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Ricardo Pallejá - Dioses de Raxiris

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Ricardo Pallejá Dioses de Raxiris

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DIOSES DE RAXIRIS

(CRONICAS DE RAXIRIS 1)

(Ricardo Pallejá Herrera)

Copyright © 2015 Ricardo Pallejá Herrera

All rights reserved.

ISBN:

ISBN-13:


A Mari, mi amor.


ORIGENES

Nadie hubiera dado un céntimo por la humanidad en la Tierra de finales del siglo XXI. 11.000 millones de bocas, la mayoría hambrientas y desesperadas, devoraban algo más que la destrozada ecología de un planeta agotado. La atmosfera contenía tal cantidad de contaminación que provocaba destrucciones masivas en la moribunda vegetación y en la cada vez más escasa fauna salvaje. Los escasos recursos existentes se los disputaban los diferentes países mediante guerras constantes, mientras las religiones fundamentalistas añadían su punto de odio a las relaciones entre los pueblos.

Los humanos parían hijos sin control, esquilmaban egoístamente los medios naturales y continuaban con las políticas de cerrazón mental nacionalista. Las hambrunas se sumaban a las tremendas cifras de paro y miseria como caldo de cultivo de una violencia latente periódicamente explotada.

Con tan graves problemas y una inestabilidad internacional tan peligrosa, poco interesaban temas banales. Que algunos ciudadanos alucinados afirmasen, no solo haber visto ovnis, si no que muchos habrían sido secuestrados para que los extraterrestres experimentasen con sus cuerpos y mentes… En fin, nada a tomar en serio dada la situación global.

Solo chalados, colgados ociosos y alguna histérica, sin ninguna prueba real de sus abducciones… Solo que en menos de un año esas pruebas llegaron en masa y de forma simultánea. En realidad fue la misma prueba repetida por varios cientos de personas en todo el mundo. Idéntica historia, idéntico conocimiento.

Los abducidos, secuestrados de forma misteriosa durante el sueño por alienígenas de gran parecido físico, regresaban con un conocimiento detallado sobre algo único: El motor hiperespacial y un pequeño meteorito de composición desconocida entre las manos.

Al principio nadie los tomó en serio. Después empezaron los intercambios de información que coincidían en unos datos demasiado precisos. Todos ellos guardaban sus meteoritos, cogían hojas de papel o programas de dibujo y plasmaban planos y diagramas. Especificaciones técnicas, formulas químicas, aleaciones y ecuaciones matemáticas. Empezaron a comunicarse entre ellos a través de Internet para intercambiar sus vivencias y conocimientos. Se pusieron en contacto con científicos e ingenieros para valorar sus diseños.

¡El motor hiperespacial para superar la velocidad de la luz no era una fantasía!

A su pesar, los gobiernos internacionales les prestaron atención. Primero como simple recolecta de conocimiento del cual sacar un hipotético partido. Después los grupos de científicos oficiales les dieron la razón. Aquello podía funcionar y el país que no lo desarrollase quedaría irremediablemente descolgado de la carrera espacial. Las piedras de “Dilityum” –como se bautizó a los meteoritos- resulto ser el combustible necesario para llegar a una forma de reacción materia-antimateria extremadamente poderosa.

A principios del siglo XXII la carrera espacial no era algo de mero prestigio nacional. Significaba la supervivencia de un planeta que sencillamente había alcanzado su límite.

Los gobiernos con suficientes recursos fueron prácticos. Ya que parecía imposible descubrir a los extraterrestres benefactores –cuyo rastro resultó infructuoso de seguir, aparte de no volver a saberse nada de ellos- solo quedaba aprovecharse lo más posible del descubrimiento. Como antaño lo fue la máquina de vapor, el motor de combustión interna y la energía nuclear. Ahora la humanidad pudo construir cascos de naves a los que acoplar los primeros motores capaces de trasportarlos a otras estrellas. Los miles de exoplanetas descubiertos desde el siglo XX, representaban tentadoras metas al alcance de la mano. Mundos vírgenes dispuestos a acoger masas ingentes de colonos desesperados. La Tierra podía por fin librarse de su exceso de población antes de que esta la ahogase por completo.

Y así fue. Al igual que el continente americano resulto invadido por colonos europeos ansiosos de una vida mejor, ocurrió lo mismo con estos nuevos mundos. Inexorablemente cualquier población indígena fue barrida por colonos ansiosos, gobernantes sin escrúpulos e interés mercantiles. Las religiones fundamentalistas no perdieron la oportunidad de expandir los límites de su Fe. Sus misioneros impusieron su doctrina como en los viejos tiempos: A sangre y fuego.

Durante las primeras décadas la expansión humana fue vertiginosa, absolutamente demencial. Los gobiernos de la Tierra la fomentaban entre sus hambrientas poblaciones con el fin de librarse de masas ingentes de descontentos. De la misma manera estos inmigrantes fundaban colonias capaces de suministrar valiosos recursos con los que impulsar nuevas expansiones.

La historia humana siempre se repite. Llegado el momento, las colonias se sentían más a gusto con su identidad forjada en la lucha por un mundo nuevo que con el lejano dominio de una Tierra casi olvidada.

Las tensiones rompieron los lazos con el planeta madre y, como siempre a base de guerras, las colonias se convirtieron en mundos independientes.

Los jóvenes mundos buscaron a su vez colonias capaces de alimentar sus industrias, flotas de guerra y ambiciones particulares. Como replicas reflejadas de su propia historia con la Tierra, fueron expandiéndose como ramificaciones por buena parte de la galaxia. Nada ni nadie podía frenar la descontrolada expansión humana. Surgieron nuevos imperios con los mismos métodos de la antigüedad. Solo cambiaron la Gladius por el láser.

Los mundos más poderosos inevitablemente entraban en conflicto con sus vecinos cercanos. A pesar de la inmensidad del espacio ciertos recursos vitales –como el Dilityum- seguían siendo escasos. Al igual que antaño lo fue el petróleo como fuente de energía y excusa para guerras de conquista. La carestía de este recurso imprescindible llegó a hacerse acuciante. Su precio se disparó de tal forma que se convirtió en lo más valioso del universo.

Dos poderosos mundos arrastraron a otros más débiles a un brutal conflicto armado cuando la situación se hizo insostenible. El más fuerte de ellos iba ganando una guerra, que duraba ya varios años, cuando el débil descubrió por casualidad nuevos mundos ricos en Dilityum. Los yacimientos eran fabulosos y podrían proporcionarle una posibilidad de resistencia frente a la flota enemiga.

El problema era que esos mundos estaban habitados por una especie inteligente, tecnológicamente desarrollada y sorprendentemente parecida a la humana. Una especie mayoritariamente femenina que se hacían llamar raxirianas. Provenían de un lejano planeta aun no ubicado en la cartografía estelar.

Eran seres peculiares. A pesar de su desarrollo tecnológico y evidente superioridad intelectual, carecían de armas y eran pacifistas hasta la medula. Exhibían una inocencia increíble ante hechos como la guerra y la violencia. No usaban dinero ni creían en dioses. Nada con lo que comerciar, sobornar o corromper. El Dilityum era vital y no se disponía de tiempo, debido a la guerra, de obtenerlo de forma pacífica. Sencillamente se les “expropiaron” sus mundos, siendo trasladadas a la fuerza. Eufemismo para algunas matanzas indiscriminadas y la aplicación del terror. Muchos humanos no pudieron evitar sentirse culpables por aquello. Su conciencia les decía que estaban masacrando a una raza inocente, tan ingenuas que prácticamente ni se defendían.

La guerra se enquistó. Los nuevos recursos para alimentar la flota de combate, mantuvieron en jaque al bando fuerte. No varió el resultado final, pero la resistencia se prolongó tanto que agotó al vencedor. El exhausto ganador fue a su vez acosado por sus propias semillas de independencia y por pequeños mundos aspirantes al poder. De haber dispuesto de unos años de respiro no les hubiera sido difícil conquistar a la nueva raza y su mundo principal: Raxiris.

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