Paulina Rivero Weber es doctora en filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es profesora en dicha institución. Se ha especializado en el pensamiento de Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, así como en temas actuales de ética y bioética. En los últimos se ha abocado al estudio del daoísmo y su relación con la filosofía occidental a través del sinonietzscheanismo. Entre su obra publicada sobresalen los siguientes títulos: Nietzsche, verdad e ilusión (2004), Alétheia: la verdad originaria (2004), Perspectivas nietzscheanas, (2003) y El desafío de la bioética, vol. II (2009).
Nietzsche: el desafío
del pensamiento
Paulina Rivero Weber
(Coordinadora)
Nietzsche: el desafío
del pensamiento
Primera edición, 2016
Primera edición electrónica, 2016
Diseño de portada: Paola Álvarez Baldit
D. R. © 2016, Fondo de Cultura Económica
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ISBN 978-607-16-3608-9 (mobi)
Hecho en México - Made in Mexico
Sumario
Introducción
Al examinar el libro que ahora presentamos el lector podría preguntarse: ¿puede en verdad pensarse en un Nietzsche ecólogo?, ¿un Nietzsche crítico de la ciencia moderna?, ¿un Nietzsche hermeneuta, músico, experimentador del
pensamiento, antimetafísico y a la vez religioso? Ésta es una muestra de en qué medida desde el marco nietzscheano es factible abordar las más diversas y contemporáneas facetas del quehacer humano. Pero esta labor sería estéril si con ello se pretendiera únicamente hablar del mundo de hoy desde Nietzsche: lo que este libro muestra no es sólo eso, sino cómo al hacerlo surgen originales soluciones a problemas actuales.
Esta obra congrega las reflexiones de relevantes exégetas de habla hispana sobre el pensamiento de Friedrich Nietzsche. Los textos aquí presentados exponen desde diversos ámbitos una recreación del Nietzsche de nuestro tiempo: ¿qué tiene que decirnos este filósofo a los hombres y mujeres de la actualidad? El pensamiento de Nietzsche continúa siendo un desafío constante: ante la incesante necesidad de recurrir a los viejos dioses o implantar nuevos, Nietzsche enfrenta el mundo desde una perspectiva laica, vitalista y, si se me permite usar el término, holística. Porque Nietzsche en efecto pensó el mundo como una totalidad. Lo que resulta más interesante es que esta perspectiva laica no da la espalda a los temas fundamentales de la existencia humana, ni a su relación con el ámbito de las artes o la religión. Esto último en el sentido más radical del término: si bien uno de los ejes de su filosofía proclama la muerte de Dios, a partir de ella busca un elemento que pueda «religar» al ser humano con su entorno, y en ese «religamiento» se esconde el fundamento de una nueva religiosidad laica o al menos no teísta.
Los clásicos temas nietzscheanos hoy en día ya no pueden considerarse exclusivamente nietzscheanos: son muchos los filósofos y literatos que los han abordado. ¿Para qué entonces seguir leyendo a Nietzsche? ¿A qué se debe que su figura continúe siendo tan atractiva? ¿Por qué, desde los eruditos congresos de filosofía hasta los discursos políticos, o incluso en los más burdos programas 8
televisivos, la presencia de Nietzsche es una constante? Lo que llama de este filósofo es su más grande cualidad, que a la vez es su más terrible peligro: es él un pensador que puede aparentemente ser leído por cualquiera, cuando en realidad representa un reto a la inteligencia sensible. Sus textos son, como le gustaba a él decir en su Zaratustra, «para todos y para nadie».
Quienes creen que con leerlo basta para comprenderlo se pierden el Nietzsche propiamente filosófico: no se trata de un pensador «fácil», que pueda comprenderse con una primera lectura. Como bien lo señaló Martin Heidegger, Nietzsche se comprende solamente con base en su relación con la historia de la filosofía en conjunto. Se trata de un pensamiento que encuentra su simiente en Heráclito, Platón, Aristóteles, Spinoza, Kant, Hegel, Marx, por nombrar tan sólo a algunos de los más relevantes. Si no se conoce al menos en parte la historia de la filosofía, difícilmente se podrá valorar la revolución que implica el pensamiento nietzscheano.
La filosofía de Nietzsche conduce a pensar de otra manera, a ir más allá del mero racionalismo del cual pocos pensadores han logrado salir, al menos en Occidente. En ese sentido Nietzsche pensó descaradamente y sin reparos el mundo occidental. De manera cínica arrebató sus máscaras a la ciencia, al arte y la cultura. Éstas, al igual que toda expresión cultural, son una manifestación de una serie de valores que permanecen ocultos y que impulsan al individuo y a las sociedades a su desarrollo. Cuando los valores ocultos detrás de cada manifestación cultural son vitales, impulsan hacia la vitalidad; cuando son decadentes, lo hacen hacia la decadencia. De esta manera Nietzsche dejó al desnudo los verdaderos móviles de la mente humana. Por ello, con base en su pensamiento es factible replantearse no solamente los viejos problemas de la filosofía occidental, sino en general los problemas de la humanidad en su conjunto. De ahí que actualmente quienes trabajan la filosofía comparada, como se hace por ejemplo en el East West Center de la Universidad de Hawai, encuentran en Nietzsche una sólida base para pensar y replantear problemas propios de filosofías que nosotros hemos llamado «orientales» cuando en realidad debiéramos llamarlas simplemente asiáticas. Nietzsche no es un pensador alemán, ni siquiera es ya un pensador «europeo», como él solía decir.
Es un pensador que pertenece a la humanidad entera y que es estudiado tanto en China como en Italia, Japón, México o en cualquier otro país.
Por lo anterior su pensamiento resulta necesario para comprender el mundo 9
actual: Nietzsche no pensó únicamente al individuo, sino también la sociedad y sus dilemas. La preocupación por «la otredad», por la diferencia, es un tema central de su pensamiento. Por eso quienes ven en este filósofo el egoísmo ético más recalcitrante no han comprendido su propuesta a fondo. Desde su primera obra hasta los fragmentos póstumos, es palpable la insistencia en la imagen de un ser humano que solamente es tal en el mundo del cual forma parte. La categoría de lo dionisiaco conlleva esta idea: el ser humano es parte de una totalidad que lo rebasa, y al formar parte de ella se rige por las mismas normas que el resto de la naturaleza. «Todo es dionisiaco» quiere decir todo es vida en creación constante, todo es vida en movimiento y el ser humano también lo es.
Hay un aspecto de su pensamiento que clama por una armonía que hoy en día reclaman las ciencias sociales y hasta la misma ecología, por lo que Nietzsche puede ser una plataforma para una novedosa forma de fundamentar planteamientos ecológicos o bioéticos.
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