Javier Sierra - La España extraña

De la mano de dos expertos, Javier Sierra y Jesús Callejo, nos adentramos en la España más misteriosa, desconocida, inquietante y asombrosa. Desde objetos voladores no identificados a apariciones misteriosas, pasando por reliquias o santuarios de origen desconocido, los autores recogen las historias que viven en la memoria colectiva de este país.

Javier Sierra & Jesús Callejo

ePub r1.0

Balhissay 19.04.16

Título original: La España extraña

Javier Sierra & Jesús Callejo, 1997

Editor digital: Balhissay

ePub base r1.2

A «los de arriba»,

responsables últimos de que hayamos escrito este libro.

Y a Juan Antonio Cebrián (1965-2007),

que ya está con ellos.

[1] Poco después de publicar La España extraña, Javier Sierra escribió La dama azul (en esta misma colección). Una novela en la que reconstruyó al detalle las bilocaciones de sor María de Jesús a América, poniendo de relieve cuán influyentes fueron en la exploración española de Nuevo México, Arizona y Texas durante los siglos XVII y XVIII. (Nota del editor).

Éste no es un libro escrito desde la fe. Es más: en algunos de sus pasajes se la pone a prueba. Y es que, durante milenios, las inteligencias que han diseñado buena parte de los fenómenos celestes y religiosos que conforman la base de nuestra cultura han dejado crecer a las religiones con el único propósito de controlarnos y manipularnos. Desde esa óptica, la obra que tiene en sus manos es un canto a la libertad y a la independencia de criterio que debería anidar en cada ser humano.

En plena era de internet, de la globalización y del «pensamiento único», La España extraña reivindica la recuperación de cierto pensamiento mágico, e invita a releer las leyendas y misterios que emocionaron a nuestros antepasados con su mismo candor e inocencia. Por eso, para respetar aquel remoto sentimiento de sorpresa, hemos decidido no añadir «presunto» y «supuesto» a cada uno de los hechos milagrosos contenidos en estas páginas. Ello no significa que les demos crédito. Omitimos esos adjetivos de prudencia en beneficio del ritmo de lectura y de una forma de entender el mundo que hoy ya no existe.

Por Juan G. Atienza

A aquellos que abran este libro, en una primera aproximación se les antojará que se encuentran ante un reportaje de corte forteano. Pero permítanme recordarles primero quién fue Charles Fort: un norteamericano de Albany, fallecido en 1932, que pasó casi toda su vida reuniendo infinidad de fichas referentes a hechos y fenómenos extraños que fue captando pacientemente de entre las noticias que le llegaban o que aparecían en las páginas interiores de la prensa y de algunos libros de historia. La verdad es que su labor no pasó nunca de una simple acumulación de datos insólitos. Sin embargo, la enorme cantidad de material recogido hizo que muchos indiferentes despertasen a una nueva curiosidad por lo extraño y que las manifestaciones puntuales de lo irracional tomasen carta de naturaleza, como una evidencia que se repite mucho más a menudo de lo que nuestro mundo dominado por la razón puede permitir sin sentir que se está mal de la cabeza. La búsqueda enciclopédica de Fort se tradujo en cuatro libros que recorrieron el mundo, despertando el morbo por lo insólito: The Book of the Damned (El libro de los condenados), publicado en 1919; New Lands (Nuevas tierras), que vio la luz en 1923; Lo! (1931) y Wild Talents (Talentos salvajes), impreso el mismo año de su muerte, 1932. Tanto fascinó aquella incursión en lo imposible a la ingenua sociedad estadounidense de su tiempo que, ya antes de fallecer, la manía coleccionista de su autor se vio compensada con la fundación de la Fortean Society (1931), cuyos miembros se han dedicado, desde entonces, a recopilar cuanto han podido de aquellos hechos malditos y a conservar como libros casi sagrados los manuscritos y las fichas que Fort les legó.

Pero aquel esfuerzo arrastraba, desde su misma concepción, la mácula de una ausencia capital de rigor en la investigación. Aquel hombre, obsesionado por todo lo insólito que iba surgiendo ante él, se olvidó demasiado a menudo de preguntarse el porqué de aquellos hechos, conformándose con el qué de su aparente evidencia. Muy pocas veces, por no decir ninguna, tuvo el valor o la ocasión de acudir al lugar de los fenómenos a comprobar su circunstancia y a profundizar en sus posibles causas, en los testimonios de quienes los presenciaron y en sus antecedentes. Y así, si bien es cierto que aportó un material rico en sugerencias y una recopilación casi enciclopédica que, con el tiempo, ha resultado útil para otros investigadores más rigurosos, siempre cojeó del lado de la búsqueda auténtica y, sobre todo, de la falta de voluntad a la hora de saber un poco más sobre lo que se esconde detrás de todo aquello que sucede casi día a día al margen de lo cotidiano.

Pues bien: precisamente esa faceta de curiosidad, pero esta vez acompañada de la urgencia visceral de sugerir posibles respuestas a la otra realidad, es la que apunta este libro que ahora tenemos entre las manos y la que le confiere buena parte de su valor.

Por supuesto que no se trata de dar soluciones magistrales a todos los misterios que nos rodean. Ni sus autores lo han intentado. Eso, posiblemente, nadie sería capaz de osarlo. Ni de apuntar las causas profundas de todos los hechos extraños fundamentalmente de tipo sagrado que han conformado las creencias y las tendencias del pueblo. Ni siquiera se trata de destapar fraudes históricos ni de dar cuenta de las presuntas trampas que la religión ha ido tendiendo aquí y allá para atrapar viva a su feligresía y llevarla al huerto de su autoridad. Pero tampoco es cuestión de descubrir ahora cómo la Iglesia se ha servido a menudo de lo insólito para barrer hacia su casa, ensalzando su doctrina o satanizando lo que parece contradecirla.

La cuestión estriba en penetrar en los hechos del pasado y en contarlos y compararlos con los que tienen lugar en torno nuestro, aquí y ahora. Y también en montarse a horcajadas sobre el muro que separa lo racional aceptado de lo insólito que nunca ha sido convenientemente explicado.

Se trata, en esencia, de mostrar sobre el terreno cómo la humanidad ha vivido siempre, y aún sigue haciéndolo, en su entraña ese misterio que la investigación oficial se niega a aceptar y cuya frontera teme atravesar, no vaya a ser que se vengan abajo los débiles pilares sobre los que se sostiene en equilibrio inestable eso que hemos dado en llamar la Ciencia con mayúsculas y el Progreso al que esa Ciencia ha de conducirnos.

Y se trata, también, de descubrir cómo la autoridad espiritual, siempre enfrentada doctrinalmente al saber científico, ha aceptado, cuando no provocado en beneficio propio, la presencia de lo sobrenatural entre nosotros. Así, ha asumido como propio —¡o ha mandado a los infiernos!— todo lo que tendría seguramente que poner en alerta a una ciencia preocupada por conocer todas las verdades que nos rodean, y no sólo aquellas sobre las que puede permitirse el lujo de sentar cátedra y aportar unas evidencias que parecen inamovibles, pero que cada día pueden ponerse más en tela de juicio.

Prestemos atención. Quien le hinque el diente a este libro no va a encontrarse con la revelación mesiánica de las verdades del barquero, entre otras cosas porque éstas aún forman parte de la conciencia subjetiva de quienes las aceptan o de los pocos que las han vivido en sus carnes. Se va a tropezar de bruces con algo que, desde mi punto de vista al menos, es mucho más importante.