Las psicosis infantiles se caracterizan por una gran desconfianza del niño hacia el mundo exterior, que en el caso del autismo puede ser visible desde los primeros meses de vida y empujar al niño a crearse un mundo «sin recurrir a nadie más que a él mismo». Las hipótesis de una génesis orgánica del autismo explican solamente una mayor fragilidad en estos sujetos a nivel estadístico. Falta explicar por qué la gran mayoría de personas afectadas por cualquier síndrome orgánico al que se atribuye el autismo no son de hecho ni autistas ni psicóticos. Con la hipótesis de la organogénesis, la distinción entre autismo y otras enfermedades con rasgos autistas no tiene ya sentido. El resultado es una verdadera «epidemia» de autismo, es decir, el aumento de casos comprobados al mil por ciento en pocos años. Para afrontar tal «epidemia» se apuesta, sobre todo en Estados Unidos, por importantes inversiones en terapias de tipo educativo-comportamental. Pero los autistas no son discapacitados que deben ser formados, sino sujetos que tienen dificultades a causa de un trastorno que no está localizado en los pliegues del cerebro, sino en lo simbólico.
Martin Egge
El tratamiento del niño autista
ePub r1.1
Titivillus 30.12.15
Título original: La cura del bambino autistico
Martin Egge, 2006
Traducción: Susana Lauro
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
A TODOS LOS NIÑOS QUE SE ESCUCHAN A ELLOS MISMOS
Y A LOS QUE DESEAN ENTENDERLES
AGRADECIMIENTOS
Doy las gracias a mis maestros: Jacques-Alain Miller, por la traducción lógica que ofrece de la lectura de Lacan, y Antonio Di Ciaccia, que, con la fundación de Antenne 110 de Bruselas, ha inventado un modelo de trabajo que posibilita la aplicación de los principios del psicoanálisis de Freud y Lacan a sujetos —niños autistas y psicóticos— a los cuales el setting tradicional no se adapta, y quien, junto a Virginio Baio, su sucesor en la dirección terapéutica de Antenne 110, ha ofrecido un aporte fundamental en la conducción de las supervisiones que se hicieron de manera permanente con el equipo.
Sin ellos, Antenna 112 de Venecia no sería lo que es.
Quiero expresar mi agradecimiento a quienes me han apoyado en la realización del proyecto Antenna 112. En primer lugar a los operadores, que se han dedicado con mucha curiosidad, coraje y humildad al trabajo cotidiano con nuestros niños; a Alberto Donaggio, director administrativo del Buon Pastore de Venecia, que desde el principio ha apoyado de manera excelente el proyecto, y a todo el Consejo del Buon Pastore.
Doy las gracias a los niños que nos han enseñado y que nos enseñan todavía cosas nuevas y a los padres que nos han mostrado su confianza.
Me siento particularmente agradecido a Chiara Mangiarotti, compañera de una vida, que me ha apoyado desde el inicio de la fundación de Antenna 112, con quien he discutido los argumentos principales de este trabajo y cuya ayuda no ha sido menos preciosa para la revisión del texto.
Por fin, deseo expresar mi agradecimiento a Enrica Bortolini, que pacientemente ha contribuido a la redacción de este texto, y a Isabella Ruol, cuyo aporte ha sido fundamental para convertirlo en un libro.
PRÓLOGO
Nada provoca tanto desconcierto como la locura en un niño. Sin embargo, ésta existe. Generalmente no se presenta con las mismas particularidades que podemos observar en los adultos —entre quienes prevalece lo irracional y cuya falta de cordura se localiza por las diferencias que muestran respecto al sentir común o a la convivencia humana—; en el niño pequeño la locura se manifiesta con una rígida clausura, tan total como inexplicable, al menos aparentemente. De nada sirven el amor, la dedicación de los padres, de los familiares y de los educadores. El niño está cerrado al otro, y así permanece a pesar de los cuidados y los estímulos. Su mundo se reduce a un horizonte extremadamente restringido en el que prevalecen gestos repetidos; su espacio no se amplía con el juego y sólo se limita a algún objeto, a alguna cosa mínima que sin embargo no llega a adquirir ese valor de cambio que lo abriría a la socialización y a la integración con sus coetáneos. Otras veces la locura, aun en niños muy pequeños, se presenta bajo la forma de una precoz pero inquietante mirada sobre el mundo, como si el niño lograra penetrar más allá de las apariencias y pudiera impunemente vislumbrar la realidad tal y como es, más allá de la que generalmente se puede ver, y pudiera desde allí interrogar la lábil verdad de las cosas. No se trata de la misma locura, pero se trata siempre de locura. En el primer caso hablaremos de autismo; en el segundo caso, de psicosis.
El libro de Martin Egge, neuropsiquiatra infantil y psicoanalista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, nos introduce en los arcanos de la locura infantil y en el esfuerzo por intentar afrontarla. Este libro es el fruto de un trabajo personal llevado a cabo durante años, no solamente derivado de lo que podemos llamar su profesión privada, sino también de un trabajo institucional, pues Egge ha fundado —en el ámbito de las Opere Riunice Buon Pastore de Venecia— dos instituciones que atienden a niños enfermos de autismo y de psicosis.
Su referente, como también el del equipo que anima, es el psicoanálisis freudiano en la enseñanza de Lacan. Es el mismo referente que inspiró, y sigue inspirando, a aquella primera institución en el campo freudiano que, desde la década de 1970, trata de afrontar con una labor clínica cotidiana y continuada estos delicados problemas: la Antenne 110 que puso en marcha en Bruselas y el método de trabajo —denominado más tarde por Jacques-Alain Miller pratique-à-plusieurs— adecuado para tales situaciones. Por decirlo brevemente, se trata de atesorar el saber que nos da el psicoanálisis sobre el funcionamiento de la psique humana, pero sin aplicar forma alguna de terapia psicoanalítica: lo importante es, gracias al psicoanálisis, crear un lugar de vida en consonancia con las exigencias de la psique, capaz de afrontar los obstáculos y las dificultades que encuentra el niño afectado de autismo o de otras formas de psicosis. Nuestro objetivo nunca ha sido el de formarlo o educarlo forzadamente, sino el de estimularle el deseo y ofrecerle herramientas apropiadas y en consonancia con la estructura de su psique.
Martin Egge ha conseguido, con su libro, ofrecer al lector un cuadro amplio y bien articulado de la teoría y de la práctica clínica que se aplica hoy en el campo freudiano.
ANTONIO DI CIACCIA
A MODO DE PREFACIO
Mi padre era radiólogo, atendía a sus pacientes en la oscuridad por las insuficientes condiciones tecnológicas y estaba separado de ellos por una gran máquina. Después de mi primer encuentro en Viena, en 1972, con un niño autista que no hablaba pero que cantaba cancioncitas con palabras perfectamente articuladas, la sorpresa me llevó a la idea de «radiografiar» a estos niños tan especiales, pero no con un instrumento que mantuviera las distancias, sino mediante un encuentro que me permitiera entrar en su mundo. Así, quedé «contagiado» por el fascinante virus de este universo singular y abandoné la idea de ser pediatra. Debieron pasar todavía varios años para que, a través de Lacan, pudiera satisfacer, siquiera parcialmente, mi deseo de saber respecto a estos niños, incomprensibles sólo en apariencia.