© Juan Manuel Badenas Carpio 2020
© Editorial Almuzara, s.l. , 2020
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Colección pensamiento político
Editorial Almuzara
Director editorial: Antonio E. Cuesta López
Edición al cuidado de Rosa García Perea
Conversión a Epub: Rosa García Perea
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ISBN: 978-84-18205-76-7
INTRODUCCIÓN
Este libro está dedicado a los más de diez millones de derechistas españoles. También a los varios cientos de millones que habitan en Hispanoamérica y a los miles de millones que hay en el mundo. Aunque también puede ser interesante para los izquierdistas, porque así podrán entender por qué la gente de derechas piensa como piensa y que cuando un conservador vota a la Derecha no lo hace por egoísmo ni por falta de solidaridad ni porque esté a favor de que haya opresores y oprimidos, sino porque cree que es lo más beneficioso para todos, incluidos por supuesto quienes votan a la Izquierda.
Ser de derechas o de izquierdas no es una cuestión de interés económico, ni de etnia, ni de grupo: es una cuestión moral . Existe una moral de Derechas lo mismo que existe una moral de Izquierdas. Por eso, como cada persona tiene la suya, unos somos de derechas y otros de izquierdas. La moral que subyace en la base de toda ideología se apoya en una serie de fundamentos que tienen que ver con la manera en que cada uno de nosotros entendemos las relaciones con nuestros padres, con nuestra pareja, con nuestros hijos, con los compañeros de trabajo, con los vecinos de escalera, con los del barrio, con los de nuestra ciudad o con los de nuestra nación.
La ideología de cada persona depende de la narrativa vital que ese individuo ha ido construyendo una vez superada la adolescencia. En esa ideología influyen factores genéticos, familiares, educativos y del entorno en el que se ha vivido, pero al final cada uno construimos nuestra propia narrativa. En función de ella interpretamos el mundo moralmente. Como durante toda nuestra vida siguen ocurriendo cosas, estas pueden influir en la narrativa vital de cada cual y, por consiguiente, en nuestra moral ideológica. Por eso, hay personas que durante su juventud fueron acérrimos izquierdistas y en la madurez llegan a ser convencidos derechistas, o a la inversa (aunque esto suele ser menos frecuente).
Una aproximación a lo que es la Derecha desde un punto de vista meramente económico, jurídico, e incluso filosófico, sería insuficiente si no fuera completada por las aportaciones que nos brindan el lenguaje y la psicología. Por eso, a priori , no he descartado ningún foco de influencia sobre los aspectos centrales del tema en torno al cual gira este libro.
Una vez establecida la conclusión de que la ideología es una cuestión que tiene que ver con la moral de cada individuo y de que tan válida es la moral conservadora como la «progresista», cualquier complejo de superioridad o inferioridad entre Izquierda y Derecha carece de justificación. La moral de derechas y la moral izquierdista son complementarias entre sí. Son como el yin y el yang de la religión taoísta, dos fuerzas antagónicas pero que se equilibran. El verdadero progreso social necesita de la Derecha y de la Izquierda. Si el mundo estuviera compuesto únicamente por individuos conservadores, posiblemente no habría avanzado y seguiría estando en estadios culturales, científicos y sociales de hace varios siglos. Si, por el contrario, estuviera lleno solo de izquierdistas, tampoco habría progresado hasta el punto en el que nos encontramos y la historia de la humanidad hubiera sido un constante «acabar y vuelta a empezar». Tan peligroso es el inmovilismo más absoluto como el pretender el cambio por el cambio, sin reparar en las consecuencias que a medio y largo plazo tal cambio puede provocar.
La Derecha no solo sirve de contrapeso para la Izquierda, lo cual en sí mismo ya sería una labor muy importante, sino que además cumple una función crucial para la armonía y el progreso de cualquier grupo humano: mantener a salvo su capital moral. El capital moral (o social, como prefieren denominarlo los sociólogos) es lo que permite que exista confianza y cohesión entre los miembros de una comunidad. No importa que el grupo sea grande o pequeño; cuando este capital se extingue o se vuelve muy débil, la comunidad construida en torno a él desaparece. Así lo han demostrado los estudios y observaciones realizados respecto a diferentes agrupaciones humanas.
El capital moral produce un efecto multiplicador sobre los otros tipos de capital: el económico y el cultural. El capital moral no genera directamente rendimientos monetarios, pero en aquella comunidad donde es elevado las relaciones económicas son más eficientes y los individuos viven mejor. El ejemplo de los comerciantes de diamantes judíos de Nueva York es muy ilustrativo: gracias a que su capital moral es muy robusto todos consiguen maximizar sus beneficios, disminuyendo notoriamente los denominados «costes de transacción».
A los derechistas les irrita y pone muy nerviosos cualquier ataque o amenaza que se produzca contra el capital social de la nación. La comunidad nacional es el marco de convivencia en el que se desarrolla el capital moral del conjunto de los ciudadanos. Cuanto más capital moral exista en la comunidad, menor incertidumbre y mayor seguridad y confianza habrá entre los miembros del grupo. En algunas ocasiones, el capital moral puede surgir de forma espontánea, pero, en otras hacen falta leyes e instituciones que ayuden a construirlo o a incrementarlo.
Los nacionalistas son plenamente conscientes de ello; por eso, aunque se disfracen bajo unas siglas o una denominación aparentemente izquierdistas (por ejemplo, Esquerra Republicana de Catalunya ), en realidad —si de lo que se trata es de conseguir la independencia de cierto territorio— a lo que dedican sus mayores esfuerzos no es al fomento de políticas de las llamadas «sociales», sino a tratar de levantar un capital moral para su deseada comunidad. Ninguna comunidad nacional ha sido construida a partir de una moral de izquierdas. Instituir una nación exige la aplicación de todos los fundamentos que se encuentran en la base de la moral ideológica de la Derecha: la lealtad, la autoridad, la santidad, la no injerencia por parte de otros y, sobre todo, la construcción y defensa de un determinado capital moral. Todos estos elementos son fáciles de detectar, entre otros, en el nacionalismo catalán y vasco, que llevan muchos años amasando su propio capital moral, utilizando para ello instrumentos tan poderosos como el ordenamiento jurídico, la educación en las familias y en las escuelas, y los medios de comunicación.
El capital moral no es una consecuencia de la identidad nacional, sino al revés: es el capital moral el que hace que los individuos se puedan llegar a sentir orgullosos de compartir determinada identidad nacional.
Por tanto, la Derecha y el capital moral se encuentran íntimamente unidos y por eso también, la Derecha generalmente aparece como defensora de la nación.