PETER F. DRUCKER
LA SOCIEDAD POSCAPITALISTA
Traducción de: MARÍA ISABEL MERINO SÁNCHEZ
Sudamericana
AGRADECIMIENTOS
Este libro debe mucho a mi viejo amigo y editor Cass Canfield Jr., que sufrió con paciencia incontables propuestas y proyectos y me animó en cada paso, leyó cuidadosamente mis manuscritos y me hizo sugerencias y críticas muy útiles. También debo dar las gracias a otra antigua amiga, Marion Buhagiar, que leyó y revisó el primer borrador completo del libro y fue de gran ayuda en su revisión y edición. El biógrafo de Frederick Winslow Taylor, profesor Ronald Greenwood, de GMI —General Motors Engineering and Management Institute (Instituto de Ingeniería y Gestión de la General Motors)—, en Flint, Michigan, leyó críticamente mis comentarios sobre Taylor y la dirección científica (capítulo 1). La última sección del capítulo 6 está en deuda con el difunto Robert Greenleaf (especialmente con su pequeño y sagaz libro Servant Leadership (Paulist Press, 1977), con Leadership as an Art, de Max de Pree (Doubleday, l990) y con un buen número de discusiones con estos dos amigos y con el doctor David Allan Hubbard, presidente del Fuller Theological Seminary, de Pasadena, California. Mi ayudante Holly Hauck se enfrentó con valentía a lo largo de un año a las extravagancias de mi escritura. A todos ellos mis más efusivas gracias.
INTRODUCCIÓN
La transformación
Cada pocos siglos en la historia de Occidente se produce una súbita transformación. Se cruza lo que en un libro anterior (The New Realities, 1989) llamé una “divisoria”. En el espacio de unas cuantas décadas, la sociedad se reestructura a sí misma; cambia su visión del mundo, sus valores básicos, su estructura política y social, sus artes y sus instituciones clave. Cincuenta años más tarde hay un nuevo mundo y quienes nacen entonces no pueden siquiera imaginar el mundo en el que vivieron sus abuelos y en el que nacieron sus padres. En estos momentos estamos viviendo una transformación así. Se está creando la sociedad poscapitalista. Éste es el tema del presente libro.
En el siglo XIII , cuando el mundo europeo, casi de la noche a la mañana, hizo de la nueva ciudad su centro, se produjo una de estas transformaciones con el surgimiento de los gremios como nuevos grupos sociales dominantes, con el renacer del comercio entre grandes distancias, con el Gótico, esa nueva arquitectura eminentemente urbana, es más, casi exclusivamente burguesa, con la nueva pintura creada en Siena; con la vuelta a Aristóteles como fuente primigenia de sabiduría; con las universidades urbanas sustituyendo, como centros de cultura, a los monasterios en su aislamiento rural, con las nuevas órdenes urbanas, los dominicos y los franciscanos, surgiendo como portadores de religión, saber y espiritualidad y, al cabo de unas pocas décadas, con el paso del latín a las lenguas vernáculas y con la creación, por parte del Dante, de la literatura europea.
Dos siglos más tarde, durante los sesenta años que transcurrieron desde que en 1455 Gutenberg inventara la prensa de tipo móvil y con ella el libro impreso, hasta que en 1517 surgiera Lutero con su Reforma Protestante, tuvo lugar una nueva transformación. Fueron las décadas en que floreció el Renacimiento, que alcanzaría su máximo esplendor entre 1470 y 1500 en Florencia y Venecia, en que se redescubrió la antigüedad, en que Europa descubrió América, en que se creó la infantería española, primer ejército permanente desde las legiones romanas, en que se redescubrió la anatomía y con ella la investigación científica, y en que se adoptó la numeración arábiga de forma general en Occidente. Y, también entonces, nadie en 1520 era capaz de imaginar cómo había sido el mundo en que vivieron sus abuelos y en el que nacieron sus padres.
La siguiente transformación se inició en 1776, año de la Revolución Americana, de la máquina de vapor perfeccionada de Watt y de Wealth of Nations de Adam Smith. Este período concluyó cuarenta años más tarde, en Waterloo, y en esos cuarenta años nacieron todos los “ismos”: capitalismo, comunismo y también la Revolución Industrial se iniciaron durante esas décadas. Esos años vieron, asimismo, la creación de la universidad moderna (Berlín, 1809) y también de la escolaridad universal; esas cuatro décadas trajeron la emancipación de los judíos: en 1815 los Rothschild se habían convertido en el gran poder que eclipsaba a reyes y príncipes; esos cuarenta años produjeron, de hecho, una nueva civilización europea. De nuevo, nadie en 1820 podía imaginar cómo era el mundo en que vivieron sus abuelos y en el que nacieron sus padres.
Nuestro tiempo, doscientos años más tarde, es otra vez un período de transformación; pero esta vez no se limita a la sociedad y a la historia occidentales. Es más, uno de los cambios fundamentales es que ya no existe una historia “occidental” o, de hecho, una civilización “occidental”; sólo hay historia mundial y civilización mundial, aunque ambas estén “occidentalizadas”. Es discutible si la actual transformación se inició con el advenimiento, alrededor de 1960, del primer país no occidental, Japón, como gran potencia económica, o con el ordenador, esto es, con el dominio de la información. Yo, personalmente, escogería la GI Bill of Rights (Declaración de los Derechos del Soldado) de Estados Unidos que, al término de la Segunda Guerra Mundial, concedía a todos los soldados estadounidenses que regresaban el dinero para asistir a la universidad, algo que no habría tenido ningún sentido sólo treinta años antes, esto es, al final de la Primera Guerra Mundial. Esta ley, y la entusiasta respuesta que recibió por parte de los veteranos, marcó el giro hacia la sociedad del saber; es muy posible que los historiadores futuros la consideren el hecho más importante del siglo XX .
Todavía estamos claramente en medio de esta transformación; si nos dejamos guiar por la historia, no se completará hasta el 2010 o el 2020, pero el paisaje político, económico, social y moral del mundo ha cambiado ya. Nadie nacido en 1990 sería capaz de imaginar el mundo en el que crecieron sus abuelos (esto es, mi generación) o el mundo en el que nacieron sus padres. El primer intento acertado por entender la transformación que convirtió la Edad Media y el Renacimiento en el mundo moderno, transformación que empezó en 1455, ni se produjo siquiera hasta después de cincuenta años, cuando Copérnico escribió los Comentarios, entre 1510 y 1514, y Maquiavelo El Príncipe, en 1513, cuando Miguel Ángel sintetizó y superó todo el arte del Renacimiento en la Capilla Sixtina, pintada entre 1510 y 1512, y cuando la Iglesia Católica fue restaurada en el Concilio de Trento, en los años treinta del siglo XVI .
La siguiente transformación, que se produjo hace doscientos años y cuyo heraldo fue la Revolución Americana, fue comprendida y analizada por primera vez sesenta años más tarde, en los dos volúmenes de La democracia en América, de Alexis de Tocqueville, publicados respectivamente en 1835 y 1840.
Hemos avanzado ya lo suficiente en la nueva sociedad poscapitalista como para revisar y reflexionar sobre la historia social, económica y política de la era del capitalismo y del Estado-nación. Por lo tanto, este libro mirará de nuevo el período que estamos dejando atrás; y algunas de las cosas que analice desde su nueva posición ventajosa pueden resultar sorprendentes (lo fueron para mí).
No obstante, es aún arriesgado predecir cómo será el mundo poscapitalista mismo. Creo que podemos descubrir ya con cierto grado de probabilidad qué nuevas preguntas surgirán y dónde residirán los nuevos grandes problemas; en muchas áreas podemos también describir lo que