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Alfredo de Braganza - Nadia sin miedo

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Alfredo de Braganza Nadia sin miedo

Nadia sin miedo: resumen, descripción y anotación

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Nadia, la pionera de películas de género cinematográfico comúnmente denominado masala con referencia al cine realizado en Bollywood.

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Nadia sin miedo

La mujer extranjera que conquistó Bollywood

Alfredo de Braganza

© 2012, Alfredo de Braganza

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibido, sin autorización escrita de los autores del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

«Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una puerta, cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, no importa lo oscuro que esté el presente».
Rabindranath Tagore

«Hay una forma de hacerlo mejor: ¡encuéntrala!».
Thomas A. Edison

«Yo no viajo para ir a alguna parte, sino por ir. Por el hecho de viajar. La cuestión es moverse».
Robert Louis Stevenson

«Como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles».
Miguel de Cervantes

«¡Preferiría ser cenizas que polvo! Preferiría que mi chispa se queme en una brillante hoguera a que sea extinguida por seca desintegración. Preferiría ser un espléndido meteoro, cada átomo en mí en magnífico resplandor, que un soñoliento y permanente planeta».
Jack London

A María y Antonio

«Lanza primero tu corazón y tu caballo saltará el obstáculo. Muchos desfallecen ante el obstáculo. Son los que no han lanzado primero el corazón».

Noel Clarasó i Serrat

Contents

Prefacio

Había pasado casi cuatro días enteros con Nadia, la pionera de películas de género cinematográfico comúnmente denominado masala con referencia al cine realizado en Bollywood. Habíamos viajado juntos de Bombay a Zúrich, y de allí a Locarno. El Festival Internacional de esta ciudad iba a entregarle un premio por toda su carrera y a realizar una retrospectiva de sus películas más exitosas producidas a finales de los años treinta y principios de los cuarenta. El festival tuvo lugar en 1994, dos años antes de su muerte.

Tenía a la estrella de aquella noche frente a mí. Me daba la espalda mientras se maquillaba muy lentamente ajena a la variedad musical que sonaba desde los altavoces del techo del camerino, quizás ausente en sus recuerdos tan lejanos y que marcaron un antes y un después en Bollywood . Aquellos que durante nuestro viaje registré en casetes con una pequeña grabadora y anoté en un cuaderno.

Había centenares de personas fuera. Aguardábamos a que el presentador de la gala anunciase su nombre tras la proyección de un breve documental sobre su carrera, y a que un empleado del festival acompañase a Nadia al escenario.

Yo trabajaba como becario en la sección consular de la embajada Suiza de Nueva Delhi. Aquel viaje fue un sueño hecho realidad para mí, ya que, entre otras cosas, fue la primera vez que viajé en un vuelo internacional en primera clase. Durante la ida, Nadia me contó abiertamente muchas anécdotas personales de su vida. Recuerdo que nos bebimos una botella entera de Johnny Walker etiqueta negra, cortesía de la tripulación. Sin embargo, durante la vuelta, ella ya no bebió tanto, pues se sentía agotada.

Al principio dejé la grabadora puesta pero, más tarde, cuando alguien nos interrumpía y Nadia hablaba interminablemente con las azafatas o con algún otro pasajero que la reconocía, empecé a economizar cintas. Muchas de ellas se han echado a perder, debido al tiempo transcurrido y por no haberlas guardado cuidadosamente. Pero, aun así, conservo las anotaciones que escribía de forma paralela.

A las pocas semanas de volver a la embajada, me contrató una multinacional suiza, y terminó de improviso mi labor de becario en Nueva Delhi. Después me casé, tuve hijos, y me contrató una empresa de seguros, en la que actualmente ocupo un puesto destacable como directivo, en la ciudad de Zug.

Recientemente me encontraba de vacaciones en España, donde tenemos una casa. Fui un día de compras a unos grandes almacenes con mi esposa e hijas. Cuando descendíamos por las escaleras mecánicas, empezó a sonar por los altavoces una versión de la canción Afterglow del grupo australiano INXS. De inmediato, me vino a la memoria aquel viaje durante el Festival Internacional de Locarno. Surgió en mi mente la figura de Nadia y sus grandes carcajadas mientras conversábamos en aquel vuelo de Air India con destino a Suiza.

Al celebrarse el primer centenario del cine indio he observado que ni la industria cinematográfica de la India, ni la del país de origen de Nadia (Australia), ni en Grecia ni en Escocia (de donde proceden su madre y su padre, respectivamente) se ha recordado su figura. Ha pasado injustamente desapercibida. Ahora, más de dos décadas después, siento la necesidad de rendir tributo a esta singular mujer que llegó a convertirse en la pionera de las películas de acción de la industria del cine indio. Esta es la historia de una gran mujer que tanto amó a la India. Quiero también dedicar este recuerdo a las nuevas generaciones.

La mayoría de los diplomáticos o el personal de las embajadas no reciben con especial alegría que les destinen a la India. Primero, por el clima: aunque hay un par de meses de mucho frío, el resto del año hace un calor sofocante. En segundo lugar, porque la capital, Nueva Delhi, es una ciudad caótica llena de polución y con un tráfico incoherente. Aun así, hay empleados que escogen este destino y que saben sacarle partido con la esperanza de ser enviados, más pronto que tarde, a lugares más exóticos y placenteros en el sur de Asia, o cómodos y de prestigio profesional, como Estados Unidos o Europa, donde se dedican a disfrutar de las largas horas libres para conocer más el país, jugar al golf o, como me dijo mi jefe: «Robert, ¿tú sabes lo que impone tener una foto con el Dalai Lama en el salón de casa? Un empleado indio del Ministerio del Interior ya me ha conseguido la reunión en Dharamsala para dentro de dos semanas».

Yo trabajaba en la sección económica. Aquel día, como era usual, llegué a las 8:30 de la mañana a mi puesto de trabajo. Lo primero que hacía era ir directo a tomarme un café mientras leía los periódicos en la cafetería de la embajada, donde continuamente estaba el televisor encendido. Hacía unos días Brasil había ganado la Copa del Mundo en el Mundial de Fútbol tras vencer a Italia, y en las noticias no dejaban de informar sobre el atentado terrorista perpetrado contra un edificio que albergaba una institución judía en Argentina, en el cual perdieron la vida más de ochenta personas y centenares resultaron heridas.

Pero mis oídos no estaban prestando atención a las noticias del televisor colgado en un rincón alto de la pared de la cafetería, ni a las hojas del periódico que pasaba con desidia mientras sorbía mi café con leche… Lo que ocupaba mi mente era qué iba a hacer durante los siguientes seis días de vacaciones que tenía por delante debido a una festividad hindú que coincidía con el fin de semana.

Varios compañeros se habían marchado el día anterior al estado de Rajastán e iban a visitar Jaipur, Udaipur y, en la ciudad de Jaisalmer, harían un tour por el desierto. Me comentaron con todo detalle su itinerario y la posibilidad de unirme a ellos, para lo cual tendría que viajar a Jaipur en tren esa misma tarde. Otros compañeros se habían marchado ya por la mañana al estado de Himachal Pradesh para hacer rafting . Solo yo seguía allí, y no me decidía entre conocer el desierto indio o ir a la montaña.

Todavía me encontraba en la embajada aquel jueves por la mañana porque tenía pendiente terminar la planificación de una misión comercial con empresarios de productos de maquinaria para la construcción que se celebraría en Nueva Delhi después del largo puente de vacaciones.

Llevaba en la India cerca de cuatro meses. Acababa de terminar mis estudios en la Universidad de Bern y, con el propósito de obtener experiencia profesional, me encontraba trabajando en la embajada suiza como becario durante seis meses. Me dieron la opción de ir a un consulado en China, pero me decanté por la India, ya que, según me informé, ese destino me permitiría viajar a numerosos y muy diferentes estados dentro del país y conocer así muy diversas culturas.

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