I ntroducción
Hasta hoy, las teorías sobre el cine, en conjunto, han eludido prácticamente la cuestión del sonido: unas veces dejándola de lado y otras tratándola como un terreno exclusivo y menor. Aunque algunos investigadores hayan propuesto aquí y allá enfoques muy valiosos sobre la cuestión, sus aportaciones (y las mías, en las tres obras que ya he publicado sobre el tema) no han ejercido aún suficiente influencia como para imponer una reconsideración del conjunto del cine, en función del lugar que en él ocupa el sonido desde hace sesenta años.
Sin embargo, las películas, la televisión y los medios audiovisuales en general no se dirigen sólo a la vista. En su espectador —su «audio-espectador»— suscitan una actitud perceptiva específica que, en esta obra, proponemos llamar la audiovisión .
Una actividad que, curiosamente, nunca se ha considerado en su novedad: sigue diciéndose «ver» una película o una emisión, ignorando la modificación introducida por la banda sonora. O bien se considera suficiente un esquema aditivo. Asistir a un espectáculo audiovisual vendría a ser en definitiva ver las imágenes más oír los sonidos, permaneciendo dócilmente cada percepción en su lugar.
El objeto de este libro es mostrar cómo, en realidad, en la combinación audiovisual, una percepción influye en la otra y la transforma: no se «ve» lo mismo cuando se oye; No sé «oye» lo mismo cuando se ve.
El problema, pues, no nace de una supuesta redundancia entre los dos campos, ni de una relación de fuerzas entre ellos (la famosa pregunta, planteada en los años 70: «¿Qué es más importante, el sonido o la imagen?»)
Esta obra es a la vez teórica y práctica, puesto que, habiendo descrito y formulado la relación audiovisual como contrato (es decir, como lo contrario de una relación natural que remitiese a una armonía preexistente de las percepciones entre sí), esboza un método de observación y de análisis, susceptible de aplicarse a las películas, a las emisiones de televisión, a los vídeos, etc., y nacido de nuestras numerosas experiencias pedagógicas.
Dada la novedad de la perspectiva aquí propuesta, se me perdonará que no sea ni definitivo, ni exhaustivo.
En relación con los tres libros ya publicados sobre el tema en las ediciones de Cahiers du Cinéma ( La Voix au cinéma, Le Son au cinéma, La Toile trouée ), el lector encontrará aquí nociones ya abordadas, pero también una conceptualización más amplia, una presentación más sistemática y muchos avances inéditos.
Los capítulos que constituyen la primera parte, «El contrato audiovisual», recapitulan una serie de respuestas posibles; los siguientes, «Más allá de los sonidos y de las imágenes», intentan formular las preguntas y superar las barreras establecidas y las visiones demasiado compartimentadas.
El cine es el principal afectado, pero los casos particulares de la televisión, del vídeo y del clip se consideran en un capítulo aparte.
Siendo la percepción sonora la peor conocida y la menos ejercitada, se plantean al principio del volumen ciertas bases de aculogía, es decir, de teoría de la escucha y del sonido. Para más detalles sobre estas cuestiones, remitimos a nuestra Cuide des objets sonores (INA/Buchet-Chastel).
Esta investigación debe mucho a reuniones e intercambios con estudiantes del IDHEC, del IDA, del DERCA V, del INSAS de Bruselas, del Centre Parisien d’Études Critiques de París, de la École des Arts de Lausana, de la asociación Gen Lock de Ginebra, de la ACT de Toulouse y de la Universidad de Iowa City. Nuestro agradecimiento a los animadores y responsables de estos diferentes centros, así como, por sus fructíferos comentarios, a Christiane Sacco-Zagaroli, Rick Altman, Patrice Rollet y, por supuesto, a Michel Marie, a quien este libro debe su existencia.
M. C.
P royecciones del sonido sobre la imagen
I. L a ilusión audiovisual
La sala queda a oscuras, empieza la película. En la pantalla se suceden imágenes brutales, enigmáticas: una proyección de cine, la película en primer plano. Escenas traumatizadoras de animales sacrificados. Una mano clavada. Luego: un depósito de cadáveres, en el que se desliza el tiempo cotidiano; en este depósito, un niño que parece al principio un cuerpo como los demás, y que en realidad se agita, vive, lee un libro, acerca su mano a la superficie de la pantalla, y bajo esa mano parece modelar el rostro de una mujer muy hermosa.
He aquí lo que hemos visto. He aquí la secuencia-prólogo de Persona de Bergman, que ha sido analizada, en distintos libros y clases, por un Rayrnond Bellour, un David Bordwell o una Marylin Johns Blackwell. Y la película podría seguir desarrollándose así.
¡Alto!
Rebobinamos la película de Bergman hasta el principio y ahora, sencillamente, cortamos el sonido , para intentar ver la película olvidando lo que hemos visto antes. Lo que «vemos» ahora es otra cosa.
En primer lugar, el plano de la mano clavada: en el silencio, se nos revela que se trataba de tres planos distintos, cuando no habíamos visto sino uno, porque estaban encadenados mediante el sonido, y sobre todo, privada de sonido, la mano clavada es algo abstracto.
Sonorizada, es aterradora, real. Las imágenes del depósito, sin el sonido que las enlazaba (un goteo de agua), descubrimos en ellas una serie de fotografías fijas, fragmentos de cuerpos humanos aislados los unos de los otros, desprovistos de espacio y de tiempo, y la mano derecha del muchacho, sin la nota vibrante que acompaña y estructura su exploración, ya no da forma al rostro, evoluciona simplemente al azar, sin finalidad. Toda la secuencia ha perdido su ritmo y su unidad. ¿Es acaso Bergman un realizador sobrevalorado? ¿Era el sonido la máscara de una imagen vacía?
Observemos por otra parte una conocida secuencia de Tati, en Las vacaciones de Monsieur Hulot : en una pequeña playa, se desarrollan unos sutiles gags que nos hacen reír.
¡Y los veraneantes resultan tan graciosos con su aspecto cohibido, aburridos, inquietos!
Aquí lo que eliminamos son las imágenes y… ¡sorpresa! Como el reverso de la imagen aparece otra película, que «vemos» ahora sólo con nuestro oído: gritos de niños que se divierten y que juegan, voces que resuenan en un espacio abierto, todo un universo de juego y de animación. ¡Todo esto estaba allí, en el sonido, y sin embargo no estaba allí!
Devolvamos ahora a Bergman sus sonidos y a Tati su imagen, y todo recupera su lugar. La mano clavada hiere la vista, el niño modela sus rostros, los veraneantes tienen un aspecto cómico y unos ruidos que no oíamos demasiado, cuando sólo existía el sonido, surgen de la imagen como bocadillos de tiras dibujadas.
Sólo que, ahora, hemos leído y oído de otro modo. El cine, arte de la imagen: ¿una ilusión? Ciertamente, ¿qué otra cosa puede ser en cualquier caso? Y de eso es, desde luego, de lo que habla este libro: de la ilusión audiovisual.
Una ilusión que se encuentra, para empezar, en el corazón de la más importante de las relaciones entre sonido e imagen: la del valor añadido (ilustrada más arriba por Bergman).