Es un filósofo francés que ha construido su obra alrededor de los temas del hedonismo, el ateísmo y la construcción de uno mismo. Su filosofía es la de un rebelde, la de un admirador de Nietzsche. Propone una rebelión contra el conformismo y el dogmatismo que genera el conservadurismo social. Mostrando un ateísmo sin concesiones, considera que el cristianismo es indefendible.
Sus obras: Antimanual de filosofía, Tratado de ateología, Freud: el crepúsculo de un ídolo, Cosmos, Pensar el islam.
Para no concluir
El viernes 13 de noviembre, en París, el terrorismo islámico volvió a actuar, como sabemos. Estadio de Francia, Bataclan, terraza de un café. Me enteré en América del Sur cuando estaba a punto de finalizar una gira de conferencias en Chile, Brasil y la Guyana. Me encontraba en Cayena, era un horno, el ayuntamiento estaba abarrotado cuando me dieron la noticia. La compartí con la sala en tiempo real. Con cuatro horas de diferencia, eran las 9.30 hora local, o sea la 13.30 en la metrópoli. Si no hubiera sentido ninguna compasión, no habría dicho nada. Tengo 500 personas que pueden atestiguarlo, entre ellas varios periodistas. Al volver a mi hotel, leí mis mensajes. Me solicitaban varios medios, televisiones, radio, prensa escrita. Primero Le Soir en Bélgica, el Corriere en Italia, el Stern en Alemania; después, a medida que fue pasando el tiempo, en Suiza, Dinamarca, Chile, Marruecos, España, etcétera. Como también me había contactado Le Point para un número especial que debía aparecer al cabo de tres días, el lunes, le di la primicia; deseaba que desde París su redacción gestionara la difusión internacional de mi texto después de su publicación en Francia. He aquí la versión redactada el sábado 14 de noviembre a las 10 de la mañana hora guyanesa (las 14.00 en la metrópoli). No he añadido ni quitado nada:
Tras el anuncio de los atentados esta noche en París usted ha escrito en su cuenta de Twitter lo siguiente: «La derecha y la izquierda que han sembrado internacionalmente la guerra contra el islam político recogen nacionalmente la guerra del islam político». ¿No le parece que acusa usted a la víctima en vez de al culpable?
El trabajo del periodista es comentar lo que acontece, el del filósofo es poner en perspectiva lo real con las condiciones que han hecho posible lo que acaece. El jefe del Estado habla de «acto de guerra». Los republicanos y el Partido Socialista también. Todo el mundo parece reconocer por fin que se trata de actos de guerra. ¡Ya es un progreso! Hace poco aún se hablaba de actos cometidos por desequilibrados, gente con un pasado psiquiátrico, lobos solitarios. Puesto que se trata de guerra, hay que pensar en esa guerra. El periodismo televisivo está menos interesado en pensar la guerra que en mostrar el espectáculo del terror y comentarlo, contentándose con decir lo que todo el mundo ve en la pantalla. El filósofo se pregunta de dónde viene. ¿Quién la ha declarado? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Quiénes son los beligerantes? ¿Cuáles son sus razones? Por lo tanto, hay que salir del tiempo corto del periodismo, que vive de la emoción, para entrar en el tiempo largo de los filósofos, que vive de la reflexión. Lo que se produjo el viernes 13 de noviembre es sin duda alguna un acto de guerra, pero que responde a otros actos de guerra cuyo momento inicial es la decisión de destruir el Iraq de Sadam Husein por parte del clan Bush y sus aliados hace un cuarto de siglo. Francia forma parte desde el principio, salvando el honroso episodio chiraquiano, de la coalición occidental que declaró la guerra a unos países musulmanes. Iraq, Afganistán, Mali, Libia… Estos países no nos amenazaban en absoluto antes de que nosotros les negáramos su soberanía y la posibilidad de instaurar en su casa el régimen de su elección. Francia no tiene la vocación de ser el gendarme del mundo y de intervenir según su capricho en tal o cual país para prohibir allí las decisiones que se tomen.
¿Atribuir la responsabilidad al Estado francés, que está militarmente comprometido en Siria, no es una manera de disculpar a los terroristas?
No. Es preguntarse qué significa hacerle la guerra a un pueblo que es el de la comunidad musulmana del planeta, la umma. ¿Acaso Francia es tan ingenua como para imaginarse que puede declarar la guerra a países musulmanes sin que estos respondan? El primer agresor es occidental, y le remito a la historia, no a la emoción. Incluso es identificable: se trata de George Bush, que se inventa unas hipotéticas armas de destrucción masiva para atacar Iraq en 1990, un ataque al cual Bin Laden responde con el Once de septiembre. Le recuerdo que antes de esa fecha el mismo Bin Laden colaboraba con los servicios secretos estadounidenses contra los soviéticos que habían invadido Afganistán. La situación en la que nos encontramos procede pues de una larga cadena causal que el filósofo debe describir. El acto terrorista en cuanto tal es el último eslabón de esa cadena.
¿De veras considera usted a los terroristas como militantes del islam político?
¿Como qué, si no? ¿Como poderosos lobos solitarios, como inevitables desequilibrados, como insoslayables enfermos con un pasado psiquiátrico que gritan todos eslóganes del islam radical en el momento de cometer sus fechorías pero que nada tienen que ver con el islam? Todos están fichados como miembros del movimiento islámico radical, ¿y eso no es islam político? Negarlo supondría una ceguera culpable, peligrosamente culpable. Se trata efectivamente de la franja radical y política del islam salafista. Empecemos por llamar a los protagonistas por su nombre.
¿Su radicalización obedece a una elección racional?
Naturalmente. Es una guerra que libra el islam político con tanta inteligencia como Occidente libra la suya, pero con menos armas o con unas armas distintas de las nuestras: cuchillos en vez de portaaviones, kaláshnikovs de 500 euros en lugar de aviones furtivos que cuestan millones de dólares. Tienen sus teólogos, sus ideólogos, sus estrategas, sus tácticos, sus informáticos, sus banqueros y sus intendentes militares. También tienen sus soldados, aguerridos y determinados, invisibles pero presentes en todo el planeta. Varios miles, según dicen, en Francia. Tienen planes. Disponen asimismo de una visión de la historia, cosa que nosotros somos incapaces de tener, ensimismados en nuestro materialismo trivial que obedece a las artimañas electorales, a las mafias del dinero, al cinismo económico y a la tiranía del instante mediático. El califato ha expuesto claramente sus intenciones. Pero nuestra negación es culpable. Negarles el derecho a decir que son un Estado islámico mediante la exhortación políticamente correcta de decir que se trata de Daesh (que es el acrónimo de Estado Islámico en árabe), convertirlos en bárbaros (cuando hacen con sierras mecánicas y martillos neumáticos lo que Occidente hace con aviones furtivos) —le recuerdo que una parte de los sitios arqueológicos mesopotámicos han sido destruidos por los bombardeos estadounidenses sin despertar ninguna emoción internacional—, calificarlos de terroristas (cuando evidentemente matan a víctimas inocentes con kaláshnikovs o con cuchillos, pero Occidente hace lo mismo a mayor escala con bombas lanzadas desde gran altitud sobre pueblos enteros, unas bombas que matan a mujeres y niños, ancianos y hombres que no tienen más culpa que la de vivir en el país asociado al «eje del mal»)…, todo eso hace que subestimemos absolutamente su verdadera naturaleza, que no hay que desdeñar. Sobre todo si queremos que algún día haya una solución diplomática, que es lo que yo deseo.
Incluso sin una intervención en Siria, ¿no cree usted que Daesh habría atacado Francia de todos modos?
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