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N UEVE DE CADA DIEZ DESASTRES
PREFIEREN A C HILE
La catástrofe que termina por ocurrir nunca
es aquella para la cual uno se ha preparado.
M ARK T WAIN
«Nueve de cada diez desastres prefieren a Chile», reza un chiste fatalista. Razón no le falta, pues el país destaca en el ranking mundial de riesgo por fenómenos naturales destructivos. En el listado de los 171 países más expuestos a sufrir desastres naturales —el World Risk Index—, Chile figura en el puesto veintidós. El territorio es sacudido por terremotos, maremotos, erupciones volcánicas, marejadas destructivas, inundaciones, aluviones y, cómo no, megaincendios forestales.
Sin embargo, y gracias a una modesta pero razonable infraestructura y capacidad de respuesta, el país ha logrado disminuir el impacto de los embates naturales. Uno de los motivos que explica lo anterior radica en que, si bien la naturaleza no es controlable, sí es posible mitigar los alcances de ciertos fenómenos e impedir que se conviertan en desastres. Mucho depende de lo que se denomina «infraestructura clave» o «infraestructura crítica», lo que incluye en primer término carreteras, puertos y aeropuertos.
Sobre estas últimas descansa la capacidad de evacuar a la población o montar despliegues logísticos para socorrerla en caso de emergencia. El otro factor clave es el grado de organización del Estado y del conjunto de la sociedad.
Es indispensable comprender, a pesar de lo anterior, que la naturaleza no es controlable. Cabe evocar el dicho de que Dios perdona siempre, los hombres a veces, pero la naturaleza jamás. La única ley inquebrantable es la de la gravedad.
Un desastre para los humanos
Desastres de diversa índole suceden en todo el mundo. En 2015, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) consignó 346 eventos catastróficos, que dejaron veintidós mil muertos y cien millones de personas afectadas. El costo económico de estos episodios ascendió a sesenta y seis mil millones de dólares. La oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios afirma que cada año, «una media de doscientas veintidós millones de personas se ven directamente afectadas por los desastres naturales, lo que representa cinco veces el número de víctimas de conflictos».
Fuente: Oficina de las Naciones Unidas para la reducción de riesgos y catástrofes (CRED)
Fuente: Oficina de la Organización de Naciones Unidas para la reducción de riesgos de desastres (CRED). Si se clasifican los desastres por el número de víctimas, se aprecia que Chile está excluido de las mayores catástrofes. Pero distinto sería el cuadro si este considerara la severidad de los fenómenos.
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S UPERVIVENCIA
«Desde que hay vida, hay peligro.»
R ALPH W ALDO E MERSON
Sobrevivir es la capacidad de preservar la vida después de un determinado suceso. Lograrlo en condiciones de peligro inmediato requiere de fortaleza mental, resistencia física y capacidad para actuar en un medio adverso. La primera regla es, por tanto, la capacidad de autopreservación. Esto puede parecer una perogrullada y, sin embargo, ocurre con frecuencia que por socorrer a otros se descuida la propia seguridad. Antes del despegue, se advierte en los aviones que en caso de que la aeronave sufra una descompresión, caerán mascarillas dispensadoras de oxígeno. La recomendación es que antes de ayudar a cualquier persona que viaje con usted, proceda en primer lugar a colocarse el dispositivo. Lo mismo vale ante una serie de emergencias. Tenga como prioridad mantenerse lúcido y físicamente sano: será de mayor utilidad para otros.
Por cierto, la fortaleza mental requerida no proviene solo de las fuerzas interiores de una persona. El conocimiento de las circunstancias, de la naturaleza del peligro, es clave para enfrentar los temores. El miedo suele ser proporcional al desconocimiento de los retos enfrentados. Si además tiene alguna experiencia para superar los escollos, estará ya más seguro acerca de cómo sortear el trance. Siempre ayuda contar con las herramientas adecuadas para salir del aprieto. En estas situaciones, una pequeña mochila con elementos indispensables marca una enorme diferencia.
Ante cualquier amenaza, lo primero es identificarla. De dónde proviene y cuál es su carácter. Durante la Guerra Fría, la mayor amenaza para la raza humana era una hecatombe nuclear. A fin de cuentas, bastaban algunos cientos de ojivas para aniquilar la vida civilizada sobre el planeta. Para el registro, el mundo —léase Estados Unidos y la Unión Soviética— llegó a almacenar más de sesenta mil armas atómicas. Frente a esta situación hubo familias, en Estados Unidos y Europa, que construyeron sus propios refugios antinucleares. Estos búnkeres subterráneos de concreto aseguraban desde algunas semanas hasta meses de subsistencia. En cambio, otros preferían morir con las primeras descargas antes que sobrevivir para enfrentar un mundo contaminado por la radiación —que mata lentamente—, y bajo la sombra de un invierno nuclear. Esto último, sin considerar las secuelas económicas y sociales.
Quedarse o salir de la ciudad
Dado que a menudo los humanos pueden tornarse en la mayor amenaza para sí mismos —como agresores o como fuente de contagio—, es preferible estar en zonas menos pobladas que en las de gran densidad. Por lo general, las ciudades son más vulnerables y colapsan rápidamente. Aquí surge una de las decisiones críticas: ¿quedarse a proteger el hogar o, más bien, salir a zonas rurales, a balnearios? Los más previsores optarán por resguardarse en un refugio.
Los factores a tener en cuenta al momento de tomar una decisión son las siguientes: si las autoridades señalan que las rutas están transitables y la situación se agrava a un punto que le parece que será peligrosa, si tiene dónde llegar, cuenta con los medios y la capacidad para desplazarse con seguridad, adelante. Pero si las autoridades ponen en duda o desaconsejan los desplazamientos y usted ignora los peligros que le aguardan en la ruta, piénselo dos y tres veces. Si su vehículo no es el óptimo para el viaje o tiene dudas sobre las condiciones del lugar al cual quiere llegar, mejor quédese donde está.
Siempre tenga actualizada su mochila de supervivencia: en ella incluya una pequeña carpa, saco de dormir y plásticos para cubrirse de la lluvia. Considere vestimenta para la estación, un bolso con elementos de higiene personal, otro con medicamentos y elementos de primera necesidad, agua y alimentos de alto nivel nutritivo. Es preferible tener algo de dinero y resguardada su información esencial, como son su cuenta bancaria, seguros, testamentos y, muy importante, fotos de su familia. Todo aquello que podría necesitar y que no quiere perder.
Medios de comunicación
Y finalmente, las autoridades tienen algo que es común en todas partes: pretender que tienen la situación bajo control. El interés de los gobiernos por calmar los nervios de la ciudadanía les lleva a bajar el perfil de la gravedad de toda crisis que enfrentan. El temor a que cunda el pánico o una información insuficiente lleva a errores costosos. Si usted tiene ante sus ojos un desastre inminente, no espere más y actúe. Lo mismo vale frente a las informaciones de prensa (que a menudo exageran) o noticias que circulan, por ejemplo, en redes sociales (que se hacen cargo de rumores que se viralizan).
Un ejemplo de voluntad y organización es el de los treinta y tres mineros atrapados a setecientos metros de profundidad en la mina San José, en las proximidades de Copiapó.