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Juan Carlos Sánchez Clemares - Crónicas de un Conquistador; Un nuevo Mundo

Aquí puedes leer online Juan Carlos Sánchez Clemares - Crónicas de un Conquistador; Un nuevo Mundo texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2011, Editor: Medea Ediciones, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Juan Carlos Sánchez Clemares Crónicas de un Conquistador; Un nuevo Mundo

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CRÓNICAS
DE UN
CONQUISTADOR
Parte I: Un Nuevo Mundo
Juan Carlos Sánchez Clemares

Título: Crónicas de un Conquistador
Segunda Edición: Enero 2010

©2008 Juan Carlos Sánchez Clemares

Ilustración de portada: Lienzo Digital Estudio de Publicidad, S.L. (www.lienzodigital.es) Diseño de la Colección: David Baños Expósito Maquetación: Susana Robles, Natalia Salvador, y Miguel Castillo

Derechos exclusivos de la edición
© Group Zweite S.L.
Pintor Velázquez , 12 posterior
28932 Móstoles-Madrid
www.medeaediciones.com

Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de la editorial, y titulares del copyright.

Agradecimientos

A Carlos Milán Gil, por su ayuda. A María Eugenia Soto Avendaño, mi particular princesa chilena y por su fe en mi persona. A “Fran” Lara, compañero de armas. A mi madre, infatigable.

CRÓNICAS
DE UN
CONQUISTADOR

UN PREÁMBULO POR EL PROPIO AUTOR, PARA ACLARAR CIERTAS IDEAS E INTRODUCIR AL LECTOR EN LA OBRA.

E
ste es un libro de aventuras que esta basado en hechos reales, pero donde se impone la aventura y lo épico. Deseaba dejar constancia de ello porque, para empezar, el propio protagonista, el capitán Diego de la Vega, es producto de la fantasía y ello me ha obligado a cambiar numerosos datos, situaciones e incluso alterar a veces el orden de los acontecimientos de las verdaderas crónicas para adaptarlas a los avatares de la narración y conseguir una mayor fluidez en la historia. No quiere decir que la obra no se ajuste al máximo a los acontecimientos históricos, pero si hubiera querido crear un texto sobre la historia de la Conquista hubiera trabajado en un ensayo, no en una novela de aventuras ambientada en una determinada época. Dicho esto, espero que se me perdonen los fallos que pueda tener.
Quiero hacer plasmar a través de la obra mi admiración por los dos pueblos, los dos imperios, que con tanta fuerza se enfrentaron: los mexicas y los españoles. El imperio mexica —en su cenit a la llegada de Hernán Cortés— no estaba formado por primitivos o bárbaros. Si bien es cierto que en algunos aspectos estaban muy atrasados, en otros superaban con mucho a cualquier cultura europea. Pero ese atraso —no usaban la rueda, no conocían la pólvora o el hierro, ni la tracción animal…— se debía simplemente a que las culturas mesoamericanas se hallaban en una burbuja aisladas del resto del planeta con los mayores océanos como muros. Los mexicas no tuvieron la ventaja de aprovechar el intercambio cultural con otras sociedades diferentes, como por ejemplo hicieron los españoles, que se beneficiaron de las ideas y avances tecnológicos de otros países. La pólvora, los cañones, las espadas, el caballo, las carabelas, los carros, la brújula… todo ello vino de la lógica y natural evolución y del intercambio tecnológico entre civilizaciones, a veces mediante el comercio y otras por la guerra.
Ese aislamiento cultural y social es lo que hizo de las culturas mesoamericanas un mundo nuevo, diferente e increíble a los ojos de los europeos. Tan diferente, de hecho, que no se pudieron entender. Pero los mexicas, a pesar de carecer de cañones o de ruedas, lograron crear una civilización moderna, cosmopolita y con un arrollador futuro que fue truncado por la Conquista. Su lengua, el náhuatl, era fluida, compleja y hermosa, capaz de expresar sentimientos e ideas. Una escritura iba naciendo, y las artes florecían en México-Tenochtitlan hasta alcanzar unos niveles de maestría increíbles. Los trazados de las ciudades eran impecables y Tenochtitlan, de todas las urbes del valle de México, era la más grande y poderosa. Sus calles, bien delineadas, eran limpias, ordenadas, con canales para el agua y sus habitantes eran disciplinados, severos, sanos y vitales. Sus conocimientos de matemáticas, astronomía o poesía eran muy superiores a cualquier otro país de Europa, y en higiene destacaban por encima de casi todo el mundo. Tenochtitlan poseía más habitantes que Nápoles o Sevilla, y era la joya de un imperio que se extendía desde ardientes desiertos hasta frondosas selvas. Los mexicas eran un pueblo valiente, luchador y muy evolucionado, pero también eran muy belicosos e incapaces de adaptarse a situaciones nuevas e imprevistas.
El mexica no conocía la piedad o la compasión, excepto a nivel familiar o entre amigos, y eran feroces luchadores que no dudaban en masacrar poblaciones enteras para dar ejemplo y escarmiento a sus enemigos. No obstante, a las ciudades conquistadas las solían dejar mucha libertad para regirse por si mismas y su dominio se basaba en hacerse pagar por los vencidos enormes tributos anuales que consistían principalmente en telas, plumas, cacao, aves, goma, frijoles, perfumes, armaduras de algodón y esclavos para sacrificar. La necesidad de prisioneros era tan acuciante, se necesitaban cientos de víctimas cada mes para inmolar en los templos y decenas de miles al año, que les llevó a inventar las guerras floridas, un concepto tan increíble de la guerra que les trajo directamente la perdición.
Para entender, que no justificar —ni juzgar—, los miles y miles de sacrificios que realizaban los mexicas, hay que adentrarse en su oscura y pesimista religión y su manera de ver el mundo. Para la mente del mexica los sacrificios eran necesarios y benevolentes, pues con ellos se salvaba el Mundo, lo quisieran entender o no los demás habitantes. Todo era regido por la religión en la existencia del mexica: los sacrificios, el juego, el comercio, las bodas, las cosechas, los nacimientos, el canibalismo, la guerra, el amor… Todo estaba tan controlado y jerarquizado, que la estructura social mexica era una rígida pirámide inamovible ajena a los cambios. Y esa falta de agilidad frente a los avatares del destino fue, entre otras cosas, lo que les condenó. El mexica todo lo hacía por los dioses y el bien del imperio, pero nunca para si mismo. El español también, sí, pero de igual manera —o quizás más— le impulsaba el afán de gloria y riqueza personal.
Es injusto decir que los mexicas perdieron la guerra por culpa de los caballos o cañones. El guerrero mexica sólo se impresionó ante el primer disparo o galopada, pero el resto de la guerra luchó con un coraje propio de dioses y fue valiente hasta el final. No fueron las epidemias, las matanzas o la hambruna los que les hicieron hincar la rodilla, fue el abandono de sus dioses y su propia incapacidad de comprender que lo que no cambia y se adapta perece. En cierto modo, y sin desmerecer la hazaña española, se puede decir que el mexica fue derrotado por si mismo.
Como un puñado de barbudos, harapientos y avariciosos soldados pudo conquistar un continente y medio en menos de medio siglo es algo que todavía hoy apenas puede ser asimilado. Los españoles se ganaron con todo honor el apodo de conquistadores y sólo les detuvo las enmarañadas selvas del Amazonas, y tan sólo porque no había nada de valor que les interesara. Tras finalizar la odisea de ocho siglos de la Reconquista, el español, pobre, analfabeto, hambriento por culpa de las interminables guerras y deslumbrado por los libros de hazañas caballerescas, se dejó arrastrar por un impulso casi suicida y se desparramó con fuerza por el mundo para crear lo que sería el primer Imperio Universal donde nunca se ponía el Sol. En sus mochilas no sólo había ambición o pólvora, sino también las ansias sinceras de propagar la fe de su Dios único y verdadero.
Siendo dos culturas tan diferentes, algunas cosas sí tenían en común mexicas y españoles. Eran valientes, sacrificados, creían en el poder de su cultura y su religión y la fidelidad a sus gobernantes era legendaria, pero los españoles asimilaban sin cesar todo lo que se encontraban a su paso. Sin ningún tipo de rubor o escrúpulo, tomaban palabras que enriquecieron su lengua, costumbres que les parecieron interesantes, mujeres para crear una nueva generación e incluso armas y tácticas del enemigo. Adaptaron la armadura de algodón, mucho mejor en un clima caluroso y húmedo que el peto de acero, tradujeron el Nuevo Testamento a las lenguas indígenas para propagar mejor el Evangelio y se casaron con sus princesas indias para perpetuar el linaje y asegurarse el poder. La adaptación del español al entorno del llamado Nuevo Mundo fue asombrosa, y eso les hizo muy superiores a los mexicas, incapaces de enfrentarse a las nuevas situaciones.

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