En el presente tomo se recogen algunas de las excepcionales entrevistas realizadas por Soler Serrano en su programa televisivo «A fondo», en el que ha acercado semanalmente al espectador español la más apasionante iconografía de personajes de las letras, las artes y las ciencias. Ha sido un esfuerzo que en los medios culturales se considera el más importante en su género realizado a través de toda la historia de TVE. El estilo de Joaquín Soler Serrano en esta larga y fructífera serie de conversaciones ante las cámaras ha merecido los más encendidos elogios de público y crítica.
Este libro reúne a un formidable grupo de escritores de una y otra orilla. No están todos los que son, pero sí son todos los que están, y cada diálogo está lleno de frescura, inteligencia y raudales de información y observaciones. Desde que naciera «A fondo», el estilo de las entrevistas en televisión cambió sustancialmente, y su consagración en el gusto del público provocó que nuevas oleadas de entrevistadores trataran de seguir el camino abierto por este magnífico periodista.
Joaquín Soler Serrano
Escritores a fondo
Conversaciones con las grandes figuras literarias de nuestro tiempo
ePub r1.0
Titivillus 02.08.16
Título original: Escritores a fondo
Joaquín Soler Serrano, 1986
Prólogo: Juan Antonio Vallejo-Nágera
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
A mi hija Eva Priscila,
que nació hace cuatro años en tierra americana.
Para ella, España y América
son una misma patria
JOAQUÍN SOLER SERRANO (Murcia, 19 de agosto de 1919 – Barcelona, 7 de septiembre de 2010). Nació en Murcia, y mientras estudiaba bachillerato, hacía sus primeras incursiones en el periodismo, que alternaba con poemas y novelas. Su profunda vocación de comunicador se desarrolló en toda su amplitud en la prensa, en la radio, en el turismo, en la organización de congresos. Sus dos primeros libros aparecen en 1942. Su éxito haciendo entrevistas en vivo en las aulas, así como periódicos «orales», repetidos más tarde durante nuestra guerra civil, no eran otra cosa que una anticipación de lo que llamaríamos televisión.
En su célebre programa A fondo, en el que presentó semanalmente durante casi siete años al espectador español la más apasionante iconografía de personajes de las letras, las artes y las ciencias, Soler Serrano ha sido un auténtico introductor en España de los grandes escritores, poetas, narradores, pintores, científicos y músicos de todos los países de Iberoamérica.
expresión que andando el tiempo se acuñaría, y que varios autores se atribuirían, cuando resulta que el padre de la criatura es precisamente usted.
—Efectivamente, el problema de la literatura hispanoamericana es curioso. No voy a meterme en ello, porque ahí se nos iría todo el tiempo, pero sí creo que vale la pena acotar territorios en ese mapa confuso. En primer lugar, hubo todo un tiempo en que a la literatura hispanoamericana se la consideró simplemente con una dependencia, casi como un desván de la literatura española. Como una cosa en la que se imitaba a los románticos españoles, y luego a los Peredas y a los realistas, y que no tenían ningún eco propio. Y eso, desde luego, no es cierto, pues aun en la época en que la literatura hispanoamericana parecía tener menos importancia, siempre tuvo una nota distinta, original. El mismo Menéndez Pelayo cuando hace la antología de la poesía hispanoamericana en el año 92, en una época muy temprana todavía, aseguraba que era una literatura original, asignándole rasgos peculiares, como, por ejemplo, la presencia de la naturaleza. Decía que en la literatura hispanoamericana había un hecho evidente: la presencia avasalladora de la naturaleza.
—El protagonista de la naturaleza.
—La naturaleza es un personaje de primer plano, un personaje con el cual el hombre combate y generalmente lo derrota. La naturaleza tiene en el mundo hispanoamericano una dimensión que en Europa es inconcebible. Usted abandona una casa o una ciudad, y al cabo de unos años es una selva.
—Las dimensiones de la naturaleza americana son gigantescas.
—Piense usted que los ríos más grandes que conoce Europa, el Rin, el Sena, el Támesis, apenas serían pequeños afluentes del Amazonas, o del Magdalena, o del Orinoco. Piense usted que el Amazonas es un mar: usted llega a doscientos kilómetros de la costa y todavía saca agua dulce, porque el Amazonas penetra en el mar hasta una distancia increíble. Y lo mismo la extensión de las llanuras, la dimensión de los bosques, la impenetrabilidad de la selva amazónica, que es tan grande como media Europa… Pues esa presencia tenía que hacerse sentir, primero para el europeo que llegó desplazado, y se encontró con una naturaleza que él no conocía, y con una relación que no era la que él tenía establecida, incluso una relación espacial. De repente los muebles cambiaron de tamaño, la relación que había entre la ciudad y campo, entre las alturas y el hombre, cambió repentinamente al desembarcar en territorio americano, lo que a ellos y a sus descendientes les ocasionó una modificación que explica la presencia de la naturaleza en la literatura hispanoamericana. En cambio, en la literatura española de la Edad de Oro, es muy rara la presencia de la naturaleza. Si uno lee el Quijote, podría reunir en cinco páginas todas las descripciones de la naturaleza que tiene, y es que para Cervantes la naturaleza no es importante, estaba domesticada e incorporada. Jorge Luis Borges dice una cosa muy graciosa: dice que lo que es obvio y familiar no resulta visible. Por ejemplo, el libro más importante que se ha escrito por los árabes es el Corán, y en el Corán no se menciona el camello ni una sola vez. Y es que el camello era cosa tan ordinaria y tan corriente, que ¿para qué habría que mencionarla? En cambio, cualquier turista que llega a un país árabe lo primero que hace es fotografiar un camello.
El mestizaje, fenómeno fundamental del mundo hispanoamericano
—Además de la presencia de la naturaleza, ¿qué otras características originales tiene la literatura hispanoamericana?
—Tiene otras muchas. A mi modo de ver, el fenómeno fundamental del mundo hispanoamericano es el mestizaje cultural. América fue una ocasión para la gran mezcla de importancia gigantesca. Piense usted en ello: llega el español de los siglos XVI y XVII, que era representante de una cultura muy definida, de un juego de valores muy típicos, muy caracterizados, y de repente cae en este ámbito geográfico que lo desacomoda, lo desarticula, lo desrelaciona, y lo hace colocar en una nueva situación. Y se encuentra con razas que no conoce, que no tienen nombre y empieza a llamarlos indios como estuvieron a punto de llamarlos chinos, pero ellos creían haber llegado a la India, a la India actual, es decir, al Indostán, igualmente podrían pensar que habían llegado a China y llamarlos chinos, puesto que no sabían lo que eran… Entran en contacto con ese hombre, los sorprende verle desnudo, primitivo. Luego se tropiezan con unas civilizaciones de magnitudes que ellos ignoraban que pudieran existir allí. Cuando Cortés llega a Tenochtitlán, se queda asombrado al ver aquellas dimensiones, aquellos inmensos templos, la plaza de la vieja Tenochtitlán, que él dice que era como cuatro veces la plaza de Salamanca, todo era de una dimensión que ellos desconocían, y se encuentran con unas lenguas que no entienden y unos dioses que a ellos les parecen demonios monstruosos, y todo eso influye en ellos, y muchísimo, porque cuando uno le habla del mestizaje, la gente piensa sólo en el mestizaje biológico, en el mestizaje sanguíneo, que claro que lo hubo, felizmente lo hubo, y lo hubo en gran escala en la colonización a la española, que no fue una colonización de incorporación, y el español se mezcló con los indígenas.