A la memoria de mis padres, Mabel y George,
y de mi querida esposa, Nicole.
En 1962, con quince años, Geoff Emerick empezó a trabajar como asistente de grabación en los estudios Abbey Road de EMI y fue testigo de la primera sesión de un cuarteto desconocido, los Beatles, cuyos líderes, John y Paul, no cejaron hasta que se les permitió grabar una canción compuesta por ellos mismos. La canción se llamaba «Love Me Do», y la historia de la música cambió para siempre.
Emerick acompañó a los Beatles en su camino a la fama. Durante la grabación de Revolver, llevó al límite la tecnología de la época para crear el sonido característico de los Beatles y revolucionó el arte de la ingeniería sonora. Un año más tarde le convocaron para el que tal vez sea el mayor álbum del grupo: Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.
En El sonido de los Beatles Emerick recrea sus experiencias en el estudio con el cuarteto de Liverpool, relatando tanto las innovaciones musicales y experimentaciones sonoras como los amargos conflictos que transcurrían entre bambalinas. Con su mirada nostálgica y personal de la creación de las canciones más perdurables de los Beatles, este libro nos ofrece una visión privilegiada sobre la mejor banda de rock de la historia.
Geoff Emerick & Howard Massey
El sonido de los Beatles
Memorias de su ingeniero de grabación
ePub r1.3
jandepora25.03.14
Título original: Here There and Everywhere: My life recording the music of the Beatles
Geoff Emerick & Howard Massey, 2006
Traducción: Ricard Gil Giner
Editor digital: jandepora
Corrección de erratas: Atreyu, el nota y pvalle29
ePub base r1.0
GEOFF EMERICK. Geoff Emerick, nacido en Londres, 1946. En 1962 a la edad de 15 años, Geoff logró el sueño de trabajar como asistente de ingeniero de grabación en Abbey Road Studios de EMI en Londres. En su segundo día allí, Emerick estuvo presente en la primera sesión de grabación de los Beatles.
Los Beatles marcaron una huella indeleble en el joven Geoff Emerick, debido a la manera en que John y Paul se enfrentaron a George Martin, insistiendo en grabar una canción que habían escrito ellos mismos “Love Me Do” en lugar de “How Do You Do It”, que George Martin eligió para ellos.
A la edad de 19 años, Geoff Emerick sería ascendido a ingeniero, encargándose de la grabación del innovador álbum Revolver, elevando los límites de la tecnología de grabación. Fue pionero en los métodos que han creado un sonido nuevo para la firma de los Beatles.
Cuando John le dijo a George Martin, “Quiero que mi voz suene como el canto del Dalai Lama desde la cima de la más alta montaña”, fue Geoff quien se le ocurrió la idea de usar la voz de John a través del altavoz rotatorio Leslie en un órgano Hammond. A partir de su uso innovador de los bucles de cinta y la distorsión vocal en “Tomorrow Never Knows” forjó nuevas técnicas de micrófonos para la batería de Ringo y el bajo de Paul, el trabajo de Emerick cambió el arte de la grabación de sonido.
Un año después elevó aún más el listón y el grupo grabó lo que alguno ha llamado el mejor álbum de todos los tiempos: el Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band. Geoff dejó EMI para unirse a los Beatles en el estudio de grabación de Apple en 1969. Después de la disolución del grupo, continuó como ingeniero de Paul McCartney y Wings, así como artistas como Elvis Costello, America, Supertramp, Cheap Trick, Nazareth, Mahavishnu Orchestra, Ultravox, Jeff Beck y Art Garfunkel. Ha ganado cuatro premios Grammy.
HOWARD MASSEY. Howard Massey es un periodista musical, músico, ingeniero de grabación y productor.
Es también el autor de quince libros, entre ellos dos colecciones de entrevistas tituladas Tras el cristal, y Tras el cristal Tomo II (Libros Backbeat). En 2006 tuvo el privilegio de escribir, como coautor, las memorias del legendario ingeniero de los Beatles, Geoff Emerick Here, There and Everywhere (Gotham Books), y también produjo una serie de libros de tecnología de la música para la música Sales Corporation en la década de 1980.
Prólogo
Han pasado diez años desde que Geoff Emerick y yo trabajamos juntos por última vez. Uno de mis mejores recuerdos de esa última ocasión es cuando Geoff maldijo educadamente a la mesa de grabación al resultarle imposible distorsionar lo grabado de un modo atractivo e interesante.
Muchos de los sonidos de los estudios de grabación actuales salen de cajitas que no hacen más que imitar las innovaciones sonoras del pasado. La variedad de posibilidades es enorme, pero, en manos poco imaginativas, las sorpresas son cada vez más improbables.
A pesar de las interminables especulaciones sobre la música pop de los años sesenta, la contribución de un puñado de ingenieros de sonido todavía no se ha valorado lo suficiente. Inspiradas por ciertos músicos en particular, estas innovaciones provocaron un cambio en la naturaleza misma del estudio de grabación, de un lugar donde simplemente se captaban las interpretaciones musicales con la mayor fidelidad posible a un taller experimental en el cual la transformación e incluso la distorsión del propio sonido de un instrumento o una voz se convertían en un elemento de la composición. Aunque ninguna de estas palabras grandilocuentes ha salido nunca de la boca de Geoff Emerick; es imposible encontrar a un hombre más humilde y discreto que él.
Cuando trabajamos juntos por primera vez en 1981, yo había decidido enfocar de un modo muy diferente la grabación de lo que iba a convertirse en el álbum Imperial Bedroom. Mi primer disco se había grabado en un total de veinticuatro horas de estudio; para el segundo tardamos once días. Esta vez los Attractions y yo habíamos reservado los estudios AIR durante doce semanas e íbamos a concedernos la licencia de trabajar en el sonido del disco hasta que reflejara la atmósfera de las canciones. Usaríamos todo lo necesario para conseguirlo: un clavicémbalo, un trío de trompas o incluso una pequeña orquesta. Si no queríamos ser condenados justamente a ese lugar mortal llamado «Ciudad de los genios», donde el submarinista musical confunde sus ocurrencias con tesoros hundidos (creedme, el estudio de grabación se parece en más de un aspecto a las profundidades del océano), necesitaríamos a alguien que conservara la perspectiva, que pusiera algo de orden, y que, de vez en cuando, hiciera de árbitro.
Así es como conocí a Geoff Emerick, un hombre alto y amable con voz de trueno y, en aquel entonces, una forma nerviosa de hablar que yo atribuí a su consumo casi constante del café de máquina que combinaba a la perfección con el sabor y el aroma del plástico fundido. A lo largo de aquellas semanas en el estudio, podían aparecer de repente un tono instrumental o un efecto sonoro fugazmente familiares, pero nunca tuvimos la impresión de que Geoff estuviera dando forma al sonido a partir de una «caja de trucos» y clichés. Las canciones y la atmósfera de la interpretación siempre prevalecían sobre el modo en que podían ser filtradas, alteradas o cambiadas en su trayecto hasta la cinta magnetofónica. Para cuando hubimos terminado la colaboración, descubrimos que Geoff nos había ayudado a producir nuestro disco más rico y de sonido más variado hasta la fecha.