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J . LACAN, «Acerca de la causalidad psíquica»,
A. ARTAUD , Van Gogh, el suicidado por la sociedad,
Fundamentos, Madrid, 1993, pág. 27.
INTRODUCCIÓN
Las psicosis y el vínculo social: este objeto de estudio ha sido constituido a partir de una preocupación mía, la de interrogarme sobre las consecuencias de esta enfermedad mental, la psicosis, en relación con la construcción del vínculo social.
LA CONSTRUCCIÓN DEL VÍNCULO SOCIAL A TRAVÉS DE LA ESTRUCTURA DEL LENGUAJE
La pregunta que me formulé es la siguiente: en el contexto de lo que Freud ha llamado Das Unbehagen in der Kultur (el malestar en la cultura), ¿cómo abordar el vínculo social desde el punto de vista del psicoanálisis? ¿Qué puede enseñarnos el psicoanálisis sobre ello?
Lo primero que aparece es que el vínculo social es abordado por el psicoanálisis a partir de la estructura del lenguaje y del campo de la palabra.
En la correspondencia que mantuvo Émile Durkheim con su sobrino Marcel Mauss
Esta reflexión filosófica, referida al planteamiento de Berkeley y de Kant, es útil a las ciencias sociales en la medida en que pone el acento en la relación entre el sujeto de la palabra y la construcción del vínculo social.
Desde esta perspectiva, mi interrogación se refiere precisamente a la articulación lógica que existe entre el sujeto de la palabra y el vínculo social, teniendo en cuenta el recorte epistemológico introducido por Freud a partir de 1895, es decir, a partir del descubrimiento del inconsciente.
LA DESTRUCCIÓN DEL VÍNCULO SOCIAL POR EL HECHO DE LA ENFERMEDAD MENTAL
La experiencia clínica pone de relieve una paradoja relativa a la psicosis. Muestra que el sujeto psicótico, de una u otra manera, encuentra un lugar en la sociedad, aunque, sin embargo, para él el vínculo social está deshecho. Lo que nos enseña el psicoanálisis es que existe esencialmente una diversidad de «posiciones subjetivas del ser» repartida, de hecho, en diferentes «modos de ser». El «modo de ser» que caracteriza la posición del sujeto psicótico con relación a la estructura del lenguaje consiste en estar dentro de la sociedad y a la vez fuera del vínculo social. El problema que plantea entonces la psicosis es justamente el de la ausencia de vínculo social.
Se tiene tendencia a considerar al sujeto psicótico como una persona irresponsable, es decir, como alguien que no puede responder de sus actos. Es como si sus actos se llevaran a cabo sin razón. En su artículo titulado «Salud mental y orden público», publicado en castellano por la revista Uno por Uno, n.º 34,
El sujeto psicótico tiene una posición tal respecto del lenguaje y de la palabra que le es imposible responder de un enunciado a causa de su relación con la enunciación. Hay allí, pues, un impasse real. El obstáculo con el que se encuentra el investigador, interesado en las palabras y los escritos de un sujeto psicótico, es que toma en cuenta lo que dice éste, mientras que el sujeto es incapaz de asumir la responsabilidad de lo que dice. Por eso, como ha mostrado Freud, desde 1895, en su «Manuscrito H», el psicótico rechaza la culpabilidad. Niega, dice Freud, el reproche, que hace del sujeto del inconsciente un culpable, incluso un acusado. Acusa, por el contrario, al otro de la falta, no la pone a su cuenta, la pone a cuenta del otro. Como indica Jacques-Alain Miller en el artículo citado: «Ese al que llamamos un paranoico está en la posición subjetiva del acusador, no del acusado».
El sujeto psicótico está excluido del vínculo social en la medida en que rechaza la culpabilidad. Freud considera, en efecto —esto ha sido retomado por Paul-Laurent Assoun y Markos Zafiropoulos en sus trabajos— que la culpabilidad —por el sesgo del asesinato del padre— es lo que funda el vínculo social.
En ese sentido, el sujeto psicótico no cree en el padre. Para él no hay padre. Él rechaza, se puede decir, la «seducción paterna» y, como cuenta el poema de Jacques Prévert «La pesca de la ballena», considera al padre como un impostor. De modo que niega el vínculo que se transmite principalmente de padre a hijo. Para él, el nudo está desanudado, no hay vínculo que se mantenga.
EL CONCEPTO PSICOANALÍTICO DE VÍNCULO SOCIAL
El vínculo social puede definirse, desde el punto de vista de la orientación lacaniana del psicoanálisis, a partir del concepto de discurso, tal como el doctor Jacques Lacan lo ha elaborado, y, a la vez, a partir de la noción de estructura, que Lacan concibe con la forma de un nudo existente entre esas tres categorías distintas que son lo real, lo simbólico y lo imaginario. Sobre ese punto, desde el principio de su enseñanza, el doctor Lacan se ha referido a Lévi-Strauss y a su Antropología estructural.
En su artículo titulado «Clinique ironique», aparecido en el n.º 23 de la revista La Cause freudienne, Jacques-Alain Miller destaca el hecho de que la neurosis se construye como una defensa: el sujeto se defiende contra lo real con lo simbólico. Esa tesis puede deducirse particularmente de los primeros escritos de Freud, que datan de 1893-1895, sobre die Abwher-neuropsychosen («las neuropsicosis de defensa»).
— La neurosis es una construcción que está erigida sobre la base de la cadena significante, con el fin de evitar el choque del encuentro con lo real. La cadena significante, cuya lingüística, la primera, como señala Lévi-Strauss, fue intuida, cumple la función de medio de defensa contra aquello que es rechazado fuera del lenguaje. Para el neurótico, lo simbólico es distinto de lo real, lo simbólico no es lo real. Una barrera protege al sujeto neurótico contra lo que está «fuera de discurso». Por eso, para el sujeto neurótico, lo simbólico tiene el valor de un semblante: de una suerte de creación, de ficción, de artificio.
— En cambio, la ironía propia de la esquizofrenia viene, como ha mostrado Jacques-Alain Miller en su artículo, del hecho de que le es imposible defenderse de lo real con lo simbólico. La cadena significante está desanudada; cada elemento del conjunto de los significantes carece de vínculo con los otros. El choque del encuentro con lo real no puede evitarse. Joyce evoca, especialmente en sus «Epifanías», la resonancia de perplejidad y de desesperación que provoca, en el sujeto psicótico, ese choque. Lo simbólico es real. Como dice Freud, la palabra es la cosa misma. Adelantar que, como ha hecho el doctor Lacan, para el esquizofrénico, el vínculo social no se mantiene implica entonces que está excluido del discurso (tal como lo concibe el doctor Lacan), que está «fuera de discurso» y, al mismo tiempo, que el nudo que anuda lo real, lo simbólico y lo imaginario, se deshace.
De ahí la pregunta que surge inmediatamente con insistencia: si el vínculo social no existe para el sujeto psicótico, como Samuel Beckett ha manifestado reiteradamente de una manera admirable a lo largo de toda su obra, ¿qué es capaz de suplir esa falta?