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A mi madre y a mi padre que desde el cielo me siguen protegiendo.
A Sergio, mi marido y mi mejor alumno, que ha superado con creces a su profesora.
A mi hijo Sergino, por su ternura y bondad.
A Luis, Temis, María, Aitor, Jorge del Canto, Roberto Moro, Pedro Pinedo y Rosa Estañ, que conforman el equipo de tradingybolsaparatorpes.com, por su apoyo incondicional y por hacer posible este proyecto.
A todos y cada uno de los estudiantes de mis cursos presenciales y online,
cuya asistencia me ha enriquecido;
con sus experiencias y con la aportación económica a su formación
harán posible nuestro proyecto benéfico en África.
A Ana Rosa y Pilar por darme la posibilidad de publicar mi obra
con la editorial a la que representan.
A Pilar Sánchez y María José Bonilla, mis agentes y amigas,
por haberme introducido en el mundo apasionante de la escritura.
Invictus
Más allá de la noche que me envuelve,
negra como un pozo insondable,
agradezco al dios que fuere,
por mi alma inconquistable.
En las garras de la circunstancia
no he gemido ni llorado,
ante las puñaladas del azar,
si bien he sangrado, jamás me he postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos,
acecha la oscuridad con su horror,
no obstante la amenaza de los años,
me halla y me hallará sin temor.
Ya no importa cuán estrecho haya sido el camino,
ni cuántos castigos lleve a mi espalda,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
W ILLIAM E RNEST H ENLEY (1849-1903)
Mandela conservó este poema escrito en una hoja de papel durante su estancia en prisión, lo que le ayudó a sobrellevar su encarcelamiento. Manifestó en más de una ocasión que sus palabras hacían que se sintiera libre.
Prólogo
M e pongo a escribir el prólogo de este libro minutos después de terminar la lectura del mismo; lectura que he sido capaz de completar en cinco horas, no por la premura de tiempo, sino porque realmente me ha fascinado el contenido desde el minuto uno. Sé que esta afirmación puede sonar a recurrente en estos menesteres; me da igual, en mi caso es, simplemente, lo que ha sucedido. Y no quería dejar pasar un tiempo prudencial para matizar las sensaciones que me han quedado tras beberme el libro, pues, en ocasiones (solo en ocasiones), es bueno dar rienda suelta a lo que piensas, sin más, sin tamices, sin el muro de contención de la reflexión (vamos, la justa para no amontonarte o soltar sinsentidos).
Es la primera vez que me hacen un encargo de este tipo, por lo que desde este momento apelo a la indulgencia del lector si en algo me aparto de lo habitual en estos casos. Lo cierto es que me invade un exagerado sentido de la responsabilidad, por cuanto me toca glosar las aptitudes formativas, financieras, literarias y humanas de Francisca Serrano, «Paqui» para quienes la conocemos. Y no sé hasta qué punto seré capaz de hacerlo sin que el cariño y la admiración afecten a mi objetividad.
Es indudable que las virtudes de Paqui como trader , profesora y autora de libros ya han quedado suficientemente probadas tras la publicación de su primera obra, un auténtico best seller con tropecientas tiradas que lo han convertido en el libro de finanzas en habla hispana más leído el año pasado. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Así pues, y dado que lo evidente no se enjuicia, paso a hablarles de Paqui, el ser humano.
Conocí a Paqui hace unos años, cuando vino a uno de los cursos de Análisis Técnico que imparto habitualmente. Si no recuerdo mal, era el primer intento de formación en los mercados financieros que ella hacía (lo cual ahora me produce una sensación de bienestar; incluso, me gusta pensar que en algo pude influir para que avanzara hasta donde lo ha hecho). Otra vertiente de la reflexión me podría llevar a la conclusión de que en mi curso aprendió tan poco que necesitó muchos más posteriormente para completar su preparación, pero es un pensamiento que desecho inmediatamente por estúpido e infundado. ¡Faltaría más!
No volvimos a tener contacto hasta que un buen amigo común (y, sin embargo, colega de profesión), Jorge del Canto, me hizo saber que estaba próxima en el tiempo la presentación del primer libro de Paqui, y que ella me invitaba con gusto al evento. Podía haber quedado la cosa ahí, en una anécdota más, pero contactamos por teléfono y entonces recordé, ya sí, quién era Paqui, le puse rostro y hasta voz, y evocamos la ronda de cañas que nos tomamos tras el curso (esas cosas raramente se olvidan). Era la única mujer que había asistido a él, pero lo que rememoré de inmediato es lo que hoy sigo viendo cuando estoy con ella, y que se resume en una sola palabra: ENTUSIASMO . En su momento pensé que era una actitud que el tiempo se encargaría de matizar, quizá de apagar, y más en un oficio tan competitivo e interesado como el nuestro.
Pues no. Hace una semana, sin ir más lejos, le pregunté de improviso «¿qué te chutas?». Es que no es normal esa hiperactividad sosegada (no sé si ambos términos pueden ir juntos, pero es lo que me transmite), y ese entusiasmo desbordante que le hace planear o acometer mil y un empeños con asombrosa facilidad. ¡Qué pereza cada vez que me reúno con ella para tratar temas profesionales! Sé que tengo que hacer acopio de toda mi lucidez para no parecer medio lelo. No conozco a nadie que haya tenido un tránsito más exitoso y menos traumático desde la zona de confort hasta la zona mágica (lo siento, estimado lector, pero tendrá que leer el libro para comprender esto).
Y todo lo hace simple, porque ha hecho suya esa máxima del análisis técnico de que lo más simple es lo que mejor funciona (como en casi todos los órdenes de la vida), y porque de la despiadada lucha contra el cáncer (fuerte ovación por tu victoria) ha aprendido a dar importancia solo a las cosas que realmente la merecen. Y lo merece, por ejemplo, su empeño en ayudar a los más desfavorecidos, destinando gran parte de sus ingresos por todos los conceptos a la fundación que recientemente ha creado a tal efecto. Incluso, me hace sentir mejor persona al invitarme a formar parte activa de la misma.
En fin, voy terminando. La verdad es que siento envidia del protagonista del libro, pues me habría gustado tener un tutor y mentor que me orientara como Paqui lo hace en el libro con Sergio.
Al final, creo que no he sabido separar lo personal de lo profesional, pero me resulta sencillamente imposible. Y es que... ¡qué demonios! Si querías algo más profesional, haberle encargado este prólogo a alguien que no te tuviera tanta admiración y cariño.
Estoy seguro, querido lector, de que al finalizar el libro entenderá y compartirá muchas de las sensaciones que he querido transmitir en estas líneas.