En los procesos logístico y editorial de la Serie —topías han participado Adriana Konzevik, Alejandra García, Karla López, Rocío Martínez, Angelina Peña, Juan Carlos Rodríguez y Arturo Ruiz. Los editores y La Jaula Abierta agradecemos su gentileza e invaluable colaboración. Asimismo expresamos nuestra gratitud a los autores involucrados en cada uno de nuestros títulos, tanto como a Guillermo Cejudo, Sergio López Ayllón, José Carreño Carlón, Natalia Cervantes, Martha Cantú, Susana López Aranda, Josefina Alcázar y Christina Müller
FRANCIS BACON
NUEVA
ATLÁNTIDA
TEZONTLE
Primera edición, 2017
Primera edición electrónica, 2017
Título original: New Atlantis
Coordinación, curaduría editorial y edición: Roger Bartra y Gerardo Villadelángel Diseño editorial: Joseph Estavillo / La Jaula Abierta
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ISBN 978-607-16-4936-2 (mobi)
Hecho en México - Made in Mexico
ÍNDICE
PRÓLOGO
REGRESO A TYRAMBEL
José Antonio Aguilar Rivera
EN EL repertorio de las utopías clásicas, Nueva Atlántida, de Francis Bacon (1561-1626), ocupa un lugar singular. Como señala la filósofa política Judith Shklar, todos los utopistas en la tradición de Tomás Moro tenían una misión crítica en dos sentidos. En primer lugar, criticaban en sus escritos algunas instituciones sociales propias de su tiempo y lugar. En segundo, la utopía constituía para ellos un rechazo de la idea del pecado original, según la cual la virtud humana y la razón eran facultades débiles e impotentes.
La utopía era un ataque a la idea radical de que los seres humanos eran criaturas caídas incapaces de hallar la felicidad en la tierra. Así, “la Utopía es siempre una imagen y una medida de las alturas morales que el hombre puede alcanzar utilizando solamente sus poderes naturales". Sin embargo, las utopías clásicas no destilaban optimismo, pues no había seguridad de que los seres humanos lograrían materializar las posibilidades que su razón natural les permitía. La visión utópica abarcaba no lo probable sino más bien lo
“no imposible". Y como afirma Shklar, la utopía no se preocupaba de la probabilidad histórica de que esas sociedades ideales surgiesen. La utopía no está en ningún lugar, no sólo geográfica sino también históricamente. No está en el pasado ni en el futuro. “Si la historia", afirma Shklar, “desempeña algún papel en la utopía clásica, es sólo en la forma de un recuento angustiado de la antigüedad, de la polis y de la república romana de virtuosa memoria". En efecto, al melancólico contraste entre lo posible y lo probable se añadía el triste contraste entre la tosca y disoluta Europa y la virtud y la unidad de la antigüedad clásica.
Sin embargo, ésta es una de las características que Nueva Atlántida niega.
Bensalem, la sociedad utópica que los marineros a la deriva encuentran por casualidad, tiene una historia mítica, pero historia al fin y al cabo. La aparición del arca del apóstol Bartolomé está datada a “unos veinte años antes de la ascensión de nuestro Salvador".
Sabemos de igual forma que las expediciones de los habitantes de aquella isla se remontaban por lo menos a tres mil años atrás. Los habitantes de Bensalem no habitaban en un vacío histórico, aunque estuvieran geográficamente aislados. La historia les importaba: “aquí tenemos extensos conocimientos del pasado".
La obra de Bacon desafía también el canon de las utopías clásicas de otras formas.
Una de ellas es particularmente importante: Nueva Atlántida es una utopía desprovista de nostalgia. Sus habitantes no añoran un tiempo perdido. Nadie añora ahí a Platón. Tienen 13
confianza en el futuro, colonizado a cada momento por los inventos de los sabios de la Casa de Salomón. Más adelante, los viajeros descubren que, cada cierto número de años, los habitantes de Bensalem visitan otros países en misiones encubiertas. El mundo los ha olvidado, pero ellos no han olvidado el mundo. De tal modo, cuando el rey hubo prohibido a todo su pueblo la navegación hacia aquellos lugares que no estaban bajo su corona, dictó sin embargo esta disposición: que cada doce años se habían de enviar fuera de este reino dos naves designadas para varios viajes, y que en cada una partiría una comisión de tres individuos de la hermandad de la Casa de Salomón, cuya misión consistiría únicamente en traernos informes del estado y asuntos de los países que se les señalaba, sobre todo de las ciencias, artes, fabricaciones, inventos y descubrimientos de todo el mundo. Teniendo también el encargo de traernos libros, instrumentos y modelos de todas clases.
En Bensalem hay una esperanza orientada al futuro: esa esperanza es la ciencia aplicada.
Es el papel de la ciencia, y el optimismo que trae consigo, lo que pone a Nueva Atlántida aparte de otras utopías del Renacimiento dentro de la tradición clásica. Hay un carácter utilitario que parecería estar fuera de lugar en una utopía clásica, pero que hace que este texto nos sea cercano y claramente reconocible a los modernos. La Casa de Salomón, institución toral de Bensalem, no es una Academia de la contemplación. La misión de esa hermandad era moderna: “El objeto de nuestra fundación es el conocimiento de las causas y secretas nociones de las cosas y el engrandecimiento de los límites de la mente humana para la realización de todas las cosas posibles". Bensalem era una utopía de lo posible. Lo estético aquí cedía al razonamiento utilitario, que es una anticipación de otra era: “Tenemos grandes y variados huertos y jardines, donde
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