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José María Barrio Maestre - El Dios de los filósofos

Aquí puedes leer online José María Barrio Maestre - El Dios de los filósofos texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Ciudad: Madrid, Año: 2013, Editor: Rialp, Género: Ciencia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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¿Existe Dios? ¿Por qué, desde la Grecia antigua y hasta el siglo XXI, el hombre sigue haciéndose la misma pregunta? Junto a otros eminentes filósofos, el pagano Aristóteles y el cristiano Tomás de Aquino han aportado a Europa los elementos básicos de su desarrollo como civilización. Un breve recorrido por la filosofía arroja luces sobre esta pregunta, y ayuda a comprender lo más humano del ser humano. José María Barrio Maestre (Madrid, 1960) es Doctor en Filosofía con Premio Extraordinario por la Universidad Complutense, donde en la actualidad imparte sus clases como Profesor Titular. Amplió estudios en Münster y Viena. Ha publicado numerosos libros y artículos sobre Antropología Pedagógica, Ética de la Educación y Educación Cívica. Su último libro, La gran dictadura. Anatomía del relativismo (2011) fue publicado también en Rialp.

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JOSÉ MARÍA BARRIO MAESTRE

EL DIOS DE

LOS FILÓSOFOS

Curso elemental de Filosofía

EDICIONES RIALP, S.A.

MADRID

© 2013 by J OSÉ M ARÍA B ARRIO M AESTRE

© 2013 by EDICIONES RIALP, S.A.A lcalá, 290 - 28027 Madrid (www.rialp.com)

Fotografía de cubierta: © 123rf-dedmazay

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-321-4252-9

Realización ePub: produccioneditorial.com

ÍNDICE

EL TÍTULO QUE ENCABEZA ESTE LIBRO...

El título que encabeza este libro — El Dios de los filósofos — no supone que el gremio filosófico haya incurrido en la idolatría. Más bien se refiere a la debatida cuestión acerca de si la razón filosófica puede decir algo acerca de Dios. Blaise Pascal pensaba que nada tienen que ver el Dios del que hablan los filósofos con el Dios al que adoran las grandes religiones monoteístas, de tradición semita («el Dios de Abraham, Isaac y Jacob»). Como es sabido, en nuestros días Joseph Ratzinger ha defendido justamente lo contrario, a saber, que son el mismo. Estoy más de acuerdo con la tesis de Ratzinger que con la de Pascal, pero eso ahora no viene al caso. Lo que sí afecta a la comprensión del presente libro es la afirmación de que la cuestión acerca de Dios es la que nutre la mayor parte del debate filosófico desde que nació entre los griegos del siglo VI a.C. Frente a quienes en las últimas décadas han afirmado que la pregunta acerca de Dios poco o nada tiene que ver con lo central del discurso filosófico, el autor comparte —con el grueso del pensamiento occidental— la convicción de que este tema abastece, no solo la fibra esencial de la conversación humana, sino también, y muy particularmente, lo más nuclear de la discusión filosófica desde que existe esta.

De ahí que el presente curso elemental de Filosofía tenga dos propósitos: en primer término, mostrar de manera panorámica los temas y problemas de la Filosofía en la tradición de Aristóteles, que es quien ha acuñado lo fundamental del lenguaje con el que el pensamiento europeo-occidental se ha acercado a esos asuntos, y en segundo lugar poner de relieve la centralidad de la cuestión de Dios en el pensamiento filosófico.

Entre los numerosos pensadores que han tratado de ilustrar la cuestión filosófica de Dios me centraré sobre todo en Tomás de Aquino, referente necesario para comprender la idea occidental-cristiana de academia —enseñanza— y el grueso de la filosofía europea al menos hasta los albores de la edad moderna.

Estas dos referencias —el pagano Aristóteles y el cristiano Tomás de Aquino— no son las únicas a las que hay que acudir para hacerse cargo de cómo se han fraguado tanto el pensamiento como una parte sustancial de Europa, pero sí son indispensables para leer esa trayectoria en su fibra más esencial. Pero ante todo, el motivo por el que les presto aquí una atención especial es que constituyen los pilares básicos de un modo de configurar el pensamiento y la conducta que ha suministrado a Europa los elementos principales de su aporte a la civilización humana, al cultivo de lo más humano del ser humano, que no puede en absoluto comprenderse sin tener a la vista la manera en que el hombre se sitúa frente a la cuestión filosófica de Dios.

Tras una breve presentación del perfil de la Filosofía y de los distintos ámbitos del saber filosófico, abordaré directamente la cuestión de Dios, es decir, los temas y problemas básicos de la Teología filosófica. En conexión con esta nos acercaremos también a lo más neurálgico de la Antropología filosófica y de la Ética.

I

CUESTIONES INTRODUCTORIAS

1. QUÉ ES FILOSOFÍA

En este primer capítulo me referiré brevemente a la definición de Filosofía, tanto a la definición nominal como a la real; es decir, a la fórmula que mejor puede declarar qué significa el nombre «filosofía» y a la que, a mi modo de ver, puede resumir mejor qué significa la cosa que con ese nombre designamos.

E L DESEO DE SABER

La palabra «filosofía» es griega. Parece que fue Pitágoras quien primero la empleó, pero la acepción establecida hasta hoy la encontramos en los escritos de Platón, concretamente en El banquete, que recoge una discusión de Sócrates con amigos suyos —los «Diálogos » de Platón suelen hacer la crónica de esas conversaciones—. En aquella ocasión el argumento del debate era el amor a la belleza. Ahí Sócrates explica que una de las formas del deseo ( eros ) es justamente el deseo de saber. Es esto lo que en efecto significa «filosofía»: amar ( philein ) el saber ( sophía ).

Todos aspiramos por naturaleza a ser sabios —dirá Aristóteles al comienzo de su Metafísica — pero nos quedamos en «filósofos», valga decir, en aspirantes. El constitutivo esencial de la Filosofía es la búsqueda de la verdad en la forma de un deseo exigente de alcanzarla, tanto en amplitud como en profundidad. La sabiduría a la que el ser humano aspira —saberlo todo de todo, en intensidad y extensión— nunca se logra en plenitud. Si bien a esa plenitud del saber efectivamente aspiramos, siempre nos quedamos cortos. La seña de identidad de la Filosofía es esa especie de desazón en quienes la cultivan, que les hace conscientes de que es siempre más lo que nos queda por saber que lo que ya sabemos, por mucho que sea y por afortunada que pueda ser nuestra capacidad intelectual. El auténtico «saber» filosófico consiste en aprender a echar de menos, de manera que se halla resguardado de la arrogancia propia del «sabiondo».

Sócrates decía: «Solo sé que no sé nada». Eso es ya saber algo, al menos más que la absoluta ignorancia de quien ignora que ignora. El filósofo ya ha dado un primer paso en el camino hacia el saber, y ese paso lo distingue del sabiondo. Este lo ignora todo, y por eso piensa que ya nada le queda por saber, o que ya tiene suficiente con lo que sabe. Dicho a la inversa: el conformismo constituye la actitud antifilosófica por antonomasia, mientras que la modestia intelectual, bien entendida, es justamente el principio que hace posible la filosofía, la búsqueda de lo que no se posee nunca en plenitud, por más que a esa plenitud precisamente se aspire.

En el diálogo El banquete , Platón presenta la Filosofía como un tipo de «eros». Eros es una divinidad mitológica, hijo de Poros —el dios de la abundancia— y de Penía, una pobre mujer que representa la penuria, la escasez. Como hijo de ambos, Eros está a medio camino entre la abundancia y la escasez. De acuerdo con esta metáfora, cabe decir que la Filosofía está entre la plenitud del saber, a la que aspira, y la absoluta ignorancia de quien no sabe que no sabe. Aunque no posee el saber que desea, el que desea saber sabe lo que desea; nadie va sin saber a dónde va, al menos inteligentemente. Sabe que no tiene lo que busca —carecer de ello es condición necesaria para buscarlo—, pero el filósofo ya posee o sabe algo de lo que busca, al menos que lo hay. La verdad —es otra forma de expresar el interés fundamental de la filosofía— nunca es asequible a la razón humana de forma completa. Mas algo de ella podemos alcanzar si la buscamos con honestidad intelectual.

En este punto es importante hacer una precisión. Quien efectivamente busca la verdad no se conforma solo con buscarla: lo que quiere es encontrar lo que busca. La búsqueda no se justifica por ella misma, sino por el hallazgo al que da lugar. No busca verdaderamente quien no quiere encontrar lo que busca, a saber, la verdad, por mucho que en plenitud nunca la halle. A su vez, solo puede considerarse hallazgo intelectual un conocimiento verdadero. De acuerdo con esto, quien verdaderamente busca está abierto a la verdad venga por donde venga, es decir, no solo a aquella que encuentra como resultado de su búsqueda o investigación, sino también la que le sale al paso de manera inesperada. En consecuencia, si lo propio de la Filosofía es buscar la verdad —en esa forma peculiarmente exigente que le es característica, por la envergadura y alcance de su pretensión— para nada colisiona, sino que más bien converge con la fe, que es otro modo humano de conocer, a saber, dar crédito a lo que nos dice alguien que razonablemente consideramos lo merece.

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