La economía de mercado no puede considerarse solamente como un «sistema económico». Como «economía libre» está indisolublemente ligada a una concepción general de la libertad. Más aún: para comprenderla en su pleno significado es preciso encuadrarla en una visión de la posición del hombre en el universo, es decir, en una teoría general de la realidad, del ser humano, de la acción y del conocimiento.
El núcleo de Mises y de su praxeología —escribe Murray Rothbard en el prólogo— es con la que él apropiadamente comienza Teoría e historia, el «dualismo metodológico», el crucial entendimiento de que los seres humanos deben ser considerados y analizados en una manera y con una metodología que difiere radicalmente del análisis de las piedras, planetas, átomos o moléculas. ¿Por qué? Porque simplemente, es la esencia de los seres humanos el que ellos actúen, que tengan fines y propósitos y que intenten alcanzar esos fines. Las piedras, átomos, planetas, no tienen fines o preferencias; por tanto ellos no eligen entre cursos de acción alternativos. Ellos no pueden elegir rumbos de acción o cambiar sus mentalidades. Los hombres y mujeres sí pueden.
Ludwig von Mises
Teoría e historia
Una interpretación de la evolución social y económica
ePub r1.0
Leviatán 25.04.14
Título original: Theory and History
Ludwig von Mises, 1957
Traducción: Rigoberto Juárez-Paz
Diseño de portada: Piolín
Editor digital: Leviatán
ePub base r1.1
Prefacio
Ludwig von Mises publicó numerosos libros y artículos en su larga y productiva vida, cada uno de ellos supusieron importantes contribuciones a la teoría y a la aplicación de la ciencia económica. Pero sobresalen entre ellos cuatro destacadas obras maestras, inmortales monumentos al trabajo del más grande economista y científico de la acción humana de nuestro siglo. El primero, el cual puso a Mises en cabeza del ranking de economistas fue La teoría del dinero y del crédito (1912), que por primera vez integró la teoría del dinero y de los precios relativos además de delinear su posterior teoría del ciclo económico. El segundo gran trabajo de Mises fue Socialismo (1922), el cual proporcionó la definitiva y exhaustiva crítica del socialismo y demostró que un orden socialista no podría calcular económicamente. El tercero fue su formidable tratado La acción humana (1949), que describía la estructura completa de la economía y del análisis del hombre en acción. Todos estos tres trabajos han supuesto hitos en la economía, y han sido destacados en el renacimiento «austriaco» que ha florecido en los EE. UU. en la pasada década.
Pero el cuarto y último gran trabajo de Mises, Teoría e historia (1957) ha supuesto un notable pequeño impacto y escasamente ha sido citado incluso por los jóvenes del reciente renacer austriaco. Permanece hasta ahora como la más abandonada obra maestra de Mises. E incluso proporciona el sostén filosófico y desarrolla la filosofía que subyace en La acción humana. Es el gran trabajo metodológico de Mises, explicando las bases de su acercamiento a la economía, proveyendo brillantes críticas a tales falaces alternativas como el historicismo, el cientificismo y el materialismo dialéctico marxista.
Se puede pensar que a pesar de su gran importancia, Teoría e historia no han supuesto un hito porque, en esta época de ciega especialización académica, la economía no tiene nada que ver con lo concerniente a la filosofía. Ciertamente, la hiperespecialización juega una parte, pero en los últimos años, el interés en la metodología y en los cimientos básicos de la economía ha germinado y uno podría pensar que al menos los especialistas en esta área podrían encontrar mucho para discutir y absorber en este libro. Y los economistas seguramente no están tan enfrascados en su argot y en su lenguaje confuso como para que puedan obviar una respuesta a la lúcida y brillante prosa de Mises.
Es probable, en cambio, que el abandono de Teoría e historia tenga más que ver con el contenido de su mensaje filosófico. Mientras que muchos están al tanto de la larga y solitaria rebelión que Ludwig von Mises desató contra el estatismo del lado del laissez-faire, pocos se dan cuenta de que hay una mayor resistencia en la profesión de la economía hacia la metodología de Mises de la que hay hacia su visión política. La adherencia al libre mercado, después de todo, no es ahora tan infrecuente entre los economistas (aunque no con la certera consistencia de Mises), pero pocos están preparados para adoptar la característica metodología austriaca que Mises sistematizó y nombró «praxeología».
La verdadera significancia de Mises y de su praxeología es con la que él apropiadamente comienza Teoría e historia, el dualismo metodológico, el crucial entendimiento de que los seres humanos deben ser considerados y analizados en una manera y con una metodología que difiere radicalmente del análisis de las piedras, planetas, átomos o moléculas. ¿Por qué? Porque simplemente, es la esencia de los seres humanos el que ellos actúen, que tengan fines y propósitos y que intenten alcanzar esos fines. Las piedras, átomos, planetas, no tienen fines o preferencias; por tanto ellos no eligen entre cursos de acción alternativos. Los átomos y planetas se mueven o son movidos. Ellos no pueden elegir rumbos de acción o cambiar sus mentalidades. Los hombres y mujeres sí pueden. Por consiguiente, los átomos y las piedras pueden ser investigados, sus cursos de acción clasificados, y sus rumbos planeados y predichos, al menos en principio, hasta el más diminuto detalle cuantitativo. Con la gente no se puede; todos los días la gente aprende, adopta nuevos valores y fines, y cambia su mentalidad; la gente no puede ser planeada y predicha como pueden ser los objetos sin mente o sin la capacidad de aprender y elegir.
Y ahora podemos ver por qué la profesión económica ha puesto tanta resistencia al tratamiento de Ludwig von Mises. La economía, así como las otras ciencias sociales en nuestro siglo, ha abrazado el mito de lo que Mises ha llamado y despectivamente referido como «cientismo», la idea de que el único y genuino tratamiento «científico» al estudio del hombre es aquel que imita el tratamiento de las ciencias naturales, en particular de su rama más prestigiosa, la física. Para llegar a ser verdaderamente científico como la física y las otras ciencias naturales, entonces, la economía tiene que rehuir de conceptos tales como propósitos, fines y aprendizaje; debe abandonar la mente del hombre y escribir sólo de meros eventos. No puede hablar de cambio de opinión, porque debe asegurar que los eventos son previsibles, desde que, en las palabras del lema original de la Sociedad Econométrica, «Ciencia es predicción». Y para ser una ciencia dura o real, la economía debe tratar a los individuos no como criaturas únicas, cada una con sus propios fines y elecciones, sino como homogéneas y por tanto, predecibles bits de «información». Una razón por la que la teoría económica ortodoxa ha tenido siempre gran dificultad con el crucial concepto de empresario es que cada empresario es clara y obviamente único; y la economía neoclásica no puede manejar la singularidad individual.
Además, la ciencia «real», debe supuestamente, operar como una variante del positivismo. Así, en física, el científico está confrontado con un número homogéneo y uniforme de bits de eventos, los cuales pueden ser investigados según regularidades cuantitativas y constantes como, por ejemplo, el ratio al que los objetos caen a la tierra. Entonces, los marcos hipotéticos de los científicos explican las clases de comportamiento o movimiento, y deducen varias proposiciones según las cuales él puede contrastar la teoría comparando hechos firmes y empíricos, con esos observables bits de eventos. (Por tanto, la teoría de la relatividad puede ser testeada comprobando ciertas características empíricamente observables de un eclipse). En la vieja variante positivista, él «verifica» la teoría a través de su comprobación empírica; en el más nihilista neopositivismo de Karl Popper, él sólo puede «falsar» o «no falsar» una teoría de esta manera. En cualquier caso, sus teorías deben siempre ser sostenidas tentativamente, y puede que nunca, al menos no oficialmente, ser abrazadas como definitivamente verdaderas; por lo que puede siempre encontrar que otras teorías alternativas pueden ser capaces de explicar unas más amplias clases de hechos, que algunos nuevos hechos pueden ir en contra, o falsar la teoría. El cientista debe siempre portar al menos la máscara de la humildad y de la mentalidad abierta.