Esta obra se propone atraer la atención de los medios científicos y del gran público sobre uno de los grandes misterios de este mundo.
¿Dejó la Atlántida depósitos de oro y otros tesoros enterrados bajo las Pirámides y la Esfinge, como pretende una antigua tradición?
Con motivo de la Exposición Internacional de 1964, se enterró en Nueva York una cápsula conteniendo 44 objetos, testigos de nuestra época.
Nuestros predecesores históricos pudieron haber actuado del mismo modo, legando a las edades futuras objetos y manuscritos de inapreciable valor.
Andrew Tomas
Los secretos de la Atlántida
ePub r1.0
XcUiDi 19.05.14
Título original: The treasure of the sphinx
Andrew Tomas, 1969
Traducción: Adolfo Martín
Retoque de cubierta: XcUiDi
Editor digital: XcUiDi
ePub base r1.1
A Nicolás Roerich ( 1874-1947 ), pintor, explorador y filósofo,
a quien debemos estos versos dedicados a una raza olvidada:
Nosotros no sabemos, pero ellas sí;
las piedras lo saben, y lo recuerdan.
Unas máquinas surcaban los aires,
un fuego líquido apareció y derramó su luz,
la chispa de la vida y de la muerte.
Masas de piedras surgieron
por la fuerza del espíritu.
Celaban las escrituras, sus sabios secretos
y ahora todo nos es revelado.
PREFACIO
Las páginas que siguen están escritas a lo largo de esa huidiza frontera que separa la ciencia de la fantasía. Heinrich Schliemann paseaba, con la Ilíada de Homero en la mano, cuando encontró la legendaria Troya. El profesor Hermann Oberth me confesó que la lectura de la Tierra a la Luna, de Julio Verne, le indujo a convertir una novela en fórmulas de cohetes. La ficción de hoy será la realidad de mañana.
Esta obra se propone atraer la atención de los medios científicos y del gran público sobre uno de los grandes misterios de este mundo. ¿Dejó la Atlántida depósitos de oro y otros tesoros enterrados bajo las Pirámides y la Esfinge, como pretende una antigua tradición?
Con motivo de la Exposición Internacional de 1964, se enterró en Nueva York una cápsula conteniendo 44 objetos, testigos de nuestra época. Nuestros predecesores históricos pudieron haber actuado del mismo modo, legando a las edades futuras objetos y manuscritos de inapreciable valor.
En 1967, la República Árabe Unida y los Estados Unidos acometieron conjuntamente él «Proyecto de las Pirámides», cuyo objeto es someter estos edificios a las radiaciones cósmicas, a fin de determinar la existencia y la situación exacta de criptas secretas. Las exploraciones en profundidad realizadas en Gizeh podrían culminar en un gran descubrimiento arqueológico.
En nuestra época, en que la ciencia realiza progresos sin parangón en el pasado, parece llegado el momento de explorar ciertos terrenos desconocidos a fin de anticipar y estimular nuevos descubrimientos.
En sus investigaciones, el autor no ha dejado de inspirarse en el precepto de Galileo: «Libremente interrogar y libremente responder».
EL DESTINO DE LA ATLÁNTIDA
EL MAR Y EL VOLCÁN DESATAN SU FUROR CONTRA LA TIERRA
«En un instante, el cielo se volvió completamente negro, y, al instante siguiente, lo vi convertido en un ascua de fuego. La oscuridad y su rápida transformación sobrepasaban todo lo imaginable; si insistiera sobre ello, no se me creería».
Así escribía un testigo de la erupción del Krakatoa en 1833.
La isla de Krakatoa, situada entre Sumatra y Java, fue literalmente levantada, provocando un desgarro del suelo submarino. Una ola de más de treinta metros de altura proyectó grandes buques y pequeñas embarcaciones sobre las costas ribereñas. El fragor de la erupción se oyó hasta en Australia, y la atmósfera sufrió perturbaciones en toda la extensión del globo terrestre.
«La caída cegadora de piedras y arena, la intensa oscuridad, sólo interrumpida por el incesante fulgor de los relámpagos, el constante y sordo rugido del volcán, producían en nosotros una impresión aterradora», cuenta este marino, que asistía al desastre.
Una noche de febrero de 1966, me encontraba yo a bordo de un paquebote que atravesaba el estrecho de la Sonda; el extraño resplandor del Krakatoa proyectaba rojos fulgores sobre el mar y las nubes. En aquel momento me acordé del furor del fuego volcánico y de la marea ascendente del cataclismo del Krakatoa. Pero, con el tiempo, se va esfumado el recuerdo de esta perturbación geológica; sólo los relatos populares evocarán un incidente dramático que se produjo en un pasado lejano. Tal vez sea exactamente esto lo que ha ocurrido con la legendaria Atlántida.
¿Representan en verdad los continentes una morada permanente para las naciones actuales? ¿No abandonarán jamás su lecho los océanos? A esta pregunta sólo podría darse una respuesta negativa, con el apoyo de una larga lista de documentos.
Aunque la Historia, tal como la conocemos, sea demasiado corta para que se pueda hablar de ella en términos de épocas geológicas, nos ha transmitido, no obstante, el recuerdo de importantes cambios geográficos operados en el pasado.
La ciudad etrusca de Spina, mencionada por Plinio el Viejo y por Estrabón como un importante centro del comercio y la civilización, se halla en la actualidad completamente sumergida bajo las olas del Adriático. Dioscurias, la ciudad cercana a Sukumi, que fue visitada por los legendarios argonautas en su travesía del mar Negro, yace hoy bajo las aguas. Fanagorias, importante puerto del mar Negro en la época helénica, está sumergido en el golfo de Tamán.
No se trata solamente de ciudades, sino también de inmensas extensiones de terrenos que desaparecen constantemente en las profundidades de los océanos, y los movimientos tectónicos prosiguen sin cesar en toda la superficie de la Tierra. Si tomamos en consideración estos hechos, la desaparición de la Atlántida bajo las aguas debería parecemos perfectamente verídica.
La tierra se hunde en el mar y emerge de él en un tiempo relativamente muy breve. La simple enumeración de estos cambios geológicos y geográficos que se han producido por doquier en el Globo pone de manifiesto fenómenos sorprendentes. El templo de Júpiter-Serapis fue construido en la bahía de Nápoles el año 105 a. C. Tras haber ido hundiéndose gradualmente en el Mediterráneo, emergió de nuevo, en 1742, de las profundidades del mar. En la actualidad, se está hundiendo otra vez.
La fortaleza de Caravan-Sarai fue construida en 1135 en un islote del mar Caspio. En el transcurso de las generaciones, desapareció lentamente bajo las aguas. Las referencias a este fortín que figuran en las antiguas crónicas fueron consideradas, en definitiva, como pura fábula. Pero, en 1723, el islote se elevó por encima del nivel del mar y es perfectamente visible en la actualidad.
En Jamaica, Port-Royal, que durante mucho tiempo sirvió de albergue a los piratas, fue intensamente estremecido en 1692 por un temblor de tierra, quedando parcialmente cubierto por las aguas. Durante el terremoto de Lisboa de 1755, la altura de las olas alcanzó los diez metros. La mayor parte de la ciudad quedó destruida; sesenta mil de sus habitantes perecieron.
La isla de Faucon o de Jacques-dans-Ia-Boite fue descubierta en el Pacífico meridional por Morell, un explorador español. En 1892, el Gobierno de Tonga hizo plantar en ella dos mil cocoteros, pero dos años más tarde la isla entera desapareció en el océano. En la actualidad, comienza a elevarse de nuevo.