© Aina Lorente Solivellas
Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) es licenciado en Ciencias Físicas. Su última novela publicada es Trilogía de la guerra (Seix Barral, 2018) que obtuvo el Premio Biblioteca Breve.
Entre 2006 y 2009 publica el Proyecto Nocilla (Alfaguara), que consta de las novelas Nocilla Dream, Nocilla Experience y Nocilla Lab, galardonadas con diferentes premios y traducidas a varios idiomas. Es autor del libro de relatos, El hacedor (de Borges), remake (Alfaguara, 2011), y de la novela Limbo (Alfaguara, 2014)
En el año 2000 acuñó el término Poesía Postpoética, reflejada en los poemarios Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (2001, reedición 2012), Creta lateral travelling (2004, premio Café Món), Joan Fontaine odisea (2005), Carne de píxel (2008, premio Ciudad de Burgos de Poesía), y Antibiótico (2012). Su último libro de poesía es Ya nadie se llamará como yo + Poesía reunida (1998-2012), editado por Seix Barral en 2015.
En el campo del ensayo, además de Teoría general de la basura, que aquí presentamos, fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2009 con Postpoesía, hacia un nuevo paradigma. Su blog es «El Hombre Que Salió de La Tarta». Mantiene junto con Eloy Fernández Porta, el dúo de spoken word Afterpop Fernández y Fernández.
Nota a la portada:
El ramo de flores pintado por Henri Fantin-Latour a finales del siglo XIX , y que en el año 1983 fue usado por el diseñador Peter Saville como cubierta del disco Power, Corruption and Lies, del grupo británico New Order, tiene insertado en su extremo superior derecho una serie de cuadrados de colores, patrones de «pruebas de color».
Esos cuadrados de colores premeditadamente no eliminados son el primer recuerdo que tengo de haber pensado que algo parecido a un residuo, a un trozo de basura –o en cualquier caso a algo que «no debía estar ahí»–, era introducido en una obra original para, sin perder su esencia, transformarla, hacer aparecer una obra nueva.
Es ese recuerdo –mitad sentimental, mitad técnico– de los residuos y de las creaciones que generan lo que justifica aquí y ahora su uso como portada de este libro.
A GUSTÍN F ERNÁNDEZ M ALLO
Este libro comienza asegurando que la primera grabación de voz que se conoce es la de Walt Whitman recitando, en el año 1890, su poema America. Antes de esa fecha, y sin registros sonoros disponibles, no tenemos ni idea de cómo sonaba el habla. Si oyéramos hoy a un romano del siglo I decir rosae quizá oiríamos algo parecido al rugido de un tigre o el sonido de una máquina. Y es que todas la cosas tienen su «línea año cero», el lugar más allá del cual lo inventamos todo: ahí comienza la ficción.
Y este libro termina desplegando toda una teoría alternativa acerca de qué es un producto artístico y qué es una máquina y un organismo, produciendo así nuevas acepciones a los conceptos «natural» y «artificial».
Entre medias, y por un camino tejido con una personalísima red de metáforas que aúnan lo poético y lo científico, veremos pasar cosas como una aeronáutica interpretación del Ángel de la Historia benjaminiano, o el porqué de la identidad de Occidente –forjada en la idea del viaje y en la construcción de «el otro»–, o páginas que arrojarán nueva luz a las artes contemporáneas –especialmente al apropiacionismo–, o sabremos qué significa hoy la fragmentación y el ruido en la comunicación. De un disco de New Order al caballo que Nietzsche abrazó en Turín, del cine de Chris Marker a Lady Gaga, de las teorías de sistemas complejos a los Durmientes de Efeso, de la mitología del romanticismo a la no menos imposible mitología pop, o del porqué del reciente colapso económico mundial al «Blues del Bosón de Higgs» que cantó Nick Cave, todo viene en este libro a resignificar nuestra cotidianidad.
Teoría general de la basura fundamenta su principio en que no elaboramos artes y ciencias a través de la excelencia sino utilizando la basura pasada, los residuos que sin querer nos dejaron otros. Un libro que plantea una muy original ontología y epistemología de nuestra contemporaneidad: en los residuos de nuestro presente se hallan los genes culturales del futuro próximo.
Publicado por:
Galaxia Gutenberg, S.L.
Av. Diagonal, 361, 2.º 1.ª
08037-Barcelona
info@galaxiagutenberg.com
www.galaxiagutenberg.com
Edición en formato digital: octubre de 2018
© Agustín Fernández Mallo, 2018
© Galaxia Gutenberg, S.L., 2018
Imagen de portada: © The National Gallery,
London / Scala, Florencia, 2018
Una canasta de rosas, Henri de Fantin-Latour, 1890
Óleo sobre lienzo, 48,9 × 60,3 cm. Legado de Mrs
M.J. Yates, 1923.
Nuestro agradecimiento a Peter Saville y New
Order por la inspiración de la cubierta.
Conversión a formato digital: Maria Garcia
ISBN : 978-84-17355-92-0
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Soy un lugar donde durante meses o años se elaboran y ordenan cosas, y luego se separan de mí como si fueran una excreción.
L ÉVI -S TRAUSS ,
en entrevista por Didier Eribon
¿Dónde están los escombros de la división del saber y de las ciencias? Algún día se encontrará usted conmigo en los campos de estiércol, es ahí, también, donde se tiene la posibilidad de encontrar maravillas perdidas por el proceso de la talla, por el trabajo de producción.
Algún día los epistemólogos hurgarán en los cubos de basura. En las basuras de la talla reencontraremos el mundo mismo.
M ICHEL S ERRES ,
El paso del Noroeste
Pues la realidad, como sabemos, siempre es diferente a todo.
W. G. S EBALD ,
Vértigo
Piense en esto: de las lenguas hoy muertas sólo conservamos sus textos, sus grafías, pero no el registro sonoro, de modo que poca o ninguna idea tenemos de cómo los antiguos pronunciaban sus palabras. Si pudiéramos oír hoy a un griego del siglo III a.C. pronunciar poiesis o a un romano decir rosae, no es descartable que oyéramos lo que para nosotros serían rugidos o el canto de un pájaro. Sólo pensar en la Cleopatra de Elizabeth Taylor emitiendo sonidos como de perro, ballena o robot, un escalofrío echaría por tierra gran parte de nuestra idea de cómo las civilizaciones nos hallamos temporalmente conectadas. Nos queda la materialidad muda de aquella escritura y le procuramos un paisaje sonoro, construido como verosímil fantasía. Sólo el sonido convoca el pasado en tiempo real. De ahí la importancia que se le da a las voces en los conciertos de música en vivo, los mítines políticos o el espiritismo. Que se sepa, la voz de poeta más antigua registrada son los 35 segundos de recitación del poema «América», leído en 1890 por su propio autor, Walt Whitman, y grabado en un primitivo cilindro de cera –puede encontrarse la grabación en YouTube o en otras plataformas–. Apenas 35 segundos en los que además de parecer llegar el poeta desde ultratumba para hablarnos cara a cara –un vértigo parecido a si de pronto viéramos una fotografía de Sócrates–, también podemos pensar que es fundado el Año Cero de la recitación poética tal como hoy la conocemos. No deja de sorprender que en tal grabación el tono y la prosodia de Whitman tengan un aire a profesor que, a un grupo de niños, estuviera dando clase de dicción de alguna lengua extranjera.