Intermedio segundo
JUSTINO interrumpe de nuevo la lectura de sus diálogos, y hablando otra vez con POSTMODERNO prepara e introduce el siguiente capítulo, el del edificio de la verdad materialista
Postmoderno me escuchaba con atención, pero noté que le extrañó mi decisión de escribir un diálogo en el que yo hablaba con filósofos antropoteístas. Por eso interrumpí la lectura de La Cuestión de Dios, y le dije:
—¿Qué te extraña tanto, amigo?
Él me contestó con otra pregunta:
—Justino, ¿has escrito un diálogo en el que conversas con los
modernos filósofos materialistas?
—Sí —contesté a Postmoderno—. Quería comprobar si el li
bro de Nietzsche, ese que había prestado a Poliandro, contesta a tus
preguntas, si te es útil. Esa es la razón por la que he escrito otro diá
logo en el que hablo con el propio Nietzsche, y también con Feuerbach, que es el fundador del moderno edificio de la verdad materialista, y con Marx, uno de los que con más ímpetu y vigor lo han
desarrollado. Pero te advierto que en mi diálogo los tres repiten exactamente lo que ya nos han dejado por escrito . Todas sus intervenciones son suyas, literalmente suyas.
Entonces Postmoderno me preguntó:
—¿Qué libro prestaste a Poliandro?
Yo le contesté:
—El que tanto insomnio y dolor de cabeza le produjo1 era Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (Uber Wahrheit und Lüge in aussermoralischen Sinn), Nietzsche lo dictó en mil ochocientos
setenta y tres a su amigo Gersdoff2.
—Pienso que este libro de Nietzsche es mejor que el de Descartes —comentó Postmoderno.
—También di a Poliandro lo que pude de Epicuro y de Lucrecio —añadí yo—. De aquel sus tres Cartas 3, sus Máximas 4, lo que
queda de Perí Físeos (Periv Fuvsew~), y otros fragmentos que nos
han llegado5. De Lucrecio De rerum natura, los seis libros, que esos
los tenemos completos6.
—Ya veo —comentó Postmoderno—, le has aconsejado leer
un libro que niega la verdad, Sobre la verdad y la mentira en sentido
extramoral de Nietzsche, materialista inmanente, y también escritos
de Epicuro y Lucrecio, antiguos materialistas transcedentes. —Así pude escribir un diálogo en el que Poliandro intervenía
debidamente documentado.
—Justino, lee ya ese diálogo que has compuesto —me pidió
Postmoderno.
—Espera, amigo, antes tengo que situarte en la escena, según la
he imaginado yo —dije.
—Adelante, Justino —asintió Postmoderno.
Entonces yo pausadamente dije:
—En el dintel de la puerta principal del salón donde se desarrolló el diálogo había una inscripción que decía:
Homo homini deus est
Inscripción que significa que «el hombre es dios para el hombre». Esta frase la repetía mucho Feuerbach en sus escritos7. Poliandro y
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1 Cfr. IV, 1, comienzo, y IV, 5, F.
2 Friedrich Nietzsche, «Sobre verdad y mentira en sentido extramoral», Madrid, Tecnos, 1990.
3 Epicuro, Obras, Madrid, Tecnos, 1999, Cartas a Herodoto, a Pitocles y a Meneceo.
4 Ibídem, Máximas capitales; Cfr. Máximas, Temas de Hoy, 1994.
5 Ibídem, Carlos García, Epicuro, Alianza, 1993.
6 Lucrecio, De la Naturaleza, I y II, edición bilingüe, Madrid, CSIC, 1983.
7 Feuerbach, La esencia del cristianismo, Salamanca, Sígueme, 1975, págs. 198 y 300; Escritos en torno a la esencia del cristianismo, Madrid, Tecnos, 1993, págs. 59, 97 y 108.
yo llegamos allí dispuestos a hablar con los modernos materialistas inmanentes que identifican el arjé con el Cuerpo humano (antropoteístas), es decir, con Feuerbach, con Marx y con Nietzsche. No obstante, en la pared principal había siete bustos de porcelana de los antiguos materialistas transcendentes, los que creían que el arjé es la Naturaleza material, la materia, cada uno de ellos en su peana, que tenía una inscripción y un pequeño dibujo8. El busto central era de Tales de Mileto, y en su peana se leía:
El arjé es el agua 9
El dibujo representaba un hombre mirando las estrellas y cayendo en un pozo10. A la izquierda de Tales, según se mira, estaban Gorgias, Protágoras y Demócrito. La inscripción que había junto a Gorgias decía:
La verdad no existe 11
Y se representaba una bolsa repleta de monedas12. Protágoras tenía debajo un hombre ahogándose en un naufragio13, y esta inscripción:
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8 El capítulo siguiente (el VI) está dedicado al edificio de la verdad materialista,
tanto transcendente como inmanente, pues como ya se dijo todo materialismo es un
cierto panteísmo de la materia (panteísmo invertido respecto al panteísmo de la razón
totalitaria, según Feuerbah). Por eso, aunque se dialoga con los modernos materialistas inmanentes (para los que el arjé es el Cuerpo humano), en cierta manera también
están presentes los antiguos materialistas transcendentes, los del edificio de la verdad
que fundó Tales de Mileto (para los que el arjé es el Mundo material). Esta es la razón por la que se dice que en la habitación donde se desarrolla el diálogo con Feuerbach, Marx y Nietzsche hay siete bustos de los antiguos materialistas transcendentes. 9 Los Filósofos Presocráticos, I, Madrid, 1986, pág. 66; Cfr. Kirk, Raven y
Schofield, Los filósofos presocráticos, Madrid, Gredos, 1983, págs. 137 a 140, que
se refieren a esteajrchv material.
10 Según Platón en Teeteto, 174a, Tales cayó a un pozo cuando miraba al cielo para estudiar los astros.
11 Gorgias, en Sofistas, testimonios y fragmentos, Madrid, Gredos, 1996, págs.
174 a 176.
12 Los sofistas como Gorgias y Protágoras cobraban por la enseñanza, lo que
fue criticado por Platón en Protágoras, 311a.
13 Los escritos de Protágoras fueron quemados en una hoguera y él fue perseguido, y cuando huía a bordo de un barco que lo ponía a salvo pereció victima de un
naufragio: Cfr. Sofistas, Testimonios y fragmentos, Madrid, Gredos, 1996, pág. 79.
El hombre es la medida de todas las cosas 14
Demócrito cerraba ese lado con: La verdad yace en el fondo de un pozo 15
Su peana representaba un átomo dentro de un pozo16, probablemente el mismo pozo que el de Tales. A la derecha de Tales se veían los bustos de Epicuro, Lucrecio y Horacio. Primero el de Epicuro, cuya inscripción aseguraba:
Los sentidos son los heraldos de la verdad 17
Y cuyo dibujo representaba un jardín en miniatura18. Después Lucrecio, con una bellota19 y:
Todo es materia 20
Por último Horacio, bajo el cual se leía:
Carpe diem 21 Y se veía, en relieve, una pícara sonrisa22. Poliandro y yo no dejábamos de admirar los siete magníficos bustos, cuando...
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14 Protágoras, ibídem, pág. 116.
15 Esta frase es atribuida a Demócrito por Marx en su tesis doctoral titulada Diferencia entre la filosofía natural democritea y la epicurea, en Escritos sobre Epicuro, Barcelona, 1988, pág. 44. Marx cita a Diógenes Laercio, IX, 72.
16 Sobre el atomismo de Demócrito cfr. Los filósofos Presocráticos III, Madrid, Gredos, 1986, págs. 144 y sigs.
17 Epicuro, citado por Ciceron en De natura deorum, I, 25, recogido a su vez por Marx en la tesis doctoral reseñada en la anterior nota 15, ob. cit., pág. 45; Cfr. Marx, Escritos de Juventud, FCE, pág. 24.
18 La escuela de Epicuro en Atenas se llamaba «El Jardín».
19 Para Lucrecio el hombre en estado de naturaleza se alimentaba de bellotas: Lucrecio, De la Naturaleza II, edición bilingüe, Madrid, CSIC, 1983, pág. 107, V, 939.
20 Ibídem, pag. 80; De la Naturaleza, I, pág. 110.
21 «Aprovecha el día», goza el presente: Horacio, Oda 11, en Odas y Epodos, Madrid, Lápari, 1992, pág. 77.
22 Consecuencia de la filosofía que aconseja olvidarse de preocupaciones y gozar del presente.
—¿Cómo era Feuerbach? —me preguntó Postmoderno. Yo le contesté:
—Vivió en un castillo.
—¿Dónde?
—En el castillo de Bruckberg, cerca de Ausbach, en Franconia. —¿Por qué? —preguntó Postmoderno con curiosidad. —Porque allí tenía una fábrica de porcelana, de la que vivía...