BIBLIOTECA CLÁSICA DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
VOLUMEN 47
DON QUIJOTE DE LA MANCHA
CON EL PATROCINIO DE
MIGUEL DE CERVANTES
DON QUIJOTE DE LA MANCHA
EDICIÓN DEL
INSTITUTO CERVANTES
(1605, 1615, 2015)
DIRIGIDA POR
FRANCISCO RICO
con la colaboración de
JOAQUÍN FORRADELLAS,
GONZALO PONTÓN
y el
CENTRO PARA LA EDICIÓN
DE LOS CLÁSICOS ESPAÑOLES
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
MADRID
MMXV
POR EL
CENTRO PARA LA EDICIÓN
DE LOS CLÁSICOS ESPAÑOLES:
F RANCISCO R ICO
Texto crítico y dirección
J OAQUÍN F ORRADELLAS
Notas
G UILLERMO S ERÉS
Adjunto a la dirección
G ONZALO P ONTÓN
Jefe de redacción
P ATRIZIA C AMPANA
L AURA F ERNÁNDEZ
Coordinación general
M ONTGRONY A LBEROLA · M ARGARITA F REIXAS
D ANIEL F ERNÁNDEZ R ODRÍGUEZ · S ILVIA I RISO
M ARIBEL M ARTÍNEZ · J ULIÁN M OLINA · G ERARDO S ALVADOR
P ATRICIA S ALVADOR · A GUSTÍN S ÁNCHEZ A GUILAR
G EMA V ALLÍN · Í NGRID V INDEL
Redacción
M ONTSERRAT A MORES · P ILAR B ELTRÁN
J UAN J OSÉ G ONZÁLEZ B UENO · S ANDRA E SPAÑA
M ARC G RAU · E STHER L ÁZARO
J UAN R AMÓN M AYOL · M ARÍA N OGUÉS
A NDRÉS P OZO · V ICENTE S ANTOLARIA
O MAR S ANZ · X AVIER T UBAU
C RISTINA U JALDÓN · G UILLEM U SANDIZAGA
Ayudantes de redacción
COLABORADORES
J EAN C ANAVAGGIO
A NTHONY C LOSE
A NTONIO D OMÍNGUEZ O RTIZ
F ERNANDO L ÁZARO C ARRETER
E DWARD C. R ILEY
D OMINGO R ÓDENAS
S YLVIA R OUBAUD
Prólogo
J OAQUÍN Á LVAREZ B ARRIENTOS
E LLEN M. A NDERSON
C ARMEN B ERNIS
J OSÉ M ARÍA C ASASAYAS
A NTONIO C ONTRERAS
J AIME F ERNÁNDEZ , S.J.
R ICARDO G ARCÍA C ÁRCEL
J UAN G UTIÉRREZ C UADRADO
B ERNAT H ERNÁNDEZ
Ma C ARMEN M ARÍN P INA
J ULIÁN M ARTÍN A BAD
J OSÉ M ANUEL M ARTÍN M ORÁN
A LBERTO M ONTANER F RUTOS
R AFAEL R AMOS
M IGUEL R EQUENA M ARCO
M ARTÍN DE R IQUER
J AVIER S ALAZAR R INCóN
A LBERTO S ÁNCHEZ
E NRIQUE S UÁREZ F IGAREDO
Documentación
J OSÉ M ONTERO R EGUERA
Lecturas del «Quijote»
LECTURAS DEL «QUIJOTE»
Y REVISIÓN DE NOTAS
J OHN J. A LLEN · I GNACIO A RELLANO
J UAN B AUTISTA DE A VALLE -A RCE · E MILIO B LANCO
J AVIER B LASCO · P IERO B OITANI · J EAN C ANAVAGGIO
J AVIER C ERCAS · R OGER C HARTIER · M AXIME C HEVALIER
A NTHONY C LOSE · T REVOR J. D ADSON
G IUSEPPE D I S TEFANO · A URORA E GIDO · H EINZ -P ETER
E NDRESS · J OAQUÍN F ORRADELLAS · V ÍCTOR G ARCÍA
D E L A C ONCHA · L UIS G ÓMEZ C ANSECO · A URELIO
G ONZÁLEZ · C LAUDIO G UILLÉN · G EORGES G ÜNTERT
J AMES I FFLAND · L UIS I GLESIAS F EIJOO · P ABLO J AURALDE
M ONIQUE J OLY · J ACQUES J OSET · R AFAEL L APESA
I SABEL L OZANO R ENIEBLAS · N ADINE L Y · H OWARD
M ANCING · A LBERTO M ANGUEL · J AVIER M ARÍAS
Ma C ARMEN M ARÍN P INA · A DRIENNE L. M ARTÍN
J AIME M OLL · M ICHEL M ONER · J UAN M ONTERO
M ARGHERITA M ORREALE · H ANS -J ÖRG N EUSCHÄFER
J EAN -M ARC P ELORSON · S VETLANA P ISKUNOVA
R ANDOLPH P OPE · A UGUSTIN R EDONDO · A LFONSO R EY
F RANCISCO R ICO · E DWARD C. R ILEY
M ARTÍN D E R IQUER · J ULIO R ODRÍGUEZ -L UIS
C ARLOS R OMERO M UÑOZ · P ETER R USSELL
M ARIA C ATERINA R UTA · R ICARDO S ENABRE
G UILLERMO S ERÉS · H ARRY S IEBER · C HRISTOPH
S TROSETZKI · E DUARDO U RBINA · J UAN D IEGO V ILA
D ARÍO V ILLANUEVA · E DWIN W ILLIAMSON
Colaboraron en las ediciones anteriores
S TEFANO A RATA · Ma S OLEDAD C ARRASCO U RGOITI
L OUIS C OMBET · C RISTÓBAL C UEVAS · W ILLARD F. K ING
I SAÍAS L ERNER · F RANCISCO L ÓPEZ E STRADA
L UIS A NDRÉS M URILLO · H ELENA P ERCAS DE P ONSETI
E LIAS L. R IVERS · S YLVIA R OUBAUD
A LBERTO S ÁNCHEZ · M ARIO S OCRATE
B RUCE W. W ARDROPPER y D OMINGO Y NDURÁIN
La presente edición va dedicada a la memoria de
Fernando Lázaro Carreter,
Edward C. Riley, Anthony Close,
Joaquín Forradellas
y Martín de Riquer
SUMARIO
Cuando aún está empezando el verano del 1604, Miguel de Cervantes presenta ante el Consejo de Castilla la petición de licencia y privilegio para imprimir la novela que ha bautizado como El ingenioso hidalgo de la Mancha (pero a la que entre amigos llama, sin más, Don Quijote) y que en unos meses saldrá con pie de 1605. En la España de Felipe III, Cervantes (1547-1616) es un «poetón ya viejo», un hombre de otro siglo, otros principios y otros gustos. Las luminarias del momento, un Lope de Vega (1562) o un Luis de Góngora (1561), lo sienten distante y distinto, y él desdeña la teoría y la práctica de la literatura que entonces cuenta con más crédito. Diez años después, son los apuros económicos, antes que otras consideraciones, los que lo impulsan a publicar las Novelas ejemplares (1613), las comedias y entremeses que le habían ganado el aplauso de los corrales y la Segunda parte del Don Quijote (1615), pero sigue aferrado a sus ideales literarios de siempre, que confía en plasmar cabalmente en el Persiles y Sigismunda, al tiempo que promete, todavía, escribir una continuación de la que había sido su primera obra, La Galatea (1585).
Las dos entregas del Quijote (dos novelas que acabaron siendo una sola) aparecieron en 1605 y 1615. Pasados cuatro siglos, ahí están, tan frescas, tan vivas: es el único libro en la historia de las letras europeas que no ha conocido declives ni olvidos. Dante y Shakespeare han soportado largos períodos de destierro del aprecio y del mercado. El Quijote se ha mantenido durante más de cuatrocientos años entre los best sellers y no ha pasado ni uno sin comparecer en español o en otras lenguas. Todavía más: en mayo del 2002, una encuesta del New York Times, con un jurado compuesto por un centenar de escritores de más de cincuenta países, lo eligió como «the world’s best work of fiction» de todos los tiempos, largamente por delante de obras de Proust, Shakespeare, Homero, Tolstói… ¿Qué tiene Don Quijote de la Mancha para merecer tal preferencia? Nadie podría decirlo sobre seguro, pero cuando menos hay que tomar nota del hecho mismo de que la ha recibido, y por parte de los mejores y más diversos lectores.
El Quijote es declaradamente «una invectiva contra los libros de caballerías», destinada a «poner en aborrecimiento de los hombres» sus «fingidas y disparatadas historias». Así lo dice Cervantes de las primeras a las últimas páginas, y debemos tomarlo como el Evangelio. Pero ese propósito censorio ¿de veras determina los contenidos que tantos años lo han conservado apetitoso para tantas generaciones? Obviamente, no. Para disfrutarlo no hace falta saber nada sobre los libros de caballerías. O, digamos mejor, nada que Cervantes no nos apunte. El único Amadís y el único Palmerín que importan son los explícitamente presentados, asumidos y recreados en la novela como revés de su propia trama. En cualquier caso, según se ha argüido con frecuencia (y demasiado a menudo para torcer el argumento hacia glosas insensatas), si tal intención conformara la obra no digamos ya exclusivamente, sino en una dimensión tan amplia como a veces se ha creído, el
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