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García Tsao - El ojo y la navaja

Aquí puedes leer online García Tsao - El ojo y la navaja texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2012, Editor: Penguin Random House Grupo Editorial México, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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García Tsao El ojo y la navaja
  • Libro:
    El ojo y la navaja
  • Autor:
  • Editor:
    Penguin Random House Grupo Editorial México
  • Genre:
  • Año:
    2012
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El ojo y la navaja: resumen, descripción y anotación

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Entre cientos de películas, directores, actores, festivales, viejas salas de cine, manías de cinéfilos, antiguos cineros y espectadores que hablan o comen pistaches durante la función, Leonardo García Tsao realiza un fresco y exhaustivo recuento sobre la filmografía de los últimos tiempos: del cine mexicano a las películas más comerciales de Hollywood, la vanguardia del cine chino o las realizaciones europeas. Con un enfoque lleno de buen humor, información, conocimiento y sarcasmo, el lector de este libro podrá acercarse a un gran acervo cinematográfico, a la vez que recordar las películas que marcaron época en México y el mundo.

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Agradecimientos Decía Truffaut que ningún niño dijo a sus padres de grande - photo 1
Agradecimientos

Decía Truffaut que ningún niño dijo a sus padres “de grande quiero ser crítico de cine”. Muy cierto, aunque debo decir que a mis padres semejante anuncio no les habría sorprendido mucho, porque influyeron bastante en esa elección vocacional. “Cineros” de hueso colorado —estamos hablando de la época previa al término “cinéfilos”— ellos me inculcaron la idea de que ir diario al cine era la rutina más deseable del mundo. Con ese condicionamiento, no pudieron protestar gran cosa cuando, ya en la adolescencia, empecé a mostrar una afición rayana en la manía.

Nunca tomé clases con Emilio García Riera en la universidad, pero sus enseñanzas fueron importantes. De la buena crítica que se hacía en los setenta, gracias al efecto del grupo Nuevo Cine, yo prefería lo que Emilio publicaba, casi a diario, en Excélsior . De hecho, mis primeros intentos de crítica eran una imitación descarada de su estilo. Luego lo conocí en persona y en 1977 me integré al equipo que bajo su guía comenzó a publicar en el diario unomásuno . Desde entonces he colaborado con Emilio en diversos proyectos, y siempre ha sido un amigo generoso de quien he aprendido no sólo de cine, sino también de ética y rigor profesionales.

Debo admitir que en los primeros años de ejercer como crítico, participé bastante del gusto juvenil por la destrucción de películas. En esta colección no hay ejemplos de esos años de novatada en el unomásuno . He elegido, en cambio, los textos que empecé a publicar en La Jornada Semanal , bajo la dirección de Fernando Solana Olivares, que es cuando dejo de avergonzarme a posteriori de mis escritos. Como Fernando es un editor muy respetuoso y estimulante, me dio gusto volver a trabajar con él, a principios de los noventa, en El Nacional y su “Suplemento Dominical”, entonces a cargo de otro amigo, José Carreño Carlón. Un grueso de los artículos seleccionados aquí pertenecen a ese periodo. Creo que dan una idea del cine que me interesa y entretiene y, a su vez, de varios de los autores y géneros sobresalientes en la pasada década.

Quisiera agradecer también a Carmen Corona del Conde, del desaparecido “Suplemento Dominical”, y a otros redactores de El Nacional , José Luis Martínez, Guadalupe Pereyra y César Silva; así como a Edna Rivera, de la revista Universidad de México (1985-1987), y a Juan Villoro, director de La Jornada Semanal hace algunos años, por el amistoso trato que he recibido de ellos, incluso a la hora de presionarme para entregar a tiempo mis colaboraciones.

En cuanto a la publicación del libro en sí, el interés de Sealtiel Alatriste fue el punto de partida; luego, la intervención de Claudia Sanromán y Javier González Rubio fue fundamental para que el proyecto se lograra. Nelson Carro me ayudó a rescatar textos perdidos en la computadora y Fernanda Solórzano, a seleccionar el material. Algunas de las fotos incluidas me las prestó el propio Nelson de su colección y la mayor parte de fotos del cine mexicano fue proporcionada por el IMCINE . Mi agradecimiento, pues, a todos ellos.

Leonardo García Tsao

Prólogo
Por qué hay que leer a Leonardo García Tsao

Leonardo García Tsao tiene la virtud de recordarme que se puede encontrar no sólo instrucción, sino gusto, en la lectura de críticas de cine. Eso ya casi no me pasa con nadie. Por lo general, interrumpo mis actuales lecturas de cine ante el menor asomo de pedantería inquisitorial; dicho de otro modo, rara vez paso del primer párrafo. A Leonardo lo leo desde el comienzo hasta el fin sin sentir que estoy cumpliendo un deber de cuate, por puro gusto, pues, aunque no siempre esté de acuerdo con él. Bueno, la verdad es que casi siempre lo estoy, y al decir que lo creo muy atinado en sus juicios implico que yo también atino (ése es el peligro de elogiar a un colega o ex colega).

Pero creo que Leonardo es mejor crítico de lo que yo fui cuando ejercía esa profesión, dicho sea sin falsa modestia. Es que le veo bastantes ventajas. Una se debe menos a sus méritos que a su suerte: la ventaja de ser bilingüe. Como su señora madre, china ella, le hablaba de niño en inglés, Leonardo conoce ese idioma tanto como el castellano. Eso cuenta mucho en un país donde más de 90 por ciento del cine exhibido es norteamericano y, por fortuna, no agraviado por el doblaje. Así, Leonardo no pierde tiempo leyendo subtítulos, como uno, y entiende sutilezas de expresión y de acento que a uno le pasan de noche. Qué envidia, francamente. (Esa envidia no me impide reconocer que debo a Leonardo no escribir happy end , como antes, sino happy ending , como es correcto.) Además, su bilingüismo ha permitido a Leonardo estar muy al tanto de lo publicado en el extranjero sobre cine, y ocurre que casi todo lo interesante en esa materia se escribe en inglés o se traduce a ese idioma.

Otras ventajas de Leonardo tienen más mérito. Una de ellas ya ha quedado apuntada o sugerida: su muy puntual y cabal información de lo que pasa en el cine (no en balde es invitado de continuo a festivales de todo el mundo). Pero no sólo de lo que pasa, sino de lo ya pasado. Se suele admitir que un crítico desinformado está perdido, pero algunos creen que basta con seguir la actualidad para opinar con conocimiento de causa. Leonardo no es esclavo de la moda: pasé con él un buen rato viendo ambos un montaje de cine viejo y reconociendo a dúo películas y actores, recordando además quiénes eran sus directores. Vaya, Leonardo no ignora quién fue, por ejemplo, Rex Ingram, cosa conveniente para ubicar como es debido en la historia del cine a Quentin Tarantino o algún otro novato.

Pude comprobar otra de las ventajas de Leonardo en Cannes, cuando me tocó ser jurado de ese festival en 1995. Leonardo, que también estaba ahí, elogió sin problemas Kids , la impresionante película de Larry Clark, y eso por poco le costó la amistad de un amigo mutuo. Es que ese amigo y otras personas —incluidos algunos miembros del jurado, según pude comprobar— compartían un viejo vicio ideológico: el de confundir el modo de ser de ciertos personajes con el de quien los retrata. (Citaré un caso extremo: un canallita dizque crítico, más o menos de la edad de Leonardo, llamó pinochetista al socialista chileno Miguel Littín por retratar en su cine a militares al estilo de Pinochet.)

Leonardo no ha caído en esa trampa porque no se ha dejado inocular microbios ideológicos. Claro, eso no significa que no tenga ideas, ni mucho menos. Esas ideas son las liberales y avanzadas de rigor: como toda persona decente e inteligente de nuestro tiempo, Leonardo está a favor de la democracia y contra el racismo, la hipocresía en lo sexual, la censura, el paternalismo autoritario, etcétera, etcétera. Pero lo importante es que no se escuda en sus ideas para prestigiar sus posiciones críticas, a la manera de tantos. Corre por eso los riesgos de la libertad, pero disfruta a la vez de sus ventajas.

Otra ventaja de Leonardo tiene que ver con lo anterior. En mis tiempos, la crítica culta veía como inconveniente contar las tramas de las películas porque con ello se le quitaba terreno a la sacrosanta opinión. Uno era mucho más opinante que informante, pues a eso obligaban las modas ideológicas. Sin embargo, cuando uno se pregunta en la vida diaria por una película interesante, empieza por querer saber de qué trata, y eso mismo es lo que se desea conocer al leer una crítica. Ocurre además que las críticas quedan impresas y quizá sean consultadas con el paso de los años por historiadores del cine y curiosos en general. Como he acabado en historiador, juro que reniego de las críticas que sólo me cuentan lo que su autor opina de la película; agradezco en cambio con el alma las que se tomaron el trabajo de informar sobre su trama. Al leer a Leonardo, sé de antemano que quedaré cabalmente informado de qué trata la película que critica, y eso es una gran virtud: cualquiera que escriba sabe que suele resultar mucho más difícil describir que opinar. Vaya, al primer golpe de vista podemos decir si una cara es bella o fea; mucho más cuesta hacer una descripción atinada de esa cara.

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