Roger Bartra - Territorios del terror y la otredad
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- Libro:Territorios del terror y la otredad
- Autor:
- Editor:Fondo de Cultura Económica
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- Año:2013
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Territorios del terror y la otredad: resumen, descripción y anotación
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Roger Bartra
Territorios del terror
y la otredad
Primera edición (Pre-Textos), 2007
Primera edición (FCE), 2013
Primera edición electrónica, 2013
D. R. © 2007, Roger Bartra
D. R. © 2013, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.
Empresa certificada ISO 9001:2008
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ISBN 978-607-16-1488-9 (ePub)
978-607-16-1534-3 (mobi)
Hecho en México - Made in Mexico
Índice
Prólogo
EL SIGLO XX NACE EN OCCIDENTE BAJO LOS SIGNOS DEL TERROR y la otredad. Estas dos figuras tienen una larga historia, pero hoy su presencia parece más agigantada que nunca.
Este libro ofrece una aproximación antropológica a los problemas actuales generados por el terror y la otredad, una pareja inseparable en nuestra cultura. El terrorismo hunde sus raíces en la defensa de alteridades religiosas, étnicas o nacionales que se sienten amenazadas. ¿Puede el relativismo antropológico justificar los escalofriantes actos terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y del 11 de marzo de 2004 en Madrid? Propongo discutir al respecto las ideas de algunos pensadores y escritores para buscar soluciones al conflicto entre tolerancia democrática y agresividad fundamentalista.
¿Es necesario tolerar y respetar expresiones religiosas o políticas intolerantes?
El relativismo —que acepta como igualmente válidas todas las expresiones culturales
— ha contribuido a implantar la tolerancia en la cultura moderna. Pero al mismo tiempo corre el riesgo de legitimar actos de terrorismo y crueldad que atentan contra la civilidad democrática. El fundamentalismo actúa con la fuerza de las profundas raíces que crecen en los territorios culturales. Se cree que este problema es agudizado por la llamada globalización, que produce la desterritorialización de las culturas y el trágico desarraigo de las expresiones artísticas. ¿Cómo afectan las fronteras entre los diversos territorios a la creatividad de los pueblos que los habitan? ¿Cómo valorar las emanaciones artísticas y literarias que provoca la pertenencia real o mítica a una tierra?
Los miedos que despierta la otredad no sólo provienen de los crecientes flujos migratorios que erosionan las homogeneidades culturales tradicionales. Son estimulados por una compleja cosmografía de otredades míticas que describe las angustias del Occidente posmoderno. Por ello, conviene dar una ojeada a las imágenes de la otredad salvaje que nos han legado los artistas vanguardistas. Conviene además observar la manera en que se han visto los mitos antiguos y primitivos como expresiones de una misteriosa otredad. Como complemento, este libro ofrece un breve examen de la forma en que uno de los padres de la antropología —Lewis H. Morgan— concibió el lugar de las otredades salvajes y bárbaras en el gran teatro del progreso humano hacia la civilización. Y como punto final, se invita a un relampagueante viaje al pasado lejano por el exotismo de la locura melancólica, un inquietante y esponjoso espacio de alteridades transgresivas.
Las partes de este libro componen un mosaico extraño armado para invitar al lector a la reflexión y a la discusión. De ninguna manera pretenden ofrecer una exploración exhaustiva de los territorios del terror y la otredad. Sí buscan, en cambio, tocar algunos puntos sensibles y acaso dolorosos o incómodos que me parecen reveladores de los tiempos que vivimos.
I. Las redes imaginarias del terror político
EL PODER SUELE FASCINAR A LOS ANTROPÓLOGOS PORQUE NOS ofrece un variado abanico de espectáculos atractivos, mitos reveladores y simulacros curiosos. Las formas modernas del poder no son menos floridas que las antiguas y tradicionales. Desde mediados del siglo XX, por ejemplo, los militares en los Estados Unidos han realizado un simulacro ritual, cuatro veces al año, en los extensos territorios de Fort Bragg, en Carolina del Norte. El simulacro consiste en que han inventado un país llamado Pineland donde durante 19 días un grupo selecto de soldados se entrena en la lucha, apoyando a un grupo de rebeldes nativos, contra un gobierno represivo y tiránico. El juego se practica en una zona boscosa y en una extensa área poblada que abarca 10 condados rurales, y suele solicitar la actuación de civiles y fuerzas de la policía local para dar realismo a los combates. Los militares actúan vestidos de civiles con armas reales, pero con municiones de salva. El sábado 23 de febrero del año 2002 un par de soldados que se entrenaban en Pineland circulaban en un camión conducido por un civil que actuaba como colaborador nativo. Transitaban por una carretera del condado de Moore, cerca del pueblo de Robbins. A esa misma hora, hacia las dos y media de la tarde, un sheriff del condado vigilaba la carretera. Nadie le había advertido que se hallaba en el mítico país de Pineland, creado por los militares. Vio pasar un vehículo sospechoso y lo detuvo para investigarlo. Los soldados vestidos de civil estaban convencidos de que era un reto que formaba parte del simulacro. Ellos debían mostrar sus habilidades tácticas y capacidad de supervivencia. En lugar de identificarse, se defendieron e intentaron sacar sus armas de la mochila, creyendo que el sheriff era un actor en Pineland. El sheriff, nervioso y más rápido que ellos, les disparó. Uno de ellos murió y el otro quedó gravemente herido. El portavoz de Fort Bragg declaró después que había habido un malentendido y falta de comunicación, y que los atuendos civiles se habían usado siempre en ejercicios diseñados para probar las habilidades en el trato con la gente, así como para entrenarlos en ética, capacidad de juicio y agilidad en la toma de decisiones en ese país ficticio que es Pineland.
¿Ficticio? Es posible que este universo paralelo sea inventado, pero lo que allí sucede no ha escapado a la mirada escrutadora de los antropólogos. Una antropóloga que vivía en la región, Catherine Lutz, se dio cuenta del profundo significado de lo que ocurre en ese país exótico e imaginario, y escribió al respecto un artículo iluminador en el New YorkTimes.
La profesora de la Universidad de Carolina del Norte, que ha estudiado durante años la cultura militar de Fort Bragg, señala que detrás de Pineland descubrimos otras historias sobre lo que han hecho realmente los militares estadunidenses en Guatemala, El Salvador o Vietnam al apoyar a gobiernos corruptos y dictatoriales. Relata que cuando visitó el 9
Se advierte así a los trabajadores latinos de que aquello no es México, y no se les aclara que están en ese país imaginario donde los soldados yanquis encuentran un pueblo amigo que les ayuda a derrocar un gobierno maligno. Pero los sheriffs del gobierno, como en las buenas películas del Oeste, desenfundan rápido su pistola, eliminan a los extraños forajidos y nos devuelven a la realidad.
Legitimidades posmodernas
¿A la realidad? Eso que llamamos nuestra realidad política contemporánea no se puede comprender sin tomar en consideración las extensas redes imaginarias del poder. Estas redes permiten explicar las nuevas formas que alimentan y reproducen la legitimidad de los Estados posmodernos, como complemento cada vez más indispensable de los tradicionales mecanismos de representación democrática. He desarrollado esta idea desde hace varios años, y la he aplicado a las condiciones europeas de los años setenta, vierte así a los trabajadores latinos de que aquello no es México, y no se les aclara que están en ese país imaginario donde los soldados yanquis encuentran un pueblo amigo que les ayuda a derrocar un gobierno maligno. Pero los a la vida política mexicana de los años posrevolucionarios y a las reacciones del gobierno de los Estados Unidos después del fin de la Guerra Fría. Estas redes imaginarias generan constantemente los mitos polares de la normalidad y la marginalidad, de la identidad y la otredad, y cristalizan en simulacros estrechamente ligados a los procesos de dislocación crítica típicos de las sociedades posmodernas. He contado el incidente en el país ficticio de Pineland porque de forma sintética permite dibujar una imagen de las funciones legitimadoras de las redes imaginarias. Se trata de un proceso de estimulación y creación de franjas marginales de terroristas, sectas religiosas, enfermos mentales, desclasados, indígenas, déspotas musulmanes, minorías sexuales, guerrilleros, emigrantes ilegales exóticos, mafias de narcotraficantes y toda clase de seres anormales y liminales que amenazan con su presencia —real e imaginaria— la estabilidad de la cultura política hegemónica. En este escenario lleno de peligrosos enemigos, los superhéroes de la normalidad democrática occidental y los representantes de la mayoría silenciosa deben prepararse para combatir al mal: se trata de batallas con un alto contenido imaginario y alegórico, pero no son inexistentes o irreales. Es curioso y sintomático que un portavoz de Fort Bragg declarase orgulloso que soldados que regresaban de la guerra en Afganistán habían afirmado que su tarea allá había sido «una imagen en espejo» de cuanto habían entrenado en Pineland.
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