ÍNDICE
DEL EDITOR DE POTTERMORE:
La comunidad mágica puede ser algo oscura y peligrosa. Existen hechizos letales de apenas seis sílabas, pociones que logran despojarte de toda voluntad y bestias mágicas capaces de despedazar al mago más valiente. Por eso, las demostraciones de heroísmo son cada vez más poderosas y necesarias.
Una varita puede inspirar valor, pero la magia no basta para tomar decisiones intrépidas en la comunidad mágica. En esta colección de textos, J.K. Rowling nos habla del amor, el dolor y la dignidad inquebrantable de Minerva McGonagall; del destino trágico de Remus Lupin; del temerario comportamiento de Silvanus Kettleburn; y muchas cosas más.
Minerva McGonagall tiene muchas facetas: es una bruja de gran talento, una profesora severa de Hogwarts, una fanática del quidditch de toda la vida e incluso una gata atigrada de vez en cuando. Aunque, desde luego, no es un libro abierto. No hay mejor forma de conocer a alguien que descubrir detalles sobre sus padres, su infancia, su primer amor o sus rencores más enquistados. Emprendemos con alegría un viaje a las tierras altas escocesas de la mano de los textos de J.K. Rowling para conocer la vida de McGonagall: sus alegrías, la amistad, la magia y su trabajo en Hogwarts.
MINERVA MCGONAGALL
POR J.K. ROWLING
CUMPLEAÑOS :
4 de octubre
VARITA :
Abeto y fibra de corazón de dragón, veinticuatro centímetros, rígida
CASA DE HOGWARTS :
Gryffindor
HABILIDADES ESPECIALES :
Animaga (gato gris atigrado con marcas distintivas)
PARENTESCO :
Padre muggle, madre bruja
FAMILIA :
Marido Elphinstone Urquart, fallecido. Sin hijos
ACTIVIDADES DE OCIO :
Bordado, corrección de artículos de la revista La transformación moderna, ver partidos de quidditch, animar a los Montrose Magpies
Infancia
Minerva McGonagall era la primogénita y única hija de un pastor presbiteriano escocés y de una bruja educada en Hogwarts. Creció en las Tierras Altas de Escocia a principios del siglo XX, y poco a poco se dio cuenta de que había algo extraño en sus habilidades y en el matrimonio de sus padres.
El padre de Minerva, el reverendo Robert McGonagall, se había prendado de la alegre Isobel Ross, quien vivía en el mismo pueblo. Como sus vecinos, Robert creía que Isobel iba a un internado selecto para señoritas en Inglaterra. En realidad, cuando Isobel desaparecía de casa durante meses, era para ir al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Consciente de que sus padres, una bruja y un mago, despreciarían una relación con el joven y serio muggle, Isobel mantuvo su floreciente relación en secreto. Cuando cumplió los dieciocho años ya se había enamorado de Robert. Lamentablemente, no había tenido el coraje de decirle la verdad sobre quién era.
La pareja se escapó, lo que provocó la furia de los padres de ambos. Habiendo roto la relación con su familia, Isobel no podía estropear la felicidad de la luna de miel diciéndole a su nuevo marido, quien era tan feliz, que había sacado las mejores notas de toda la clase en Encantamientos en Hogwarts o que había sido la capitana del equipo de quidditch. Isobel y Robert se mudaron a una casa a las afueras de Caithness, donde la bella Isobel demostró una gran habilidad para llegar a fin de mes con el mísero salario de un pastor protestante.
El nacimiento del primer bebé de la pareja, Minerva, provocó tanto una gran alegría como una gran crisis. Como echaba de menos a su familia y a la comunidad mágica que había dejado por amor, Isobel insistió en darle a su hija el nombre de su abuela, una bruja con mucho talento. El extravagante nombre hizo que muchos miembros de la comunidad en la que vivían fruncieran las cejas, y al reverendo Robert McGonagall no le fue fácil explicar la elección de su esposa a sus parroquianos. Además, la melancolía de su mujer le alarmaba. Sus amigos intentaban convencerle de que era normal que las mujeres se sintieran un tanto descentradas tras el nacimiento de un bebé y que Isobel pronto volvería a ser la misma de antes.
Isobel, sin embargo, se volvió más y más huraña, y a menudo se encerraba en casa con Minerva durante días. Isobel le contó a su hija más tarde que desde el principio había mostrado pequeños, pero inconfundibles signos de magia: juguetes de las estanterías aparecían en su cuna, el gato de la familia le ayudaba a pedir cosas antes de que pudiera hablar, y las gaitas de su padre se dejaban oír en ocasiones tocando solas en habitaciones alejadas, un fenómeno que hacía reír a Minerva de bebé.
Isobel se sentía dividida entre el orgullo y el miedo. Sabía que debía confesarle la verdad a Robert antes de que viera algo que pudiera alarmarle. Un día, cediendo al fin a las preguntas incesantes de Robert, Isobel rompió a llorar, sacó su varita de la caja en que estaba guardada bajo llave debajo de su cama y le mostró su verdadera identidad.
Minerva era demasiado pequeña para recordar aquella noche, sin embargo sus repercusiones le dejaron un amargo recuerdo de las complicaciones de crecer con magia en un mundo muggle. Aunque Robert McGonagall no quiso menos a su mujer al descubrir que era bruja, se sintió profundamente herido por la revelación y por el hecho de que le había ocultado un secreto como ese durante tanto tiempo. Y aún peor era que él, hombre honesto y recto, debía ahora llevar una vida llena de secretos, todo lo contrario a su naturaleza. Isobel explicó, a través de sus sollozos, que ella y su hija estaban obligadas a cumplir el Estatuto Internacional del Secreto y que debía mantener en secreto la verdad sobre ellas o hacer frente a la furia del Ministerio de Magia. Robert también se sintió aterrorizado al imaginarse cómo recibirían los lugareños –una gente austera, recta y convencional– la noticia de que la esposa de su pastor era bruja.
El amor perduró, pero la confianza entre sus padres se había roto, y Minerva, una chica lista y observadora, vivió esta situación con tristeza. Dos hijos más nacerían en la familia de los McGonagall, dos chicos, que también revelarían habilidades mágicas. Minerva le ayudó a su madre a explicarles a Malcolm y Robert junior que no deberían hacer alarde de su magia y, asimismo, ayudó a su madre a ocultarle a su padre los accidentes y vergüenza que a veces causaba su magia.
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