Combinando la erudición y la experiencia vivida, Pierre Vilar nos ofrece en este libro una visión totalizadora de la guerra civil española. Una visión que analiza las causas profundas y las inmediatas del conflicto, que narra los acontecimientos militares, describe la evolución política y económica de cada uno de los dos bandos y nos habla del papel que desempeñaron las ideologías, las mentalidades y la cultura.
Pierre Vilar
La Guerra Civil Española
ePub r1.0
Titivillus 08.02.15
Título original: La Guerre d’Espagne
Pierre Vilar, 1986
Traducción: José Martínez Gázquez
Revisión: Gonzalo Pontón
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Pierre Vilar (Frontignan, 1906 - Donapaleu, 2003) fue un historiador e hispanista francés. Está considerado una de las máximas autoridades en el estudio de la Historia de España, tanto en el periodo del Antiguo Régimen como en la Edad Contemporánea, así como en la historia económica y la historia social en general. Como marxista, fue crítico con la desaparición de la Unión Soviética y el Bloque del Este. Fue el referente individual más destacado de la historiografía catalana desde la segunda mitad del siglo XX , tras la muerte de Jaume Vicens Vives.
Doctor en Historia por la Universidad de La Sorbona, de la que llegó a ser catedrático en 1965. Miembro de la Ecole de Hautes Etudes de París, Doctor Honoris Causa por las universidades de Barcelona (1979) y Valencia (1991). El Centro de Estudios de Historia Moderna de Barcelona lleva su nombre. Obtuvo, entre otros, los premios Ramon Llull y Elio Antonio de Nebrija; la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio y la Medalla de Oro de la Generalidad de Cataluña.
Coincidió como estudiante con Jean Paul Sartre y Paul Nizan. Discípulo de Ernest Labrousse, se preocupó por la metodología de la historia, defendiendo la teoría de la Historia total desde una perspectiva materialista, fiel a sus convicciones marxistas. Formado inicialmente como geógrafo y estimulado por sus maestros Albert Demangeon y Max Sorre viajó a España en 1927 con el propósito inicial de realizar una monografía regional sobre el área pirenaica catalana.
Su segunda estancia en España fue en 1930, con una beca de la Casa de Velázquez. Entonces contactó con el hispanista francés Maurice Legendre (de orientación política completamente diferente), que le acompañó en un viaje a Las Hurdes y le facilitó contactos con la intelectualidad española; y conoció a la que sería su esposa, Gabriela.
Fue profesor en el Liceo Francés de Barcelona entre 1934 y 1957, exceptuando el periodo de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial (esta última, en su mayor parte impartiendo clases a sus compañeros de cautiverio). Con esa larga interrupción, durante sus estancias investigó y redactó su tesis doctoral, Cataluña en la España Moderna (1962), su gran obra en tres volúmenes de unas seiscientas páginas cada uno, considerado un clásico de la historiografía y modelo de síntesis regional, que «ha recibido todos los elogios, desde los comunistas a Jordi Pujol», recordó Eliseu Climent, editor de sus memorias Pensar históricamente (Tres i quatre, 1995).
Su breve pero influyente Historia de España fue un éxito de ventas incluso antes de permitirse legalmente su venta, prohibida durante el franquismo, y continuó siendo muy utilizada tanto en la enseñanza como en los ambientes progresistas en las décadas de 1970 y 1980.
Murió en agosto de 2003, a causa de su avanzada edad, en la localidad vasco-francesa de Donapaleu.
Capítulo I. ¿Por qué la Guerra Civil?
CAPÍTULO I
¿POR QUÉ LA GUERRA CIVIL ?
Alrededor de 1970, José M . Gil Robles y Joaquín Chapaprieta, líderes políticos españoles de los años 1933-1936 , publicaron dos libros: No fue posible la paz y La paz fue posible. Obsesión comprensible. Pero, bajo esta forma, el problema corre el riesgo de estar mal planteado. La guerra tuvo lugar. Terrible. Interminable. Hay que encontrarle otros orígenes distintos a los de una mala combinación ministerial, una buena voluntad frustrada, la torpeza de un presidente. La España del siglo XX heredó del XIX graves desequilibrios. Sociales: vestigios del antiguo régimen agrario, estructuras incoherentes de la industria. Regionales: un desarrollo desigual opone mental y materialmente, en el seno del Estado, antiguas formaciones históricas. Espirituales: la Iglesia católica mantiene una pretensión dominante a la que responde un anticlericalismo militante, político-ideológico en una cierta burguesía, pasional en las masas populares anarquizantes. Se trata, en primer lugar, de ponderar la fuerza de estos problemas.
LOS DESEQUILIBRIOS ESTRUCTURALES
Los desequilibrios sociales
Problemas agrarios. El más conocido es el del latifundio, candente en Andalucía, pero también en Castilla la Nueva y Extremadura. Si la propiedad gigante es excepcional (duque de Medinaceli, 79 000 hectáreas), la simple «gran propiedad» (más de 250 ha, aunque el «maximum agrosocial» depende de los suelos) domina en estas provincias, incluidos los municipios ricos (Sevilla, Jerez…). Ahora bien, cultivadas extensivamente las más de las veces, excluyen una explotación media bien equipada y no coexisten sino con una propiedad parcelaria minúscula y con pocos recursos. El sistema significa la amplia utilización temporera (100, 150 días por año) de un proletariado agrícola que espera, en la plaza de los grandes pueblos, una contratación a bajo precio (tres pesetas al día antes de 1931). Este proletariado tiene sus tradiciones, sus recuerdos: «años del hambre», gestos de revuelta (incendios, talas de bosques, cazas ilegales), conspiraciones, represiones. Las masas descristianizadas se impregnan de una mística: la idea anarquista, individualista y a la vez asociacionista. Lo que se ha llamado el trienio bolchevique (1917-1919) , no tenía nada de «marxista». Los campesinos se habían agitado ante la noticia de que: «ha tenido lugar una revolución».
Todo ello no lo ignoraban ni los gobiernos, ni los partidos, ni los intelectuales. El Instituto de Reformas Sociales (1902), el célebre libro del notario Díaz del Moral sobre la historia de las agitaciones campesinas andaluzas (1921), el de Pascual Carrión sobre los latifundios (1932), permiten un acercamiento serio al hecho social agrario. Pero no se había intentado nada concreto, antes de 1931, para enmendar sus vicios. Es verdad que en 1931 la República, nacida el 14 de abril, había puesto inmediatamente en su orden del día la reforma agraria y las Cortes votaron, en septiembre de 1932, un texto muy meditado. Demasiado quizá. Los anarquistas veían en él «una obra maestra de pedantería» de aplicación difícil y lenta. Se inicia, de forma inesperada, con la expropiación de las tierras de los grandes de España, en represalia por una tentativa golpista (general Sanjurjo, agosto de 1932); esta reforma-sanción mezclaba peligrosamente lo social y lo político y, hasta 1933, sólo instaló algo menos de 9000 familias en menos de 100 000 hectáreas, cuando la reforma agraria debía afectar a millones. En esta misma fecha, las elecciones legislativas acercaban al poder a una derecha realmente decidida a indemnizar a los expropiados y a parar la reforma.