VOL. I: EL MEDIO NATURAL
Y EL MEDIO HISTÓRICO. EL SIGLO XVIII:
PRÓLOGO
Pierre Vilar, nacido en la villa occitana de Frontignan en 1906, era descendiente de pequeños viticultores e hijo de maestros («hijo de maestro y de maestra, sobrino de maestra», como dirá él mismo). Siguió los estudios secundarios en Montpellier e ingresó en l’École Normale Superieure de París, un centro educativo universitario de prestigio, destinado
En 1925 optó por especializarse en geografía, bajo la dirección de Albert Demangeon, y en 1927 hizo su primer viaje a Barcelona, estimulado por Max Sorre a estudiar la industria catalana, en un trabajo que dio lugar a su tesis de «maitrise», La vie industrielle dans la région de Barcelone, que se publicó en 1929.
Preparó entonces su agregación y en 1930 fue contratado por la École des Hautes Études Hispaniques, que tenía su sede en Madrid en la Casa de Velázquez, donde conoció a Gabrielle Berrogain, archivera e historiadora, originaria del País Vasco francés, que se convirtió más adelante en su esposa.
Pidió entonces que se le permitiese residir en Barcelona, donde llegó a tiempo para ver la proclamación de la república en abril de 1931, y volvió a encontrar allí a Gabrielle, a quien se había enviado a trabajar en el Archivo de la Corona de Aragón, y con quien contrajo matrimonio a fines de 1932.
Seguía por entonces investigando con una perspectiva geográfica, pero su interés por la historia iba en aumento, en una evolución que se vio interrumpida por el estallido de la guerra civil española en julio de 1936, en unos momentos en que el matrimonio Vilar estaba en Francia de vacaciones.
Fue movilizado en 1939 y al año siguiente, tras la derrota de Francia en la segunda guerra mundial, inició un período de más de cuatro años de cautividad en campos alemanes reservados a los oficiales.
Según el propio Vilar, han sido estas experiencias las que han cambiado el carácter de su trabajo. «Sin la guerra de España y los cuatro años de cautividad, me habría limitado a un estudio de historia económica coyuntural». El resultado hubiera sido «una tesis clásica de geografía regional».
Vilar volvió a su lugar de trabajo en el Instituto Francés de Barcelona en 1946, en momentos en que el descubrimiento de nueva documentación sobre el siglo XVIII en los archivos de la ciudad podía enriquecer sus investigaciones, pero se encontró en 1948 con que el gobierno francés le privaba de su cátedra en Barcelona y que, con ello, perdía el visado que le permitía residir en España. Nueve meses febriles de microfilmación y la colaboración de Gabrielle le permitieron salvar el problema en lo que se refiere a reunir la documentación.
De regreso a Francia fue nombrado en 1951 director de estudios de la sección sexta (Ciencias económicas y sociales) de la École Pratique des Hautes Études, donde mantuvo un seminario seguido por un gran número de futuros investigadores españoles, latinoamericanos y franceses. tesis de estado, que presentó finalmente en 1962: La Catalogne dans l’Espagne moderne. Recherches sur les fondements économiques des structures nationales (París, SEVPEN, 1962), a la vez que la tesis complementaria sobre Le Manual de la Compañya Nova de Gibraltar, 1709-1723.
Fue entonces cuando accedió a una cátedra universitaria, primero en Clermont Ferrand, y en 1965 en París, en la Sorbona, donde sucedió a Ernest Labrousse en la cátedra de Historia económica y social.
Las clases de Vilar en la Sorbona atrajeron a un numeroso público de estudiantes, interesados por unos cursos que tenían poco que ver con la habitual retórica académica.
El curso de 1970-1971, por ejemplo, estaba dedicado a estudiar el Crecimiento comparado de las potencias económicas en el siglo XX . humanos las relaciones de fuerza, los desequilibrios y los conflictos, sin olvidar que en el interior de estos grupos «se plantean también otros problemas, no menos fundamentales, o tal vez aún más importantes: los del reparto desigual de los ingresos y del poder social, que determinan los conflictos de clase en las formas más diversas».
Vilar usaba las cifras existentes, pero no se contentaba con compararlas, sino que comenzaba discutiendo los planteamientos de la teoría económica convencional, cargados de prejuicios ideológicos inconfesados, y criticaba el uso simplista que se solía hacer de las series temporales, exigiendo al historiador que transportase «a sus reconstrucciones cifradas el escrúpulo que suele aplicar a la crítica de los hechos, de las fechas y de los textos». El objetivo final del curso era proporcionar a los estudiantes herramientas metodológicas para su trabajo y estimularles a pensar por su cuenta.
Fue en estos años cuando su obra alcanzó un prestigio internacional y cuando aparecieron una serie de volúmenes que compilaban sus trabajos, como Crecimiento y desarrollo (1964), Oro y moneda en la historia, 1450-1920 (1969), Assaigs sobre la Catalunya del segle XVIII (1973), Iniciación al análisis del vocabulario histórico (1980), Hidalgos, amotinados y guerrilleros (1982), Une histoire en construction. Approche marxiste et problématiques conjoncturelles (1982), Economía, derecho, historia (1983) y Sobre 1936 y otros escritos (1987).
De 1987 a 1990 escribió las introducciones para los volúmenes de una Història de Catalunya publicada por
Gabrielle había fallecido de cáncer en 1976; Pierre murió en Saint-Palais (Donapaleu en euskera) en 2003.
U NA HISTORIA EN CONSTRUCCIÓN
Mi primer contacto con Pierre Vilar tuvo lugar en febrero de 1957. Mi maestro en la universidad de Barcelona, Jaume Vicens Vives, consideró que no era tal vez la persona más adecuada para dirigir el tema de tesis doctoral que yo había escogido y me recomendó que me pusiera en contacto con Vilar. Lo hice por carta desde Liverpool, en cuya universidad trabajaba, y el 12 de febrero de 1957 recibí de él una extensa carta que fue mi primera lección en metodología histórica «vilariana».
Sus primeras observaciones eran sobre el trabajo del historiador y su función: «Si yo no creyera que la ciencia histórica es capaz de explicación y de evocación ante la desdicha humana y ante la grandeza humana (teniendo, como perspectiva, la gran esperanza de aliviar la una y de ayudar a la otra), no pasaría mi vida en medio de cifras y mamotretos». A lo cual añadía una advertencia sobre la necesidad de rehuir el fácil camino de una retórica bienintencionada: «No es una ciencia fría lo que queremos, pero es una ciencia».