A comienzos del siglo XIX los siete componentes de dos distintas familias fueron brutalmente asesinados en unas callejuelas del viejo Londres. John Williams, el hombre a quien se le imputaban los atroces crímenes, fue detenido y encarcelado, pero se suicidó colgándose en su celda antes de que se celebrar el juicio. Lo único que dejó tras él fue una terrible duda: ¿asesino o víctima? Para contestar a esta pregunta, P. D. James, con la ayuda de T. A. Critchley, ha desempolvado los viejos archivos hasta lograr una reconstrucción de los hechos rigurosa y al mismo tiempo tan fascinante como la mejor trama de sus célebres novelas.
P. D. James & T. A. Critchley
La octava víctima
ePub r1.1
Titivillus 24.10.15
Título original: The maul and the pear tree: The Ratcliffe Highway murders, 1811
P. D. James & T. A. Critchley, 1971
Traducción: Esteban Rimbau
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
El señor Williams efectuó su debut en el escenario de Ratcliffe Highway, perpetrando aquellos famosos asesinatos que le han procurado tan brillante e imperecedera reputación. A propósito de tales asesinatos, debo observar que en un aspecto al menos han tenido un efecto adverso, pues el buen conocedor en materia de asesinatos se muestra ahora muy remilgado en su gusto, insatisfecho ante todo lo que desde entonces se ha hecho en esta línea. Todos los demás delitos palidecen ante el intenso carmesí del suyo.
Thomas de Quincey,
On the Knocking at the Gate in Macbeth
Phyllis Dorothy James, más conocida simplemente como P. D. James (Oxford, 1920 - 2014) es una escritora británica de novelas policíacas. Estudió en Cambridge. Al empezar la II Guerra Mundial se incorporó a la Cruz Roja como enfermera y en 1949, al ver que su familia dependía económicamente de ella, comenzó a trabajar como administradora en la Seguridad Social. En 1968 fue funcionaria pública del ministerio del Interior.
En 1963 publicó su primera obra Cubridle el rostro; en ella aparece por primera vez el policía Adam Dalgleish, su personaje más famoso, que vuelve a resolver numerosos casos en Una mente asesina (1963), Muertes poco naturales (1967), Mortaja para un ruiseñor (1971), Muerte de un forense (1977) y Estratagemas y deseos (1989).
Además fue la creadora del personaje de Cordelia Gray, investigadora privada que aparece en las novelas Un trabajo poco adecuado para una mujer (1972) y La calavera bajo la piel (1982).
Los niños de los hombres (1992), la primera de sus obras que no pertenece al género detectivesco, es una novela futurista ambientada en un mundo carente de niños, fue llevada al cine con gran éxito por el director Alfonso Cuarón. En 1994 volvió al género con Pecado original, otro misterio para el inspector Adam Dalgleish.
Varias de sus novelas, por no decir todas, han sido adaptadas para la televisión, destacando las realizadas para la televisión británica BBC.
Como reconocimiento por su trabajo en la enseñanza en la Facultad de Bellas Artes, la Sociedad de Autores y la British Broadcasting Corporation (BBC), de la que fue directora, le fue concedido en 1991 un título nobiliario. Además, es miembro de honor en el International Crime Writing Hall of Fame y ha recibido el Diamond Dagger y el Grand Master A.
PRÓLOGO
Durante las oscuras noches de diciembre de 1811, en las inmediaciones de Ratcliffe Highway, en el East End londinense, dos familias, que sumaban en total siete personas, fueron brutalmente asesinadas a golpes en el plazo de doce días. Desde el primer momento, los asesinatos, con toda su barbarie y crueldad, captaron enormemente la atención pública. Nunca antes, ni siquiera en tiempos de los Gordon Riots, cuando Londres llegó a estar al borde de la anarquía, se había dado semejante protesta nacional contra los medios tradicionales de las fuerzas del orden, ni una solicitud de reformas tan vigorosa e insistente. El Gobierno pregonó la más alta recompensa jamás ofrecida por cualquier información que pudiera conducir al descubrimiento de los asesinos; durante tres semanas, The Times dio a los crímenes preferencia sobre cualquier otra noticia; en la mente de De Quincey los hechos inspiraron uno de los grandes ensayos en lengua inglesa, Sobre el asesinato considerado como una de las bellas artes, con su versión inmortal de la carnicería perpetrada con los Marr y los Williamson añadida, años más tarde, como anexo. Durante décadas siguieron circulando leyendas sobre estas brutalidades hasta que, tres cuartos de siglo más tarde, Jack el Destripador empezó a trabajar en un escenario vecino del East End, para arrebatar a su único competidor el derecho a los laureles sanguinarios del calendario criminal británico.
El horror y el misterio, así como una ubicación parecidamente mísera, fueron factor común para los autores de una y otra serie de destacados crímenes, pero había un aspecto en que las circunstancias de 1887 eran muy distintas. Se dispuso entonces de unos catorce mil policías metropolitanos, ayudados por centenares de detectives, para dar caza al Destripador y, aunque nunca le echaron mano, la policía pudo al menos proporcionar cierta tranquilidad a una población aterrorizada. Pero en 1811 no había fuerzas policiales en Gran Bretaña y el pánico cundió a rienda suelta. Uno de los aspectos más fascinantes del estudio de estos crímenes es la visión de una moribunda organización parroquial que, ayudada por la innovación que supusieron los «magistrados de la policía», aceptó el desafío de una importante investigación por el asesinato y aparentemente, pese a las protestas públicas, acabó por conseguir el éxito. Pero al ir más allá de los relatos en letra impresa de los asesinatos, se hace evidente que el caso era mucho más complicado de lo que cualquiera —con la excepción de un puñado de hombres, en aquel entonces vivos— hubiera llegado a suponer. A partir de fuentes inéditas y de informaciones de los periódicos, reconstruimos los hechos reales, y a medida que la historia se desarrollaba fuimos descubriendo que el sistema de 1811 no hizo más que llevar adelante un confiado, conveniente y brutal juicio sobre un cadáver, mientras dejaba el núcleo de los crímenes de Ratcliffe Highway envuelto en eterno misterio.
De todos los relatos publicados acerca de los asesinatos sólo hemos podido separar dos que tengan algún valor. El más importante comprende tres folletos de la época (y hoy raros) publicados por John Fairburn a seis peniques cada uno. No llevan fecha, pero hay pruebas de que fueron impresos en diciembre de 1811 o principios de 1812. Estos folletos narran las circunstancias de los crímenes e incluyen una útil profusión de pruebas presentadas ante los magistrados y, en tres sucesivas diligencias judiciales, por el coroner. La otra fuente valiosa publicada es la obra de sir León Radzinowicz History of the English Criminal Law, que en su tercer volumen recoge sucintamente el perfil del relato, pero sin el apoyo de pruebas. No obstante, Radzinowicz hace un cierto uso de los documentos del Home Office, evidentemente inasequibles para Fairburn. La mayoría de los restantes relatos parecen proceder ya sea de Fairburn o bien del ensayo de De Quincey, y por consiguiente no han sido de utilidad para nuestro propósito. Sin embargo, debido a la brutalidad de los crímenes, los informes sobre el proceso judicial en los periódicos de la época son singularmente extensos, y nos hemos basado en realidad en los publicados en