Un examen minucioso del comportamiento humano y una respuesta a la pregunta: ¿por qué hacemos las cosas que hacemos? Sapolsky analiza los factores en juego, desde el momento previo hasta los factores arraigados en la historia de nuestra especie y su legado evolutivo. Partiendo de una explicación neurobiológica —¿qué sucedió en el cerebro de una persona un segundo antes de que se comportara así?, ¿qué visión, sonido u olor hicieron que el sistema nervioso produjera ese comportamiento?—, pasamos a pensar en el mundo sensorial y la endocrinología: ¿cómo fue influenciado ese comportamiento por cambios estructurales en el sistema nervioso durante los meses anteriores, por la adolescencia, la infancia y la vida fetal de esa persona, e incluso por su composición genética? Y, más allá del individuo, ¿cómo dio forma la cultura al grupo de ese individuo, qué factores ecológicos milenarios formaron esa cultura? El resultado es uno de los recorridos más deslumbrantes de la ciencia del comportamiento humano jamás propuestos, que puede responder a muchas preguntas profundas y espinosas sobre el tribalismo y la xenofobia, la jerarquía, la competencia, la moral y el libre albedrío, la guerra y la paz.
»Mejor Libro de Ciencia 2017 (Washington Post, Wall Street Journal y New York Times)
Robert M. Sapolsky
Compórtate
La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos
Título original: Behave: The Biology of Humans at Our Best and Worst
Robert M. Sapolsky, 2017
Traducción: Pedro Pacheco González, 2018
Revisión: 1.0
18/06/2019
Autor
ROBERT MORRIS SAPOLSKY: (Brooklyn, Estados Unidos, 6 de abril de 1957) es un reconocido científico y escritor estadounidense, actualmente profesor de Ciencias Biológicas y Neurología en la Universidad de Stanford, con estancias en varios departamentos como ciencias de la vida, neurología y neurocirugía. También es investigador asociado en el Museo Nacional de Kenia. Ha recibido numerosos premios, como la beca MacArthur, el Premio Presidencial de Jóvenes Investigadores de la Fundación Nacional de Ciencias, y el premio al Investigador Joven del Año.
Como neuroendocrinólogo, centró su área de investigación en los problemas de estrés y la degeneración neuronal, así como en las posibilidades de las estrategias de terapia génica para la protección de las neuronas sensibles a la enfermedad. Actualmente está trabajando en las técnicas de transferencia genética para fortalecer las neuronas contra los efectos discapacitantes de los glucocorticoides. Sapolsky visita Kenia cada año para estudiar una población de monos salvajes con el fin de identificar las fuentes de estrés en su entorno, y la relación entre personalidad y patrones de enfermedades ligadas al estrés en estos animales. Más específicamente, Sapolsky estudió los niveles de cortisol entre el macho alfa, la hembra y los subordinados, para determinar los distintos niveles de estrés.
Notas
[1] R. Byrne, «Game 21 Adjourned as Thrust and Parry Give Way to Melee», New York Times, 20 de diciembre de 1990.
[2] Si se desea leer algún artículo sobre estos temas «asequibles», vea M. Winklhofer, «An Avian Magnetometer», Sci 336 (2012): 991; y L. Kow y D. Pfaff, «Mapping of Neural and Signa] Transduction Pathways for Lordosis in the Search for Estrogen Actions on the Central Nervous System», BBR 92 (1998): 169.
[3] J. Watson, Behaviorism, 2.a ed. (Nueva York: Norton, 1930).
[4] Poco después de haber realizado este dictamen, Watson dejó la universidad en medio de un escándalo sexual. Finalmente, reapareció como vicepresidente de una empresa publicitaria. No puedes convertir a la gente en aquello que deseas, pero, al menos, sí que puedes hacer que compren alguna fruslería inútil. Ed. J. Todd y E. Morris, Modern Perspectives on John B. Watson and Classical Behaviorism (Westport, CT: Greenwood Press, 1994); H. Link, The New Psych of Selling and Advertising (Nueva York: Macmillan, 1932).
[5] E. Moniz, citado en T. Szasz, Schizophrenia: The Sacred Symbol of Psychiatry (Siracusa, NY: Syracuse University Press, 1988).
[6] K. Lorenz, citado en R. Learner, Final Solutions: Biology, Prejudice, and Genocide (University Park: Penn State Press, 1992).
[7] Para un análisis de las actividades de Lorenz durante la época nazi vea B. Sax, «What is a “Jewish Dog”? Konrad Lorenz and the Cult of Wildness», Soc and Animáis 5 (1997): 3; U. Deichman, Biologists Under Hitler (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1999); y B. Muller-Hill, Murderous Science; Elimination by Scientific Selection of jews, Gypsies, and Others, Germany 1933-1945 (Oxford, GB: Oxford University Press).
[8] Martha McClintock de la Universidad de Chicago fue la primera en informar sobre el efecto Wellesley: M. McClintock, «Menstrual Synchrony and Suppression», Nat 229 (1971): 244. Mientras que hay diversos estudios que han podido replicar el efecto Wellesley, otros no, como se resume en H. Wilson, «A Critical Review of Menstrual Synchrony Research», PNE 17 (1992): 565. Se puede encontrar una crítica a esa revisión en M. McClintock, «Whither Menstrual Synchrony?» ARSR 9 (1998): 77.
[9] V. S. Naipaul, Entre los creyentes: Un viaje por tierras del islam (Barcelona: Quarto, 1984). Y como libro definitivo de este campo de la biología del comportamiento, vea M. Konner, The Tangled Wing: Biological Constraints on the Human Spirit (Nueva York: Henry Holt, 2003). Se trata del mejor libro que existe sobre la biología del comportamiento social humano —sutil, lleno de matices, desprovisto de dogmatismos y maravillosamente escrito— por el antropólogo y médico Mel Konner. Tuve la inmensa fortuna de que Konner fuese mi asesor académico y mentor cuando yo era estudiante, y me causó un gran impacto intelectual como nadie lo ha conseguido en mi vida. Aquellos que conocen a Mel reconocerán su impronta intelectual en cada una de las páginas de este libro.
[10] Hace poco encontré un ejemplo asombroso de una forma poco convencional de definir los términos. La hizo Menachem Begin, uno de los sorprendentes arquitectos del acuerdo de paz de Camp David en 1978, cuando era primer ministro de Israel. A mitad de la década de 1940, dirigió el Irgún, el intento del grupo sionista paramilitar de echar a Gran Bretaña de Palestina para así poder facilitar la creación de Israel. El Irgún recaudó dinero a través de la extorsión y el robo, colgó a dos soldados británicos que había capturado, convirtió sus cuerpos en bombas, y llevó a cabo una serie de atentados, incluido, por encima de todos los demás, un ataque sobre el cuartel general británico situado en el hotel Rey David de Jerusalén, un acto que mató no solo a un buen número de oficiales británicos, sino también a civiles árabes y judíos. Y ¿cómo califica Begin estos hechos? «Históricamente no éramos “terroristas”. Éramos, estrictamente hablando, antiterroristas» (el énfasis lo he puesto yo). F. Gervasi, T he Ufe and Times of Menachem Begin (Nueva York: Putnam, 1979).
[11] Para un buen análisis de estas distinciones, vea K. Miczek