Jose Antonio Fortea
Historia del
Mundo Angélico
……………………………………………………………………………………………………….………………………………………………..
Historia del mundo angélico, crónica de la creación de los tronos y potestades, narración de la prueba y caída de los serafines y querubines
Prólogo
Después de dieciséis años dedicados al campo teológico de los demonios, por fin, ha llegado el momento de hablar de los ángeles. Después de tanto tiempo meditando cómo emprender esta tarea, he decidido hacerlo no con un ensayo, sino volcando la teología en un cauce narrativo. La narración me permite infundir vida a lo que, de otro modo, hubieran sido fríos conceptos y matizadas hipótesis. Puedo asegurar que hay teología tras este relato de la creación del mundo angélico.
Alguien que no haya leído mis otros libros sobre el tema, podrá albergar la tentación de pensar que en este texto me dedico a inventar si más. Pero puedo asegurar que toda esta ficción, no es otra cosa que angeología expresada de un modo literario. Todo tiene una razón de ser en la ficción que propongo, cuyas líneas, sin duda, deben casi tanto a la metafísica como a la Sagrada Escritura. En este escrito podríamos decir que la Biblia sembró y Aristóteles desarrolló.
La Biblia es muy lacónica al hablar de la creación de los ángeles. La metafísica, iluminada por la Escritura, puede desarrollarse, expandirse, dando luz al modo razonable en que todo pudo suceder. Eso y no otra cosa es esta obra: un esfuerzo por exponer de un modo razonable cómo pudo ser la protohistoria de los ángeles.
Yo no digo cómo sucedieron las cosas, porque no he tenido una revelación privada sobre el tema. Únicamente expongo cómo pudieron suceder las cosas. Un modo razonable, entre muchos posibles, de llenar los vacíos de la Escritura acerca del campo angélico. Vacíos voluntarios, el Dedo Divino iluminó sólo lo que quiso. Pero el mismo Dedo Divino nos concedió otra luz, la de la inteligencia para iluminar sus pasajes.
Esta obra no está basada en revelaciones, ni mías ni de otros, sino en la metafísica, como ya he dicho. Sólo tomo el objeto de la prueba de los ángeles de una venerable tradición. Sea cual sea la prueba que tuvieron al ser creados los ángeles, lo seguro es que pasaron por una prueba. Aquí se ofrece cuál pudo ser. Tantas veces en esta historia elucubro cómo pudo ser todo, pero sólo Dios conoce el modo en que todo realmente ocurrió.
Por supuesto que si alguien no está de acuerdo en algún punto de mi historia, tiene todo el derecho a ello. Es más, los ángeles y yo le damos todo el permiso del mundo para disentir. Alguien también podrá sentirse incómodo de que utilice términos tan visuales al hablar de un mundo etéreo, pero este escrito es un gran fresco, un extenso tímpano catedralicio. O redactaba un tratado, o erigía este auto sacramental. Definir este escrito como un auto sacramental del siglo XXI me complace.
En el presente prólogo explico cómo se gestó esta obra: a la manera de un ejercicio narrativo-teológico que trata de explicar cómo pudieron ser las cosas, expresándolas con una estética visual y usando modos antropomórficos. Aun así, en el apéndice he dejado constancia de una ficticia versión alternativa del origen de esta obra. Puestos a crear, se me ocurrió lo literariamente interesante que resultaba no sólo una historia de los ángeles, sino también la creación de un ficticio origen redaccional de esa historia. Al final, no sólo ofrezco la Historia de los Ángeles, sino también la falsa historia de cómo surgió esa Historia. Perdóneseme ese acto literario en una obra estética.
I Parte
…………………………………………………….…………………
Antes de los faraones, antes de los constructores de los zigurats, antes de que en el desierto reposase la arena, antes de que la primera gota de agua cayese en el primer mar, fue nuestra historia. Antes de que el sol brillase por primera vez, antes de que Dios dijese: Hágase la luz.
Antes de la historia de cualquier criatura, vino nuestra historia, que es la más antigua. De hecho, estas crónicas tuvieron lugar antes del Tiempo. Antes de nuestra historia, no hay historia alguna. Puesto que el Único que estaba antes de nosotros, no tiene historia. Dios no tiene historia.
Yo, un ángel os la voy a contar a vosotros, humanos, aunque no podáis entender muchas cosas, aunque tenga que recurrir a comparaciones humanas para que podáis comprender lo incomprensible. Doy comienzo a mi crónica.
sección 1 En el principio estaba el Ser, el Ser Infinito, la Trinidad Sublime.
Imaginaos a Dios como una inmensa esfera de luz blanquísima. De nuevo os recuerdo que debo recurrir a términos limitados, a comparaciones, para expresar lo que es incomparable. Dios no es una esfera, Dios no tiene forma geométrica alguna. Pero os pido que os imaginéis mi historia de un modo visual. Imaginaos al Gran Dios como una esfera de luz de proporciones infinitas.
Esa Esfera de Luz estaba en medio de la Nada. Una Esfera resplandeciente en mitad de la oscuridad más absoluta, la oscuridad perfecta. Al principio únicamente existía esa Esfera. Nadie la contemplaba, nadie la podía ver, porque no había nadie. Esa Esfera de Vida Trina era Luz, y era grande como millares de océanos de luz. Era colosal como millares de millares de universos.
Nunca os imaginaréis, mientras viváis, lo difícil que es para mí expresaros de un modo alegórico lo que nosotros percibíamos de Dios. Permitidme usar la imagen de una esfera para hablar de Dios, la imagen de una esfera grandiosa. Porque en su Ser reinaba una perfección, como sólo se expresa en la geometría. Geometría… pero al mismo tiempo era Él ilimitado como un mar. El mar es estable, pero tiene movimiento en sí. La comparación es válida, porque Dios se nos mostraba lleno de vida. Lo que nosotros veíamos era como una esfera infinita llena de mares de vida. Pero eso lo percibíamos a través de los rayos que atravesaban sus velos. La imagen del sol cuya luz sale arrolladora y límpida tras las nubes de una tormenta que escampa, es la escena más aproximada para que entendáis qué era lo que nosotros veíamos. Reunid todos estos conceptos tan pobres y os haréis una idea aproximada.
La Vida Trina latía en su interior, fluía en el seno de esa Esfera. De pronto, ocurrió algo. Era la primera vez que ocurría algo desde dentro hacia fuera de la Esfera. No podemos decir que eso tuvo lugar tras millones de millones de siglos, porque en realidad no había Tiempo. Pero entre ese antes y ese después hubo mil eternidades, y después eternidad tras eternidad. Antes del primer AHORA, hubo una serie incontable de siglos de no-tiempo.
Y así, en el momento previsto, en el instante exacto, antes del cual no hubo un instante, una voz poderosa resonó en el interior de la Esfera, una voz que dijo: ¡Hágase! Y de la Esfera surgió una luz. Aquel acto se parece lejanamente a una flor que extendiera sus pétalos blancos. Ese instante semejaba como una corola de la que saliesen hacia fuera sus pétalos. Aquello parecía como una explosión de luz a cámara lenta.
Si uno se aproximaba a esa luz, veía que cada haz de luz estaba formado por millones de millones de seres angélicos. Cada naturaleza angélica era como una pequeña estrella. Las había de todos los tamaños. Cada ser angélico resplandecía con su propio tono de luz, cada uno emitía una música particular. Cada uno, si se me permite la expresión, mostraba un rostro atónito, felizmente atónito, ante el espectáculo del acto creador.