Rebecca Solnit. San Francisco (EE. UU.), 1961. Editora colaboradora de la revista Harper, donde escribe regularmente la sección «Easy Chair», Rebecca Solnit ha escrito sobre una amplia variedad de temas, incluyendo el medio ambiente, la política y el arte. Desde la década de 1980 ha trabajado en numerosas campañas de derechos humanos —como el Proyecto de Defensa de Western Shoshone a principios de los 90, que describe en su libro Savage Dreams— y con activistas contra la guerra durante la era Bush.
Entre sus libros más conocidos destaca Un paraíso construido en el infierno (2009), en el que da cuenta de las extraordinarias comunidades que surgen tras ciertos desastres como el del huracán Katrina, un hecho que ya había analizado en su ensayo «Los usos de desastres: notas sobre el mal tiempo y el buen gobierno», publicado por Harper el mismo día que el huracán golpeaba la costa del Golfo. En una conversación con el cineasta Astra Taylor para la revista Bomb, Solnit resumía así el tema de su libro: «Lo que ocurre en los desastres demuestra el triunfo de la sociedad civil y el fracaso de la autoridad institucional». Solnit ha recibido dos becas NEA de Literatura, una beca Guggenheim, una beca Lannan y en 2004 la Wired Rave Award por escribir sobre los efectos de la tecnología en las artes y las humanidades. En 2010 Reader Magazine la nombró como «una de las 25 visionarias que están cambiando el mundo».
Título original: A Paradise Built in Hell: The Extraordinary Communities That Arise in Disaster
Rebecca Solnit, 2020
Traducción: David Muñoz Mateos
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
[1] Publicado originalmente en The Guardian, el 7 de abril de 2020.
[2] Aquel hombre que tanto tenía que contar sobre el huracán era Bob Bean, de la Escuela de Arte y Diseño de Nueva Escocia.
[3] «The Great Fire of 1906», serie de artículos sobre la catástrofe, Argonaut, 14 de mayo de 1927, p. 5.
[4] Comida típica de San Francisco y de otras partes de Estados Unidos, consistente en una hogaza de pan abierta con ostras y otros ingredientes en el interior (N. del T.).
[5] Referencia a la novela del mismo nombre de Edith Wharton, traducida como La casa de la alegría (N. del T.).
[6] Muchos de estos cuchitriles y cocinas improvisadas pueden verse en fotografías de la Colección de Fotografía Histórica de la Biblioteca Pública de San Francisco, así como en
[7] Edwin Emerson, en Malcolm E. Barker (ed.), Three Fearful Days: San Francisco Memoirs of the 1906 Earthquake and Fire, San Francisco, Londonborn Publications, 1998, p. 301.
[8]Argonaut, 21 de mayo de 1927.
[9] Oscar Wilde, «El alma del hombre con el socialismo», en El secreto de la vida. Ensayos, Barcelona, Lumen, 2012. Trad. cast.: Miguel Temprano García. Consultado en versión electrónica.
[10] David Graeber, «Stalinists and their ilk», en Fragments of an Anarchist Anthropology, Chicago, Prickly Paradigm Press, 2004, p. 11.
[11] «Climate Alarm, 2007», Oxfam Briefing Paper 108.
[12] Mary Austen, «The Temblor», en David Starr Jordan (ed.), The California Earthquake of 1906, San Francisco, A. M. Robertson, 1907, p. 355.
[13]Argonaut, 8 de mayo de 1926.
[14]Argonaut, 29 de mayo de 1926.
[15]Argonaut, 19 y 26 de junio de 1926.
[16]Bulletin, 25 de mayo de 1906.
[17] Información en
[18]Argonaut, 31 de julio de 1926.
[19]Argonaut, 5 de marzo de 1927.
[20] Eric Temple Bell en Barker, Three Fearful Days, p. 143.
[21] Jack London, ibid., pp. 134-135.
[22] Charles Sedgewick, ibid., p. 209.
[23]Argonaut, 21 de abril de 1906.
[24] Pauline Jacobson, «How It Feels to Be a Refugee and Have Nothing, By Someone Who Is One of Them», Bulletin, 29 de abril de 1906.
[25]Bulletin, 30 de abril de 1906.
[26] Carta de Frederick Funston al Argonaut, 7 de julio de 1906.
[27] Dennis Smith, San Francisco Is Burning: The Untold Story of the 1906 Earthquake and Fires, Nueva York, Viking, 2005, p. 90.
[28] Smith, ibid., p. 157: «Un minero, Oliver Posey, testificó en su declaración que “la consecuencia del vandalismo era la muerte inmediata; los soldados impartían justicia sumaria”. Como todas las pruebas estadísticas de los cuatro días de incendios, el número de civiles ejecutados por los soldados varía enormemente según los testimonios. El propio Funston reconoce en su narración que fueron tres y en algunos relatos se afirma que fueron hasta quinientos. Según los informes de testigos presenciales que Gladys Hansen, directora del museo virtual de San Francisco, recogió con enorme celo, el número total de personas asesinadas por los militares supera los quinientos, una sexta parte de las tres mil muertes que según el museo virtual se produjeron durante el terremoto y los incendios. Cualquier análisis mínimamente sensato del periodo sugiere que la cifra total se acerca más a la de la señora Hansen que a la del general Funston». Sin embargo, Smith también advierte: «Si el número de personas asesinadas por los soldados fuera quinientos, cabe pensar que deberían existir más testimonios presenciales de los que se han encontrado». El cálculo más conservador es de Philip Fradkin, en The Great Earthquake and Firestorms of 1906: How San Francisco Nearly Destroyed Itself, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 2005, p. 140: «Un investigador señala que fueron cuatrocientos noventa. Yo no creo que se produjeran más de cincuenta o setenta y cinco asesinatos de ese tipo, lo que en ningún caso es una cifra insignificante».
[29]Argonaut, 19 de marzo de 1927.
[30] Texto reproducido y citado en múltiples fuentes; puede consultarse una copia en
[31] Fradkin, The Great Earthquake, p. 63.
[32] Citado en Stuart H. Ingram, «Impressions from Berkeley», California Geology, abril de 2006.
[33] Citado en Gladys Hansen y Emmet Condon, Denial of Disaster, San Francisco, Cameron and Co., 1989, p. 47.
[34] Carta a la clase de 1877 del Bowdoin College, en el archivo online sobre el terremoto de la biblioteca Bancroft:
[35] En Hansen y Condon, Denial of Disaster, p. 76.
[36] En Hansen y Condon, Denial of Disaster, p. 71.
[37] En Hansen y Condon, Denial of Disaster, p. 57.
[38] «Nos llevamos con nosotros a Miss Sarah Fry, una mujer del Ejército de Salvación, llena de energía y entusiasmo. Cuando llegamos a la tienda por debajo de Saint Nicholas, salió de un salto y, viendo que la puerta estaba cerrada, cogió una silla, la levantó por encima de la cabeza y la estrelló contra las puertas de cristal. Se hizo con bolsas de agua caliente, vendas y todo cuanto podría ser necesario en un hospital de emergencia». James B. Stetson,
[39] En Hansen y Condon, Denial of Disaster, p. 162.
[40] Fradkin, The Great Earthquake, p. 141.
[41]Bulletin, 21 de abril de 1906.
[42] Fradkin, The Great Earthquake, p. 142.
[43]Bulletin, 21 de abril de 1906.
[44] En Hansen y Condon, Denial of Disaster, p. 161.
[45] En Frederick Funston, «How the Army Worked to Save San Francisco: Personal Narrative of the Acute and Active Commanding Officer of the Troops at the Presidio», Cosmopolitan Magazine, vol. XLI, julio de 1906, véase http://www.sfmuseum.org/1906/cosmo.html.