Ésta es la heroica historia del submarino norteamericano Trigger, narrada por el propio comandante del navío. ¡Submarino…! es el apasionante relato de una aventura a vida o muerte, donde se vive la tensión de los tripulantes de los submarinos, obligados a hablar en voz baja, cubierta la frente de un sudor de angustia, mientras los destructores se lanzan por la superficie del agua acechando al submarino y sus cargas de profundidad estallan a su alrededor, convirtiendo en una escena de pesadilla el estrecho interior del navío. Un documento impresionante en el que se evoca el valor, la sangre fría y la acerada voluntad de victoria.
Apasionante, amargo y sentimental, ¡Submarino…! no deja en el lector la menor duda: así ocurrió realmente.
Edward Latimer Beach
¡Submarino…!
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Titivillus 01.05.17
Título original: Submarine!
Edward Latimer Beach, 1952
Traducción: Guillermo González de Aledo Rittwagem
Editor digital: Titivillus
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RECONOCIMIENTO
Debo mi gratitud, aparte los miles de oficiales y marineros de la Armada de los Estados Unidos y de las Fuerzas Submarinas:
Al capitán de navío Edward L. Beach, mi padre, que hace muchos años escribió también sobre la Marina.
A Donald Kennicott, dedicado cuarenta años al Libro Azul, el primero que me introdujo a las letras y me animó a seguir, como hizo con muchos otros.
A Helen Gray, editor y consejero, que me ayudó a hacer de este libro una realidad.
A Henry Seil, de «Town & Country», que encendió la chispa inicial.
A Jonathan Leff, editor de «Henry Holt & Company».
Y a Ingrid, mi mujer, que, a pesar de todo, aún le gustaría navegar en un submarino.
PRÓLOGO
EL capitán de fragata Beach nos relata en ¡Submarino…! una historia a la que no muchos hombres sobrevivieron. La carrera de nuestros más audaces submarinistas terminaba con frecuencia —tras semanas de angustiosa espera en la base de operaciones de los submarinos— con el funesto mensaje: «Retrasado, posiblemente perdido». De este modo se escribieron los epitafios del Trigger, Wahoo, Seawolf, Harder, Albacore, Tang y muchos otros de aquellos barcos grises que calladamente llevaron a cabo, la guerra contra el enemigo, aguantando el frente mientras la Flota restañaba sus heridas y los astilleros construían nuevos barcos, en reemplazo de nuestras pérdidas de Pearl Harbour. Trescientos setenta y cuatro oficiales y tres mil ciento treinta y un hombres dieron sus vidas en la ofensiva submarina que logró barrer él tráfico enemigo del Pacifico; pero Ned Beach, veterano de doce patrullas de guerra, nos fue preservado providencialmente para captar y ofrecernos los momentos de triunfo, desesperación, sosiego o miedo paralizador que formaban parte de la cotidiana existencia de aquellos esforzados guerreros.
Iniciado el aprendizaje de su peligroso oficio a bordo del Trigger y el Tirante, bajo el mando de hombres temerarios como Roy Benson, Dusty Dornin, Fritz Harlfinger y George Street, pronto conoció el júbilo salvaje que produce él oír las explosiones de los torpedos contra los buques enemigos, el sobrecogedor estremecimiento de las batallas nocturnas en superficie, el estampido escalofriante de las cargas de profundidad y la furia y decepción causadas por los fallos de los torpedos. También sintió la pena que todo buen marino experimenta en su corazón cuando presencia el hundimiento de un barco —no importa que sea enemigo— al emprender su postrer viaje hacia su sepultura en el fondo.
Finalmente, en reconocimiento de sus excelentes servicios y descollante habilidad profesional, le fue confiado a Ned el mando del flamante Piper. Había logrado la mayor ambición del submarinista: el mando de su propio barco en una zona caldeada. Muy por debajo de la superficie, guiado por instrumentos fabulosos, en los que ni Julio Verne pudo soñar, Ned se abrió camino entre los campos de minas para penetrar en el último bastión del enemigo: el mar del Japón.
Allí le sorprendió el final de la guerra.
Ahora, Ned tiene otro mando, el nuevo Trigger, recién terminado y bautizado con el nombre de aquel bravo cuya historia nos relata con tanto acierto. Sé que hablo en nombre de todos sus compañeros vivos y muertos cuando deseo a Ned Beach en el Trigger: «Buena suerte y buena presa».
CHARLES A. LOCKWOOD
Vicealmirante USN (retirado)
Capitulo 1
Trigger
M I relato comienza el 1.º de enero de 1942. A los dos años y medio de salir de la Escuela Naval, y recién terminados los cursos en la Escuela de submarinos, fui enviado a los astilleros de Mare Island «para prestar servicio a bordo del USS Trigger (SS237), durante su armamento y, posteriormente, una vez que el barco entrara en servicio». Antes de presentarme en el despacho del comandante bajé a la dársena donde se daban los últimos toques a los submarinos en construcción, para echar una ojeada a mi futuro hogar. Allí estaba su voluminosa y negra torreta, asomando por encima del muelle, con un gran «237» pintado a cada costado y rodeado de un verdadero enjambre de hombres que se afanaban entre cables, mangueras, estachas, tuberías de ventilación y otros materiales revueltos a su alrededor.
«He aquí mi nuevo hogar», pensé mientras me preguntaba si no estaría contemplando mi propio ataúd. Para mí, aquello no era sino una fea amalgama de acero; «sin vida no puede haber espíritu ni personalidad».
Me acordé de mi viejo destructor de cuatro chimeneas al que había dejado tan sólo hacía tres meses, después de navegar en él durante dos años por el Atlántico en patrullas de neutralidad. El barco era viejo y poco airoso —fue botado en la misma semana en que yo nací—, mas para mí estaba lleno de encanto. Conocía y amaba cada una de sus partes y por él hubiera sido capaz de cualquier cosa, incluso de robar. Por esto cuando llegó la orden enviándome a la Escuela de submarinos, elevé un escrito manifestando que no deseaba moverme de donde estaba. Pero el personal escaseaba en los submarinos, el Mando había decidido enviar a ellos algunos oficiales forzosos y entre éstos se encontraba el alférez de navío Beach.
Cuando volví la espalda a aquel «237», yo no sabía, ni podía imaginar, que habría de pasar en él dos años y medio, los más azarosos y apasionantes de mi vida. Aquel barco iba a regir todos los actos de mi existencia y yo llegaría a considerarlo como la más bella criatura que jamás conocí: duro y exigente, pero leal, generoso y valiente. Todos los barcos tienen alma; éste es un hecho claramente comprobado por cualquier marino, pero aprender a conocerla requiere mucho tiempo. A mí me costó bastante, porque el Trigger tenía también que encontrar su propio espíritu, pero al final llegué a considerarlo como algo única y exclusivamente mío. Aunque nunca llegué a mandarlo, estuve cerca de un año en él como segundo y, cuando lo abandoné, yo era el más antiguo de su dotación, a excepción de Wilson, el viejo camarero negro. Fracasado mi intento de convencerle para que pidiera el traslado y un bien merecido descanso, tuve que optar por enviarle delante de mí, a fin de que nadie pudiera decir que estuvo a bordo más tiempo que yo. Pero cinco horas después de mi marcha, el viejo y competente Wilson se encontraba nuevamente a bordo. Él es el único ser vivo que puede decir que sirvió en el