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Emilio Silva Barrera - Las fosas de Franco

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Emilio Silva Barrera Las fosas de Franco

Las fosas de Franco: resumen, descripción y anotación

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Han transcurrido más de sesenta años desde que miles de personas fueran arrancadas de sus hogares y fusiladas tras juicios parciales y sumarísimos, si es que los hubo. Se trataba de hombres y mujeres sencillos, hijos de pueblos humildes, que —sin disparar una sola bala durante la guerra civil— pasaron a engrosar las listas negras del falangismo, para luego ser arrojadas tras sus fusilamientos en la indignidad de una fosa común destinada al olvido. Sin embargo, su recuerdo aún perdura en la memoria de viudas, hijos, hermanos o amigos, testimonios capaces de arrojar un haz de luz sobre los sucesos que rodearon tan ignominiosas desapariciones. Éste es el caso de Emilio Silva Faba, un comerciante fusilado en Priaranza del Bierzo cuyo cadáver estuvo sesenta y cuatro años enterrado a la vera del camino que conducía a su pueblo. Gracias a la tenacidad de su nieto, el periodista Emilio Silva Barrera, su cuerpo pudo ser exhumado de la fosa común donde yacía junto a otras trece víctimas. Su historia no sólo es una más de las de miles de personas cuyos cuerpos están enterrados a lo largo y ancho de la geografía española en fosas olvidadas: permitió a Emilio Silva, a Santiago Macías y a un grupo de antropólogos y forenses crear la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Un organismo que intenta rescatar los cuerpos y las biografías de casi treinta y cinco mil españoles, hombres sin nombre que aún permanecen enterrados en las fosas de Franco.

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AGRADECIMIENTOS

A María Encina Prada, Julio Vidal, Mari Luz González, Lourdes Herrasti, Remedios Prada, Venancio Carlón, Francisco Etxebarría, Susana Álvarez, Palma Granados, Aníbal Arroyo, Ramón Silva, José María Álvarez Colomer, Teresa Rivas; Daniel Fernández (alcalde de Priaranza del Bierzo), José Luis Ramón (alcalde de Cubillos del Sil), Elena Reviriego, Javier Ortiz, Jimi Jiménez, Esther de Ferrol, Javier Rodríguez, Israel Sánchez, José María Rojas y el resto de la ARMH Burgos; Sociedad de Ciencias Aranzadi, voluntarios del Servicio Civil Internacional, Isabel González, Alejandro Álvarez, Asunción Álvarez, Vicente Moreira, José Cabañas, Carlos Agüero, Diego Molina; Ayuntamiento de Villablino, José Ignacio Delgado (alcalde de Caleruega), Ayuntamiento de Fabero, Ayuntamiento de Trabadelo, Ayuntamiento de Peranzanes, Ayuntamiento de Gordaliza del Pino, Consejo Comarcal del Bierzo, Fernando Montes (alcalde de Espinosa de Cervera); Víctor y Marisa y el resto de la ARMH Asturias; Carmen Pereira, Demetrio Ruiz y el resto de la ARMH Extremadura; Ventureta Ballús, Montserrat Sans, Noelia Luque; Asunción Esteban, Javier Castán, Ricardo Bedera y el resto de la ARMH Valladolid; Javier Rodrigo, Ben Donahue; Antonio Cruz (despage), Olga Frutos, Maider Telletxea, Asier Olazábal, Jesús Tapia, Ben ja Arregi; La Gavilla Verde, Agrupación de Guerrilleros del Levante Aragón, Jerte Joven, Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales; Theo Francos, Familia Falagán, Familia Silva, Francisco Espinosa, Jorge López, Cecilio Gordillo; Amigos de la Biblioteca Internacional de Formentera, Héroes de la República y la Libertad, Ateneos Republicanos de Galicia y Asturias, Sociedad Cultural Gijonesa; Eloy Alonso, Sofía Moro, Isaías Lafuente, Antonio García Ferreras, Alfons Cervera, José Saramago, Pilar del Río, Carlos Elordi, Isadora Guardia; Eduardo Alonso, Juan Sotres, Julio Llamazares; Asociación Manuel Azaña, José Antonio Landera, Mary Maccoy, María José Andrade, Thomas Kreutzmann, Xosé Lois Carrión, Pere Guixá, Ángel García «El Neno», Enedina, Fernando Magán; a Los Rojos de Ocero, ABIN Bierzo, Ana Maceda, Familia Sastre del Río, Fundación Pozos de Caudé, Francisco Sánchez, Eloy Villanueva, Héctor Fortes, Volnei y Jaurés Sánchez; Bárbara Punter, Jerónimo Villa Álvarez, Asociación de Familiares y Amigos de la Fosa Común Oviedo (AFAFC); María Estades Oliver, Manuel Suárez, Lloren^ Capellá, Jean A. Schalekamp, Verónica Alemany, César Ubierna Expósito, Horacio Grande Perdomo, María Dolores Puente Martínez, Antonio Ontañón Toca; Pilar Landáburu Ibáñez, Rosa Muñoz Garrido, Obdulia Camacho, Heliodora Martín, Familia Luque Domingo; Carlota Leret O’Neill, Francisco Sánchez Montoya, Iñaki Egaña, Marcelo Usabiaga Jáuregui, Orfeo Suárez, Juan Diego Lozano, Miguel López Corral, Agustín Núñez, José Manuel Cruz, Antonia y Consuelo Rodríguez López; Dionisio Pereira, Bernardo Máiz, Familia García Rodríguez, Jesús Vicente Aguirre, Martín Bas Gutiérrez, Germán Romera, Hilario Jusdado, Salvadora y juana Roca; Amigos de los Caídos por la Libertad, Francisco José Moñones, Roberto Rocafort, Rogelio Diz Rubianes, Antonio Hernández, Germán Renau Forcadell; y a todos los que no nombramos pero que también nos han ayudado a recorrer este camino.

ANDALUCÍA

Fosa del C-3, Málaga

«Fue el amor de mi vida y puedo decir que yo también de la suya, porque los dos nos queríamos muchísimo. Éramos un matrimonio modelo, de verdad, dos cuerpos y una sola alma. Lo que él pensaba yo lo pensaba también». Francisca del Río tiene ciento un años y durante los últimos sesenta y seis ha esperado el día en el que poder recuperar los restos de su marido, José Sastre Gabarrón, que reposan junto 336 marineros más en el fondo del mar frente a las costas de Málaga. «Mi deseo es enterrarlo en un sitio donde pueda ir a llevarle flores, como se hace con las demás personas que mueren. Aunque han pasado tantos años, no olvido todo esto y vivo aquel dolor todos los días. Fue la mayor tragedia de mi vida y no se me va de la cabeza». Su testimonio es el de la única viuda viva de aquellos 37 funcionarios de la Marina española miembros de la tripulación del submarino C-3.

«La última noche que durmió en casa antes de partir, se despidió de nosotros como si nunca fuera a volver a vernos: por la noche no hacía más que levantarse de la cama para besar a sus hijos, los arropaba, los volvía a destapar, los tocaba, volvía a acostarse y así­ toda la noche. Cuando se despidió de mí­ me quedaba la esperanza de que a lo mejor se equivocaba, pero él sabía perfectamente que no nos volvería a ver».

Apenas dos días más tarde recibió la confirmación a sus peores presagios: «Una de mis hijas, que se había enterado de la noticia antes que el resto, corrió a decirme lo que le había pasado a su padre. Yo estaba muy disgustada desde que él se había ido esperando malas noticias en cualquier momento». En días posteriores la familia recibió una última carta de su padre confirmándoles que habían llegado a Málaga, y días más tarde, a pesar de la censura de la que sería objeto el suceso, Francisca del Río conocería más detalles de lo acontecido aquel mediodía del 12 de diciembre de 1936: «En el momento en que tiraron el torpedo, mi marido había bajado a tomar café. No sé si murió en el momento o si vivió algunas horas más. Para mí­ es una pena horrible pensar que hubiera vivido horas, aunque sé gracias al que estaba en la comandancia, que tras el ataque comenzaron a pedir auxilio».

El C-3 era uno de los seis submarinos de la serie C construidos en los astilleros de Cartagena por la entonces Sociedad Española de Construcciones Navales, hoy Bazán. Fue entregado a la Armada española el 4 de mayo de 1929. El 18 de julio de 1936, la totalidad de submarinos de la flota de la Armada española se mantuvo bajo control gubernamental y su primera misión fue la de evitar el paso de las tropas rebeldes desde el continente africano. A mediados de agosto de 1936, el submarino C-3 se trasladó al Cantábrico, y luego regresó a puerto a finales de septiembre.

Manuel Sastre, uno de los hijos de Francisca del Río y José Sastre Gabarrón, tiene grabada en la memoria la imagen de su padre girándose para mirar por última vez a su familia asomada a la ventana, mientras se alejaba el coche que lo llevaría al puerto de Cartagena aquella noche del 9 de diciembre. Hoy, Manuel Sastre es una de las voces más expertas a la hora de evaluar aquel episodio y sus consecuencias, dada su condición de coronel retirado del Cuerpo de Marines de la Armada: «Aunque tan sólo tenía siete años entonces, siempre he tenido presente el recuerdo de aquella época. Nuestra madre siempre nos ha contado todo lo que había ocurrido con nuestro padre: un año antes de comenzar la guerra, estaba destinado en el submarino C-2 que tenía su base en Mahón, y allí­ vivimos hasta que a finales de ese mismo año fue trasladado a Cartagena, como inspector de construcción de submarinos. Cuando estalló la guerra civil, el ministro Giral le había ofrecido la jefatura del Arsenal de Campaña, pero él la rechazó: no quería tomar parte en la serie de condenas que se estaban aplicando a los militares rebeldes y pidió que lo embarcasen. Y efectivamente, a los pocos días embarcó en el crucero Miguel de Cervantes , pero inmediatamente volvió a pedir desembarco y pasó definitivamente a formar parte de la tripulación del C-3 en la campaña del Norte, en el Cantábrico. Allí­ estuvo hasta principios de octubre de 1936, fecha en la que regresó a Cartagena a bordo del C-3 para acometer varias reparaciones, pero, sorprendentemente, antes de finalizarlas recibieron orden de trasladarse a Málaga para continuarlas allí­. Mi padre trató de convencer a los mandos para que el submarino no saliera. En una situación de guerra y con un motor en tierra, era una aberración ir a repararlo a Málaga, pues tenían en Cartagena todos los medios necesarios para hacerlo»

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