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GEORGE STEINER - Necesidad de música

Aquí puedes leer online GEORGE STEINER - Necesidad de música texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2019, Editor: GRANO DE SAL, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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    Necesidad de música
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    GRANO DE SAL
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Necesidad de música

Primera edición, 2019

© George Steiner 2019
© Rafael Vargas Escalante 2019, por la selección

Traducción: Rafael Vargas Escalante
Diseño de portada: León Muñoz Santini
y Andrea García Flores
Fotografía del autor: Sueddeutsche Zeitung
Photo/Alamy Stock Photo

D. R. © 2019, Libros Grano de Sal, SA de CV
Av. Casa de Moneda, edif. 12-B, int. 4, Lomas de Sotelo,
11200, Miguel Hidalgo, Ciudad de México, México
www.granodesal.com Picture 1 GranodeSal Picture 2 LibrosGranodeSal

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, sin la autorización por escrito del titular de los derechos.

ISBN: 978-607-98059-7-5

Prólogo. George Steiner escribe sobre música

RAFAEL VARGAS ESCALANTE

Quienquiera que haya leído parte de la extensa obra de George Steiner, compuesta por poco más de 40 títulos publicados entre 1952 y 2011, sabe que prácticamente no hay uno solo de sus libros en el que no esté presente la música, sea como foco de una reflexión extensa, como referencia para ilustrar un argumento, como remembranza pertinente al brindar el contexto de un libro o, en el caso más modesto, como una especie de alusión hecha al paso. Al adentrarse en la obra de este gran pensador europeo, muy pronto se advierte que la música tiene un papel muy importante en su vida —más atinado sería decir: que la música forma parte esencial de su vida.

Ha estado presente en ella desde su niñez. Sus padres, judíos cultivados y políglotas —Frederick Steiner, un abogado nacido en Bohemia en 1890, con una brillante carrera como asesor financiero en Austria, y Else Franzos, 15 años menor que su marido, hija de una acomodada familia vienesa—, construyeron un hogar lleno de libros y de música, y se esmeraron siempre por ofrecer a sus hijos —George y su hermana, Ruth Lilian— una educación amplia y sólida.

“La música, los discos y el piano han sido parte de mi infancia, desde el principio —le cuenta Steiner a la periodista francesa Laure Adler en el curso de una larga charla—. Fui a mis primeros conciertos cuando todavía era muy joven. Tuve una gran suerte: mis padres me llevaban a conciertos y a la ópera.” El refinamiento de ambos fue determinante en la formación del pequeño George, que a los seis años empezó a leer con su padre breves pasajes de la Ilíada en griego.

(Steiner se refiere al París de 1934 y 1935. Hitler se había convertido en canciller en 1933 y, en agosto de 1934, tras la muerte del presidente Paul von Hindenburg, se autoproclamó jefe de Estado y comandante de las fuerzas armadas. Centenares de músicos huyeron de Alemania.) Justo en un periodo en que la música de compositores austriacos y alemanes —Mozart, Beethoven, Schubert, Wolf, Mahler— colmaba la casa de los Steiner. También las óperas de Richard Wagner.

A pesar de que Hitler buscó adueñarse de la obra de Wagner desde que se le nombró canciller el 30 de enero de 1933 y se aprovechó del cincuentenario luctuoso del compositor, el 13 de febrero de ese año, para empezar a convertirla en un instrumento de propaganda nazi, muchos europeos, y los franceses en especial, sentían que Wagner no le pertenecía a los alemanes, sino a ellos —el propio Wagner apuntó alguna vez que los franceses comprendían su obra mejor que sus compatriotas—. Asimismo, muchos judíos alemanes y austriacos amaban la música de Wagner. Entre ellos, Frederick Steiner. George recuerda que su padre se resistía a dejar de escucharla cuando, con el ascenso del antisemitismo en Francia, en la comunidad judía de ese país y de Europa central surgió una corriente de rechazo a su interpretación pública y privada.

Desde luego, Frederick no ignoraba el grotesco antisemitismo de Wagner ni cerraba los ojos ante él, No obstante, para respetar en alguna medida la consigna que tantos otros seguían —probablemente familiares y amigos entre ellos—, Frederick no escuchaba discos de Wagner en alemán sino en francés, en particular las arias grabadas en 1927 por el tenor Georges Thill.

Con su actitud, como bien lo señala Catherine Chatterley, “Frederick le enseñó a su hijo que el cultivo intelectual y estético, entendido en términos del concepto alemán de Bildung, era la búsqueda más significativa de la existencia humana, y que tales esferas estaban apartadas de —y se oponían a— los aspectos más comunes de la vida: los lerdos y turbios espacios terrenales de la política y las finanzas.”

Al mismo tiempo, la sensibilidad y la clarividencia políticas y económicas de su padre eran admirables, y no sólo le fueron útiles para convertirse en un abogado y banquero exitoso en un campo sumamente competido (por lo menos en dos ocasiones, al mudarse a Francia y a Estados Unidos, supo hacerse de un lugar a partir de la nada), sino que también le servirían para salvaguardar la vida de su familia al trasladarse de Viena a París, en 1924, y de París a Nueva York, en 1940, muy poco antes de que los nazis entraran a la capital francesa.

Steiner admiró siempre a su padre y desde niño se dio cuenta de los esfuerzos que aquél realizaba para mantener a su familia en una buena situación. Pero más importante aún fue que desde el comienzo de la adolescencia estuviera consciente de la riqueza intelectual de su familia, algo que lo llevó a convertirse en un auténtico entusiasta de la cultura clásica, tanto en letras e historia como en música, pintura y filosofía.

No es sorprendente, entonces, que el primer fruto de ese cultivo haya sido una plaquette —una pequeña colección sin título de siete poemas— impresa hacia finales de 1952 como octava entrega de la serie Fantasy Poets, creada por Michael Shanks, presidente de la Oxford University Poetry Society, y por el pintor e impresor británico Oscar Mello. Steiner, entonces con 23 años de edad, firmaba como F. George Steiner (la inicial es de Francis).

Tampoco sorprende que el primer poema de ese conjunto, “Art pour art”, tenga como tema central la música:

Play virginal solely for bellclear sake,
neither for dimpled favour nor full lips,
but to keep heart’s ear pliant and awake
to oarbeat on Bright Cydnus ships.

Tanto en inglés como en español, “virginal” es el nombre de un instrumento del periodo barroco al que ahora nos referimos como clavecín o clavicémbalo, uno de los ancestros del piano. Fue especialmente común en los hogares de Holanda e Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XVII, gracias al auge económico que vivieron los Países Bajos tras la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648), y por ello suele aparecer en muchos cuadros y retratos de aquel periodo (entre ellos, tres hermosos cuadros de Jan Vermeer).

“Bright Cydnus” alude al encuentro de Marco Antonio y Cleopatra en Tarso, que Plutarco narra en Vidas paralelas y Shakespeare evoca en Antonio y Cleopatra . Convocada por Marco Antonio, la soberana egipcia acude en una enorme y muy lujosa barca, con remos de marfil, surcando el Mediterráneo y enseguida las aguas del río Cidno, en cuya desembocadura había un puerto importante para quienes viajaban entre Oriente y Occidente. A mi modo de ver, también hay en esas palabras una alusión a la constelación del Cisne y, con ella, a Orfeo, a quien se identifica precisamente con esa constelación (tal fue la forma que adquirió tras su muerte, y bajo ella fue colocado en los cielos, cerca de la constelación de Lira, su instrumento). En este caso, el compás de los remos evocaría el canto de Orfeo, que prosigue aun después de que éste ha sido decapitado.

George Steiner habría sido un poeta más que notable si hubiese decidido dedicarse a escribir poesía. O bien podría haber alternado el cultivo de la poesía con el ensayo y la crítica, como lo hicieron sus coetáneos Al Alvarez y Donald Hall, dos de sus amigos más cercanos en la época en que los tres estudiaban en la Universidad de Oxford. “Hubo un breve periodo —recordaba Donald Hall— en el que George Steiner, Al Alvarez y yo formábamos una pequeña troika. Paseábamos por Oxford diciendo: ‘Esta gente no ama la literatura.’” ) Pero sus poemas no son una mera suma de versos bien cincelados y colmados de conceptos: contienen poesía. Y, dada la imposibilidad de tocar un instrumento o de componer música, constituyen una de sus expresiones más afines con ese arte.

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