E
l hombre es el gran hacedor de dioses. Transforma el barro y la piedra para
crearlos a su imagen y semejanza; les da vida plasmada de esta manera en los múltiples rostros de los dioses antiguos. Así como el hombre transfiere su poder creador a los dioses, paradójicamente son los dioses quienes dan vida al hombre. Hoy estamos ante la presencia de los dioses ancestrales. Para ello hemos tomado como referencia principal a las divinidades del Centro de México, con proyección hacia otras regiones de Mesoamérica. Aquí podemos ver la concepción que del universo tenían los pueblos antiguos; conoceremos de los rituales que unían al hombre con las deidades y nos transportaremos al tiempo de los dioses, tiempo que se convertía en la dualidad que nos lleva a estar frente al rostro de la vida...y de la muerte.
Iniciemos, pues, nuestro recorrido.
SALAS
PRESENTACIÓN
La muestra Dioses del México antiguo , que reúne alrededor de 200 piezas, entre esculturas, vasijas, relieves, lápidas, máscaras y utensilios diversos de origen prehispánico, constituye un acervo ilustrativo de la recreación plástica que se hizo de los dioses en el mundo mesoamericano. La historia de los pueblos prehispánicos revela una riqueza inagotable de expresiones artísticas que fueron permeadas por un profundo espíritu religioso. Tanto el grado de complejidad de las estructuras sociales como las relaciones entre diversas culturas se han llegado a conocer a través de los vestigios del culto a las deidades, que conforman el panteón de las civilizaciones mesoamericanas Tal es el caso de los dioses Huehuetéotl, Tláloc, o Quetzalcóatl cuya presencia, bajo diversas formas, es una constante en diferentes regiones.
El propósito de una exposición como ésta, única en su género tanto por el tema al que se dedica como por la calidad de la obra que reúne, es despertar el interés del público en la cosmovisión de los pueblos prehispánicos de Mesoamérica. En torno a la muestra se ha llevado a cabo una amplia investigación en la que han participado expertos historiadores como Miguel León-Portilla y Alfredo López Austin, y arqueólogos de la talla de Felipe Solís y Eduardo Matos Moctezuma, rsponsable, este último, de la curaduría de la muestra. La presentación de Dioses del México antiguo es el resultado de la abierta colaboración de diversos museos, algunos particulares, otros dependientes del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y se suma a la serie de exposiciones que el Antiguo Colegio de San Idelfonso ha venido presentando, desde 1992, se revitalizara y asumiera una nueva vocación como espacio museográfico.
Con esta muestra prosigue la labor conjunta de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Departamento del Distrito Federal de presentar en los espacios del Antiguo Colegio de San Idelfonso, junto con exposiciones que recogen los más deslumbrantes testimonios de otras culturas del mundo, las más representativas manifestaciones artísticas que nos vinculan con nuestros orígenes.
JOSÉ SARUKHÁN KERMES
Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México
RAFAL TOVAR Y DE TERESA Presidente del
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
OSCAR ESPINOSA VILLARREAL Jefe del Departamento del Distrito Federal
EL HACEDOR DE DIOSES...
El hombre tiene el poder de crear a los dioses. Los hace con sus virtudes y defectos, con su bondad y maldad, con su vida y su muerte. El hombre prehispánico vivía y moría de acuerdo a la voluntad de los dioses y éstos regían todos los ámbitos del universo, desde la creación de otros dioses, hasta los diversos niveles de la estructura universal -tierra, cielo e inframundo; a la vez que eran los señores del tiempo. Crearon el calendario, el fuego, el sol y la luna y en portento maravilloso lograron darle presencia al hombre, centro de la atención de los dioses que de esta manera retribuyen al hombre mismo el acto creador que éste ha realizado, al darles vida y declinar en ellos los actos de creación que a tr avés del mito cobran fuerza y realidad.
En la Historia de los mexicanos por sus pinturas podemos leer cómo correspondió a los dioses realizar los actos de creación antes dichos. Dice así el relato:
"Pasados seiscientos años del nacimiento de los cuatro dioses hermanos, y hijos de Tonacatecli (Tonacatecuhtli), se juntaron todos cuatro y dijeron que era bien que ordenasen lo que habían de hacer, y la ley que habían de tener, y todos cometieron a Quetzalcóatl y a Uchilobi (Huitzilopochtli), que ellos dos lo ordenasen; y estos dos, por comisión y parecer de los otros, hicieron luego el fuego. Hicieron medio sol, el cual por no ser entero no relumbraba mucho sino poco. Luego hicieron a un hombre y a una mujer: al hombre le llamaron Uxumuco, y a ella Cipastonal; y mandáronles que labrasen la tierra, y que ella hilase y tejiese, que de ellos nacerían los macehuales, y que no holgasen sino que siempre trabajasen; a ella le dieron los dioses ciertos granos de maíz, para que con ellos curase y usase de adivinanzas y hechicerías, y así lo usan hoy día; las mujeres. Luego hicieron los días y los partieron en meses, dando a cada mes veinte días y así tenía diez y ocho, y tres cientos y sesenta días en el año; como se dirá adelante. Hicieron luego a Mitlitlatteclet (Mictlantecuhtli) y a Michitecaciglat (Mictecacíhuatl), marido y mujer; estos eran dioses del infierno. Los pusieron en él; y lueg o criaron los cielos, allende del treceno, e hicieron el agua, y en ella criaron a un peje grande que se dice cipoahcuacli (Cipactli), que es como caimán; de éste peje hicieron la tierra..."(Historia..., 1886.)
Del relato anterior podemos destacar varias cosas. En primer lugar, la presencia de la dualidad como elemento fundamental para crear a otros dioses. Esto está presente en la mención de Tonacatecuhtli , señor de nuestro sustento, que encierra en sí la pareja primigenia creadora que por otro nombre tienen los de Ometecuhtli y Omecíhuatl, el señor y la señora Dos. Habitan en el treceavo cielo (el Omeyocan o lugar Dos) como principio dual también sintetizado en Ometéotl. Dos serán los dioses que asuman la misión de los actos de creación: Quetzalcóatl y Huitzilopochtli y dos serán también -hombre y mujer- a quienes se les asignen las labores cotidianas. A ello hay que agregar que, al momento de crear l os diversos niveles de su concepción universal, la pareja creadora ubica a dos dioses en el inframundo como equilibrio, con Ometéotl.Y aún hay quien duda que el principio esencial del mundo prehispánico fue la dualidad... !
¿De dónde partía el principio dual? Manifestada a través de la poesía y de los mitos, la dualidad estaba presente en la naturaleza. La necesidad del agua para que nacieran las plantas llevó a los pueblos mesoamericanos a la observación constante de los ciclos de lluvia y de secas; conforme a ello elaboró un calendario en donde los dioses tenían relación con ambos aspectos. La misma estructura del universo se concebía con tres niveles (y a hemos visto en el relato cómo fueron creados) y cuatro rumbos regidos cada uno por un dios, un glifo, un color y un árbol. Pero esa estructura a su vez se formaba de contrapartes: el norte era el lugar del frío y de la muerte, de lo seco; en tanto que el sur lo era de lo húmedo y de la fertilidad. Otro tanto ocurría con el Este y el Oeste. Al primero correspondían el color rojo y el glifo caña; era el lugar por donde salía el Sol después de haber alumbrado el mundo de los muertos acompañado de los guerreros muertos en combate y sacrificio, a los que se les destinaba ir con el Sol desde el amanecer hasta el mediodía. Por lo tanto, era el rumbo masculino del universo; a diferencia del Oeste que se relacionaba con lo femenino, pues las mujeres muertas en parto se convertían en Cihuateteo , mujeres diosas; a las que se les deparaba acompañar al Sol desde el mediodía hasta el atardecer, de ahí que a este rumbo se le conozca como Cihuatlampa o rumbo de las mujeres. Así pues, este mundo de dualidades quedó plasmado de manera significativa en la concepción del universo, en los dioses mismos y en el quehacer cotidiano del hombre mesoamericano.