Tras completar sus estudios en Princeton y en la London School of Economics, Michael Lewis entró a trabajar en Salomon Brothers, uno de los mayores bancos de inversión del mundo. Lewis nos relata en primera persona lo que allí aconteció en los tres años siguientes a su incorporación, desde el insólito proceso de selección al que se vio sometido y su posterior experiencia como aprendiz, hasta su ascenso hasta la sala de negociaciones de la planta 41, epicentro del espíritu despiadado que gobernaba el mercado financiero en esa época. El libro retrata el ambiente de un banco de inversión, en el que jóvenes codiciosos con un instinto asesino vivían en la abundancia y arriesgaban hasta el último céntimo en apuestas imposibles. Nunca, como bien dice el autor en el prólogo, “tantos jóvenes poco cualificados de veintitantos años habían ganado tanto dinero en tan poco tiempo”. Se trataba de estar en el momento justo en el sitio correcto. Cualquiera con pocos escrúpulos y un ansia desmesurada podía llegar a lo más alto. El póquer del mentiroso es un libro hilarante, irónico y mordaz que describe como ningún otro lo que sucedía entre bambalinas en Wall Street y en la City londinense de los ochenta. Es una narración que nos sumerge de lleno en el mismo contexto que ya retrataron libros como La hoguera de las vanidades o películas como Wall Street, pero esta vez desde el punto de vista único de quien ha sido protagonista de una era que algunos creyeron olvidada.
Michael Lewis
El póquer del mentiroso
ePub r1.1
Morwen 31.05.14
Título original: Liar’s Poker
Michael Lewis, 1989
Traducción: Blanca Ribera de Madariaga
Diseño/Retoque de cubierta: Morwen
Editor digital: Morwen
ePub base r1.1
Para Diane, como siempre
MICHAEL MONROE LEWIS (nacido el 15 de octubre de 1960). Autor norteamericano de no-ficción y periodista financiero. Sus libros incluyen El póquer del mentiroso (1989), The New New Thing (2000), Moneyball: The Art of Winning an Unfair Game (2003), The Blind Side: Evolution of a Game (2006), Panic (2008), Home Game: An Accidental Guide to Fatherhood (2009), The Big Short: Inside the Doomsday Machine (2010), y Boomerang (2011).
También ha sido editor invitado de Vanity Fair desde 2009.
Notas
[1] En el original, juego de palabras con la palabra inglesa bond, que además del significado «bono», «valor», tiene el de «enlace químico». (Nota de la t.)
[2] La ley permitía a las entidades de ahorro y crédito vender sus préstamos hipotecarios y poner el dinero en movimiento para obtener beneficios más elevados, frecuentemente comprando los préstamos baratos efectuados por otras cajas de ahorros. Las cajas de ahorros sencillamente se intercambiaban las carteras de créditos. Las enormes pérdidas de las ventas (las cajas vendían préstamos a sesenta y cinco centavos el dólar, que originalmente habían hecho a la par, o a cien centavos el dólar) podían así ocultarse. Una nueva normativa contable permitía a las cajas amortizar las pérdidas durante la vigencia de los préstamos. Por ejemplo, las pérdidas que los libros de la caja de ahorros mostraría el primer año después de la venta de un crédito pagadero en treinta años, cuyo valor había descendido en un treinta y cinco por ciento, estaba ligeramente por encima del uno por ciento: 35/30. Pero lo mejor era que la pérdida podía ser compensada por cualquier impuesto que la caja hubiera pagado durante los diez años anteriores. Una vez conocidas las pérdidas, el Internal Revenue Service (IRS) devolvía el importe de los antiguos impuestos a las cajas. Para las cajas, lo esencial era generar montones de pérdidas que mostrar al IRS; entonces ya era fácil. Para recuperar el dinero de los impuestos antiguos sólo tenían que vender los préstamos incobrables; y ésa es la razón por la que las cajas de ahorros diesen cualquier cosa por vender sus préstamos.
[3] Vender al descubierto el stock de Salomon habría sido un verdadero ganador; y, al mismo tiempo, un perdedor. El precio de las acciones descendió casi en línea recta de cincuenta y nueve a treinta y dos dólares antes de la quiebra de octubre de 1987, a pesar de las predicciones de otras sociedades de valores, que, notablemente, eran First Boston y Drexel Burnham, de que el stock de Salomon era una espléndida inversión. Después del crac, descendió a dieciséis dólares.
[4] «Se necesitan otros siete astronautas». (Nota de la t.)
[5] Una de las proezas financieras de Alexander se menciona de forma distorsionada en el meollo de La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe. Wolfe describe a su protagonista, Sherman McCoy, metiéndose en líos con los bonos del gobierno francés respaldados por oro, los llamados bonos Giscard. Alexander fue el primero en descubrir que el bono Giscard estaba mal valorado y, en lugar de meterse él en líos, ganó muchos millones de dólares explotando ese error de valoración.
[6] Dado que Wasserstein, asesor de Perelman, trabajaba para nuestro competidor, First Boston, era increíble que se hubiera concebido un trato por el cual éste dejaría el First Boston para dirigir Salomon Brothers si Perelman resultaba vencedor. Parece más verosímil sabiendo que Wasserstein estaba muy descontento en el First Boston. El siguiente mes de enero, dimitió para abrir su propia compañía, Wasserstein, Perella & Co. Allí tuve la oportunidad de preguntarle acerca del increíble rumor. Es un hombre enérgico, que siempre mira de frente y nunca farfulla. Pero en cuanto oyó la pregunta bajó los ojos y el tono de su voz. A continuación me dio la siguiente respuesta: «Nunca supe cómo empezaron los rumores. ¿Cómo iba a ser cierto? Yo estaba en Japón en cuanto la oferta se anunció».
[7] El control volvió a manos de Gutfreund en 1984, cuando, después de la sólida actuación de Salomon y la proximidad del colapso de la Phibro, convenció al consejo de administración de que despidiera a David Tendler, el presidente de la Phibro. Así, Gutfreund ascendió de presidente de la filial, Salomon Brothers, a presidente de la casa matriz, Phibro Salomon, que, por consiguiente, se llamó Salomon Inc.
[8] Este cambio en la política de la empresa indujo a Henry Kaufman a presentar su dimisión a principios de 1988.
[9] La mayor parte del personal de bonos municipales fue engullida por Dean Witter, el cual despidió después a su propia gente.
[10] Nunca se averiguó quién había sido el culpable. Lo último que me dijeron, en octubre de 1988, es que la búsqueda continuaba.
[11] Esto era absolutamente cierto. Al final del año, ningún gerente presentó su dimisión. Tom Strauss cobró 2,24 millones de dólares. Bill Voute, 2,16 millones de dólares, y tal vez lo más asombroso fue que Dale Horowitz, jefe de un departamento que había desaparecido y en buena medida responsable de que nos metiéramos en lo de Columbus Circle, cobró 1,6 millones de dólares. Sin embargo, Gutfreund renunció a su propia prima y se pagó a sí mismo sólo 300 000 dólares de sueldo y 800 000 dólares más como bonificación atrasada. En lugar de la prima, recibió trescientas mil acciones en opciones, que, mientras escribo estas líneas, tienen un valor superior a los tres millones de dólares.