© Cristina Lladó
Soledad Becerril Bustamante
(Madrid,1944) es licenciada en Filosofía y Letras, especialidad de Filología Inglesa por la Universidad Complutense. Sus primeros trabajos fueron en el campo editorial y, posteriormente, se trasladó a Sevilla donde impartió clases en la Universidad Hispalense. Fue fundadora de la revista de información general para Andalucía La Ilustración Regional en el año 1973 y trabajó en ella.
Comenzó su actividad en la vida pública en 1976, en el Partido Demócrata y Liberal, fundado por Joaquín Garrigues Walker. En junio de 1977 concurrió a las elecciones generales por la coalición Unión de Centro Democrático ( UCD ), liderada por Adolfo Suárez, en las que resultó elegida diputada por Sevilla, y también en las elecciones generales de 1979. Participó en la comisión redactora del Estatuto de Autonomía para Andalucía.
El presidente del Gobierno Leopoldo Calvo-Sotelo la nombró ministra de Cultura y Deportes en 1981, siendo la primera mujer que accedió a una cartera ministerial en esta etapa de la democracia.
Es autora del libro Idea de Sevilla (1987) y, tras participar en las elecciones municipales de Sevilla, fue elegida, primero concejal, luego, primera teniente de alcalde y, en 1995, alcaldesa, por el Partido Popular (PP). Ha sido diputada en seis legislaturas, en una de ellas vicepresidenta del Congreso, y senadora en otra, siempre por Sevilla.
En julio de 2012 fue elegida por las Cortes Generales defensora del Pueblo, cargo que ejerció hasta el final de su mandato en julio de 2017.
Está en posesión de diversas condecoraciones, entre otras, la Gran Cruz de Carlos III, la Medalla de Andalucía y la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort. Actualmente está retirada de la vida pública y colabora en diversas ONG .
Soledad Becerril fue una de las veintiuna mujeres elegidas diputadas en las elecciones generales de 1977, en un Congreso donde había 350 escaños; fue la primera mujer nombrada ministra, de Cultura, en un Gobierno de la monarquía parlamentaria en 1981; fue, también, la primera mujer elegida alcaldesa de Sevilla, en 1995, ciudad a la que dedica páginas conmovedoras, y la primera mujer defensora del Pueblo, en 2012. Diputada en seis legislaturas, senadora en una, a veces en la oposición y otras veces con la mayoría ganadora, llegó a la política antes de cumplir los treinta años con el afán de tomar parte en los hechos y decisiones que permitieron alcanzar la democracia y el deseo de priorizar siempre la transigencia, el diálogo y la concordia.
En este libro recoge sus recuerdos de una larga etapa que empieza a comienzos de la década de 1970 y acaba a mediados de 2017. A lo largo de una gran parte de los años que rememora, la presencia de la mujer en la vida pública era casi inexistente, por lo que la actividad que llevó a cabo y su figura fueron seguidas con una atención inusitada y muy crítica.
Este libro está dedicado a los jóvenes para que valoren cómo se ha llegado a un Estado democrático y de derecho, y comprendan que este reciente capítulo de nuestra historia es uno de los que acaba bien. Y a las mujeres, que hoy lo tienen todavía difícil, para que el legado y el trabajo de personas como Soledad Becerril valga para que sean tratadas con respeto, igualdad y sin discriminación.
Edición al cuidado de María Cifuentes
Publicado por:
Galaxia Gutenberg, S.L.
Av. Diagonal, 361, 2.º 1.ª
08037-Barcelona
info@galaxiagutenberg.com
www.galaxiagutenberg.com
Edición en formato digital: octubre de 2018
© Soledad Becerril, 2018
© Galaxia Gutenberg, S.L., 2018
Imagen de portada: © Juan Gyenes, VEGAP , Barcelona, 2018
Conversión a formato digital: Maria Garcia
ISBN : 978-84-17355-91-3
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Dedico estos recuerdos de los años de mi vida pública
a Sole, Celia, Gaspar, Inés y Pedro, los nietos
a los que quiero y que alegran mis días.
Índice
Prólogo
Lo que cuenta para Soledad Becerril, lo puedo asegurar, no es haber sido la primera (ministra, alcaldesa, defensora…) sino su batalla constante para no ser la única. Ha tenido siempre muy claro que de nada hubieran valido para las mujeres sus aparentes «triunfos» si no hubieran servido para abrir puertas a todas ellas.
Hoy, este trabajo suyo continúa. Y como comenta en este libro, nunca hubiera podido pensar entonces, ministra en 1981, que, a pesar de los grandes e indudables avances, nuestras hijas lo iban a tener tan duro como nosotras, que hay que seguir batallando y confiando en un mundo más justo para las mujeres.
Creo que, al terminar la lectura de este libro, pasarán a segundo plano sus logros políticos (relatados con tanta naturalidad como cualquiera de nosotros contaría su sencilla vida cotidiana) y nos quedará la imagen y el mensaje de una persona con un sentido clarísimo del bien público y de las obligaciones que su ejercicio conlleva.
Ejercicio que podríamos definir utilizando un término coloquial como «saber estar en su sitio». Con tesón, enorme tesón. Sin buscar el aplauso. Sin callarse nunca, planteando las preguntas adecuadas y exigiendo respuestas correctas. Y con una enorme comprensión, sentido del humor (¡sí!), capacidad de escuchar y transigencia. El poder concebido para que su ejercicio sirva al bien común.
El término transigencia es especialmente importante para los políticos que hicieron la Transición en España. ¡Cómo se trivializa hoy!, ¡cómo trivializamos!
Aquella generación tuvo una voluntad clara: se trataba de superar la guerra civil y la dictadura. La guerra civil entendida como un conflicto provocado por la intransigencia de las generaciones anteriores, con independencia de su ideología. Fue la generación de la transigencia, la reconciliación y el europeísmo.
Soledad Becerril era la parte joven, testigo y actor de aquella generación. Estaba en el Congreso de los Diputados el 22 de julio de 1977, en la sesión conjunta Congreso y Senado (los primeros elegidos por sufragio universal desde 1936) cuando el Rey anunció «la democracia ha comenzado, ahora hemos de tratar de consolidarla».
Muchos de aquellos parlamentarios no habían luchado por la democracia, pero sí buscaban la reconciliación y todos utilizaban la política como «herramienta para la convivencia, para el diálogo, para el pacto». Soledad Becerril tituló su artículo de homenaje a Adolfo Suárez en 2014, año de su muerte, «La reconciliación como herencia».
Conviene, por todo ello, leer su libro detectando en cada capítulo que, detrás de una política de tesón, de ideas muy claras y de un liberalismo estricto en lo esencial y muy permisivo en el resto, ha habido una persona que ha priorizado siempre la transigencia, el diálogo y la concordia.
En estas páginas encontraremos, narrados en primera persona, momentos clave: restablecimiento de la Generalitat catalana, amnistía, aprobación de la Constitución, elecciones municipales, Estatutos de Autonomía.
Todo ello en un contexto enormemente difícil: crisis económica internacional, constante amenaza golpista, escalada terrorista, golpe de Estado…
Es, a mi entender, además de un análisis y una narración ajustada de los hechos, un homenaje al Rey, a Adolfo Suárez y a Felipe González.
Tiene Becerril, creo, una cierta esperanza de que la narración sirva a los actuales actores y a la memoria –instrumento indispensable– de nuestros nietos.