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Paulina - Varios

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Paulina Varios
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    Varios
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Varios: resumen, descripción y anotación

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ANTOLOGÍA DE LA POESÍA

HISPANOAMERICANA DEL SIGLO XIX


LA PRESENTE ANTOLOGÍA CONTIENE POEMAS DE LAS SIGUIENTES AUTORAS:

MARÍA JOSEFA MUJÍA ESTRADA (1812-1888)

GERTRUDIS GÓMEZ (1814-1873)

SILVERIA ESPINOSA (1815-1886)

JESÚS LAPARRA REYES (1820-1887)

AMELIA DENIS (1828-1911)

DOLORES VEINTIMILLA CARRIÓN (1829-1857)

ROSARIO ORREGO CASTAÑEDA (1834-1879)

DOLORES SUCRE Y LAVAYEN (1837-1917)

LOLA RODRÍGUEZ (1843-1924)

SALOMÉ UREÑA DÍAZ (1850-1897)

LAURA MÉNDEZ LEFORT (1853-1928)

ADELA ZAMUDIO (1854-1928)

AGUSTINA ANDRADE GONZÁLEZ (1858-1891)

JOSEFA MURILLO CARLÍN (1860-1898)

ADELA CASTELL DUCROSÉ (1864-1926)

NICOLLE GARAY (1873-1928)

MARÍA EUGENIA VAZ FERREIRA (1875-1924)

JUANA BORRERO (1877-1896)


MARÍA JOSEFA MUJÍA ESTRADA (1812-1888)
EL AMOR

Ídolo falso que el mortal adora
y que insensato te erigió un altar,
por quien el hombre su miseria llora,
de quien recibe sólo un gran pesar.

Jamás canté tus triunfos, niño ciego;
no herirme pudo tu terrible arpón;
de tus saetas, de tu ardiente fuego,
conservo ileso y libre el corazón.

Nunca manché las cuerdas de mi lira
regando en ellas llanto de dolor
de engaños mil que tu deidad respira,
con que penas sin fin causas traidor.

Mi puro labio de tu copa impía
jamás gustó la emponzoñada miel,
que al brindar viertes con sagaz falsía
muerte, veneno y amargura y hiel.

Nunca mi oído se inclinó a tu acento;
siempre tu halago lo creí falaz.
Mi alma inocente no perdió un momento
su dulce calma, su tranquila paz.

Nunca cantar, tirano, tu victoria
ni tributarte vil adoración
es mi laurel, mi orgullo, dicha y gloria
y el más grato placer del corazón.

Si mi mejilla en llanto se humedece
y si en el corazón hay amargor,
si en él la angustia, la dolencia crece,
no es del acíbar de tu copa, amor.

No te conozco, ¡y de esto me glorío!
Tu nombre odioso escucho con horror,
y, al ver que causas males mil, impío,
te dice el labio: ¡Maldición, amor!

Sé que interés te vence, abate, humilla;
sé que los celos te dan gran temor;
sé que el mortal te inclina la rodilla.
¡Yo te desprecio y te maldigo, amor!


EL ÁRBOL DE LA ESPERANZA

Árbol de esperanza hermoso,
en copa y ramas frondoso
y elevado yo te vi:
ora en el suelo tendido,
destrozado y abatido
te miro, ¡triste de mí!

Sin hojas y sin ramaje,
marchito y seco el ropaje
de tu frescura y verdor:
¡cuán corta tu vida ha sido!
Contigo todo he perdido
de la fortuna rigor.

En tu tronco yo apoyaba
mi porvenir, y esperaba
recoger tu fruto y flor;
bajo tu sombra solía
recrear mi fantasía
y adormecer mi dolor.

Siendo de edad aun temprana,
en tu corteza yo ufana
catorce letras grabé;
no eran dichas ilusorias,
ni de amores ni de glorias
las palabras que tracé.

Contigo se ha derribado
todo el bien imaginado
que el pensamiento creó;
cual oscilación ligera
toda ilusión hechicera
contigo ya se extinguió.


LA CIEGA

Todo es noche, noche oscura
ya no veo la hermosura
de la luna refulgente,
del astro resplandeciente
sólo siento su calor,
no hay nube que el cielo dora,
ya no hay alba, no hay aurora
de blanco y rojo color.

Ya no es bello el firmamento,
ya no tienen lucimiento
las estrellas en el cielo;
todo cubre un negro velo,
ni el día tiene esplendor,
no hay matices, no hay colores,
ya no hay plantas, ya no hay flores,
ni el campo tiene verdor.

Ya no gozo la belleza
que ofrece naturaleza,
la que al mundo adorna y viste;
todo es noche, noche triste
de confusión y pavor;
doquier miro, doquier piso
nada encuentro y no diviso
más que lobreguez y horror.

Pobre ciega desgraciada,
flor en su abril marchitada,
¿qué soy yo sobre la tierra?
Arca do tristeza encierra
su más tremendo amargor;
y mi corazón enjuto,
cubierto de negro luto,
es el trono del dolor.

En mitad de su carrera
y cuando más luciente era
de mi vida el astro hermoso,
en eclipse tenebroso
por siempre se oscureció.
De mi juventud lozana
la primavera temprana
en invierno se trocó.

Mil placeres halagüeños,
bellos días y risueños
el porvenir me pintaba,
y seductor se mostraba
por un prisma encantador.
Las ilusiones volaron
y en mi alma sólo quedaron
la amargura y el dolor.

Cual cautivo desgraciado
que se mira condenado
en su juventud florida
a pasar toda su vida
en una horrenda prisión;
tal me veo, de igual suerte,
sólo espero que la muerte
de mí tendrá compasión.

Agotada mi esperanza
ya ningún remedio alcanza,
ni una sombra de delicia
a mi existencia acaricia;
mis goces son el sufrir:
y en medio de esta desdicha
sólo me queda una dicha,
y es la dicha de morir.


GERTRUDIS GÓMEZ (1814-1873)
EL PORQUÉ DE LA INCONSTANCIA

A mi amigo...

Contra mi sexo te ensañas
y de inconstante lo acusas;
quizá porque así te excusas
de recibir cargo igual.
Mejor obrarás si emprendes
analizar en ti mismo
del alma humana el abismo,
buscando el foco del mal.
Proclamas que las mujeres
(cual dijo no sé quién antes),
piensan amar sus amantes
cuando aman sólo al amor;
que el vago ardor del deseo
se agita constante en ellas;
mas pasa sin dejar huellas
su preferencia mayor.
¡Ay, amigo! no te niego
verdad que tan sólo prueba
que son las hijas de Eva
como los hijos de Adán.
A entrambos el daño vino
de la funesta manzana,
y a toda la raza humana
tus tristes efectos van.
¡Mísera raza!... su mengua
sufre, pero no la entiende;
y aún sueña y hallar pretende
bienes que torpe perdió.
Tras ellos ciega se lanza,
girando en vértigo insano...
Mas nunca su empeño vano
ni aun en sombra los gozó.
Amor pide, dicha busca,
y a esperar loca se atreve
que en vaso corrupto y breve
apague el alma su sed;
pero ella su afán inmenso
siente perenne, profundo,
y rompe lazos del mundo
como el águila la red.
En balde en la extraña lucha
de su cansancio y su anhelo
le agrada tomar el velo
que la presenta el error,
y en los pálidos fantasmas
-que agranda ilusa ella sola
se finge ver la aurëola
de la dicha y del amor.
¡Resbala pronto la venda!
¡Resbala y ve -con despecho
que vuela, en humo deshecho,
el fulgor de su ilusión!
Pues no cabe en ser que piensa
que eterno el engaño sea
aunque inmortal es la idea
que seduce al corazón.
No es, no, flaqueza en nosotros,
sí indicio de altos destinos,
que aquellos bienes divinos
nos sirvan de eterno imán,
y que el alma no los halle,
-por más que activa se mueva
ni tú en las hijas de Eva,
ni yo en los hijos de Adán.
Unas y otros nos quedamos
de lo ideal a distancia,
y en todos es la inconstancia
constante anhelo del bien.
¡De amor y dicha tenemos
sólo un recuerdo nublado;
pues su goce fue enterrado
bajo el árbol del edén!
Jamás ¡oh amigo! ventura
ni amor eterno hallaremos...
Pero ¿qué importa? ¡esperemos!
Porque es vivir esperar;
y aquí -do todo nos habla
de pequeñez y mudanza
sólo es grande la esperanza
y perenne el desear.


IMITANDO UNA ODA DE SAFO

¡Feliz quien junto a ti por ti suspira!
¡Quien oye el eco de tu voz sonora!
¡Quien el halago de tu risa adora
y el blando aroma de tu aliento aspira!
Ventura tanta -que envidioso admira
el querubín que en el empíreo mora
el alma turba, al corazón devora,

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