Robert Sapolsky
Traducido por Josefina Ruiz
Título original: A Primate's Memoir: A Neuroscientist's Unconventional Life Among the Baboons (2002)
© Del libro: Robert M. Sapolsky
© De la traducción: Josefina Ruiz Hernández
Edición en ebook: abril de 2016
© De esta edición:
Capitán Swing Libros, S.L.
Rafael Finat 58, 2º4 - 28044 Madrid
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ISBN DIGITAL: 978-84-945311-4-9
© Diseño gráfico: Filo Estudio www.filoestudio.com
Corrección ortotipográfica: Laura Rivero
Maquetación ebook: Caurina Diseño Gráfico www.caurina.com
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Robert Sapolsky
(Estados Unidos, 1957)
Sapolsky es un reconocido científico y escritor estadounidense, actualmente profesor de Ciencias Biológicas y Neurología en la Universidad de Stanford, con estancias en varios departamentos como ciencias de la vida, neurología y neurocirugía. También es investigador asociado en el Museo Nacional de Kenia. Ha recibido numerosos premios, como la beca MacArthur, el Premio Presidencial de Jóvenes Investigadores de la Fundación Nacional de Ciencias, y el premio al Investigador Joven del Año.
Como neuroendocrinólogo, centró su área de investigación en los problemas de estrés y la degeneración neuronal, así como en las posibilidades de las estrategias de terapia génica para la protección de las neuronas sensibles a la enfermedad. Actualmente está trabajando en las técnicas de transferencia genética para fortalecer las neuronas contra los efectos discapacitantes de los glucocorticoides. Sapolsky visita Kenia cada año para estudiar una población de monos salvajes con el fin de identificar las fuentes de estrés en su entorno, y la relación entre personalidad y patrones de enfermedades ligadas al estrés en estos animales. Más específicamente, Sapolsky estudió los niveles de cortisol entre el macho alfa, la hembra y los subordinados, para determinar los distintos niveles de estrés.
Agradecimientos
L a presente obra es una recopilación de historias basadas en los más de veinte años que pasé trabajando de forma intermitente en un parque nacional de África oriental. Se trata de historias reales, pero, como suele suceder en estos casos, al redactarlas me he tomado unas pequeñas libertades de carácter literario que quisiera describir a continuación. La historia de Wilson Kipkoi es cierta en su mayor parte; sin embargo, se han cambiado los nombres y algunos otros detalles para proteger el anonimato de los protagonistas. Lamentablemente, hasta el último detalle del terrible capítulo final es auténtico, aunque también he modificado unos cuantos nombres y algunos hechos dolorosos. He ampliado la cronología de los distintos capítulos en algunas partes y la he reducido en otras. En ciertos casos, he alterado el orden de las historias; en cambio, he relatado las vidas de los babuinos tal como sucedieron. Por último, hay personas y babuinos concretos que son una síntesis de varios miembros de sus respectivas especies. Mi objetivo era mantener constante el número de personajes que formaban parte de las diferentes historias: por ejemplo, dentro del elenco humano, es posible que un guarda forestal, un operador turístico o un determinado camarero de hotel sea un compendio de distintos individuos. En el caso de los babuinos, todos los personajes importantes existen en la realidad, y lo mismo puede decirse de los seres humanos que desempeñan un papel fundamental en la historia: Richard, Hudson, Laurence de las Hienas, (la difunta) Rhoda, Samwelly, Soirowa, Jim Else, Mbarak Suleman, Ross Tarara y, por supuesto, Lisa son, en su totalidad, personajes reales. En cuanto a mí, creo que no soy ningún híbrido, al menos que yo sepa.
Hay una serie de personas que me ayudaron a verificar los datos, bien leyendo una parte de este libro o bien, como en el caso de Soirowa, que no sabe leer, escuchando algunos capítulos para comprobar que los hechos se produjeron tal como ellas los recuerdan. En este sentido, deseo expresar mi agradecimiento a Jim Else, Laurence Frank, Richard Kones, Hudson Oyaro y Soirowa. También estoy muy agradecido a Colin Warner por haber comprobado algunos datos de carácter formal en la biblioteca, y a John McLaughlin, Anne Meyer, Miranda Ip y Mani Roy por haberme ayudado a corregir las pruebas del manuscrito. Quiero dar las gracias a Dan Greenwood y a Carol Salem por haber compartido conmigo algunas anécdotas relacionadas con sus viajes por África oriental, y a Jonathan Cobb, Liz Ziemska y Patricia Gadsby por haber leído hace unos años lo que por entonces no era sino un mero borrador del libro y por haberme proporcionado unos consejos estilísticos de inestimable valor.
La financiación de la presente obra ha sido posible gracias a la colaboración de instituciones como el Club de Exploradores, la Fundación Harry Frank Guggenheim, la Fundación MacArthur y la Fundación Templeton, a los que no sólo agradezco su generosidad, sino también la extraordinaria flexibilidad que mostraron al hacerse cargo de las peculiares exigencias del trabajo de campo; lo menos que puedo hacer es darles las gracias por aceptar recibos y presupuestos en libros de cuentas empapados de agua y (literalmente) apolillados. Deseo mostrar mi agradecimiento al Instituto de Investigación de Primates y a los Museos Nacionales de Kenia por haberme dado la oportunidad de colaborar con ellos, y a la oficina del presidente de la República de Kenia, por haberme permitido investigar durante todos estos años. Dos colegas, Shirley Strum, de la Universidad de California en San Diego, y Jeanne Altmann, de la Universidad de Princeton, han abierto para mí sus campos de trabajo como parte del acuerdo de colaboración al que habíamos llegado; una experiencia por la que les estoy muy agradecido. Y quiero dar las gracias a una serie de personas que me enseñaron algunos aspectos de la técnica del trabajo de campo y me ayudaron a reunir datos durante las primeras sesiones del mismo: Davie Brooks, Denise Costich, Francis Onchiri y Reed Sutherland.
Doy gracias a mi agente, Katinka Matson, por su enorme apoyo y por la pericia que ha demostrado poseer al hacer realidad este libro, y a mi editora, Gillian Blake, y a su ayudante, Rachel Sussman, por haber tenido la extraordinaria gentileza de indicarme que el manuscrito presentaba una serie de deficiencias que cualquiera que no fuera un científico habría aprendido a solventar en un taller de escritura. Ha sido un placer trabajar con todas vosotras.
Y, finalmente, deseo dar las gracias a mi mujer, Lisa, el amor de mi vida, que ha tenido que escuchar muchas de estas historias infinidad de veces. Un apunte final: los expolios y saqueos del colonialismo en África son cosa del pasado. Sin embargo, con frecuencia Occidente sigue explotando el continente africano de maneras mucho más sutiles, incluso con las mejores intenciones. Llevo más de media vida vinculado a África y siento un gran cariño, respeto y gratitud hacia aquella tierra y hacia los amigos que viven allí. Por mi parte, espero de todo corazón no haber adoptado sin darme cuenta una actitud explotadora en estos escritos. Es lo último que habría querido hacer.
Los babuinos: las generaciones de Israel