OSCAR WILDE
- ¿Nombre? Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde.
- ¿Nacimiento? Nacido el 16 de octubre de 1854 en Dublín (Irlanda).
- ¿Muerte? Fallecido el 30 de noviembre de 1900 en París (Francia).
- ¿Contexto? Londres en la época victoriana, cuando los dandis y los estetas dominaban las salas de reuniones, donde defendían la vanguardia literaria y artística.
- ¿Obras principales?
- El crimen de Lord Arthur Savile (1887)
- El fantasma de Canterville (1887)
- El retrato de Dorian Gray (1891)
- Salomé (1891)
- Un marido ideal (1895)
- La importancia de llamarse Ernesto (1895)
- De Profundis (1897)
- La balada de la cárcel de Reading (1898)
Existen pocos personajes tan fascinantes como el irlandés Oscar Wilde. Vamos a dibujar su retrato en unos pocos trazos. Marco: la Inglaterra victoriana de finales del siglo XIX. Decorado: una sala de reuniones de la alta burguesía. Ahí encontraríamos al dandi, vestido de manera impecable y siendo el centro de todas las miradas. Wilde, que se proclama a sí mismo «profesor de estética» (Wilde 2007, prólogo), lanza contra quien quiera oírlo mordaces aforismos sobre el arte, la moral y la belleza. Sin embargo, este brillante charlatán ávido de celebridad no es tan superficial como podríamos pensar, y tras esa máscara de vanidad surge un verdadero filósofo y, sobre todo, un brillante escritor.
El esteta, defensor del arte por el arte, se revela en la práctica un crítico pertinente, conocedor de la producción artística de su tiempo; la verdadera personalidad del dandi nos muestra un poeta exigente que busca la belleza en todas las cosas; el filósofo, por su parte, expresa su concepción de la vida en sus ensayos; el narrador expresa su imaginación fértil y rebosante de curiosidad en varios cuentos y una novela y, finalmente, Wilde, como verdadero maestro de la palabra, se expresa plenamente en su papel de dramaturgo de éxito. De manera general, ya sea como crítico, poeta, ensayista, narrador, novelista o dramaturgo, su inteligencia y su refinamiento irrumpen en cada página de su obra como un espectáculo de fuegos artificiales. Porque Wilde nunca es aburrido y se lee, por encima de todo, por placer. Su escritura, llena de humor y de erudición, ligera sin caer en la futilidad, es profunda por exceso de superficialidad y llega a lo universal por vías frívolas. A todo ello se le suma una chispa de provocación que aún a día de hoy sigue llenando de encanto sus textos.
Sin embargo, aunque en su época algunos le adulan, el escritor también sufre la injuria de aquellos que le consideran inmoral. Tras este hombre respetable se esconde un paria que las conciencias puritanas tachan de libertino y de perverso, antes de condenarle a dos años de cárcel y al olvido. ¿Su crimen? Ser homosexual.
BIOGRAFÍA
APRENDIENDO DE LOS MEJORES
Oscar Wilde nace el 16 de octubre de 1854 en una familia acomodada de la burguesía dublinesa, de tradición protestante. Pero su madre, feminista y poeta, tiende al catolicismo hasta el punto de que hace bautizar a sus hijos a escondidas. Wilde se siente toda la vida atraído por la religión católica, de la que le gusta tanto su fastuosidad como sus misterios, pero no por ello deja de desarrollar una sensibilidad pagana, derivada de su amor por la Antigüedad —en primer lugar por Grecia—.
Wilde es un alumno brillante que destaca tanto en Irlanda, donde acude al Trinity College, como en Inglaterra, donde continúa su carrera universitaria en Oxford. Enseguida cultiva un gusto por las letras, sobre todo clásicas, renacentistas (Shakespeare) y románticas (Byron, Keats, Shelley). Entre los escritores estadounidenses, aprecia a Edgar Allan Poe (1809-1849), Walt Whitman (1819-1892) y Henry James (1843-1916). En Oxford acude a las clases de profesores que se convertirán para él en verdaderos maestros pensadores: John Ruskin (1819-1900) y Walter Horatio Pater (1839-1894), dos grandes defensores y teóricos del prerrafaelismo. También se convierte a la masonería.
Sus viajes a Italia y a Grecia, de carácter obligado en la educación de todo gentleman, suponen para él un choque estético. De esta experiencia nacen poemas a medio camino entre el misticismo y el materialismo que se convertirán en sus primeras obras publicadas, primero de manera separada y después en una antología (Poemas, 1881).
EL JUEZ DE LA ELEGANCIA
Oscar Wilde se instala en Londres en 1878 y su personalidad le lleva a cultivar una actitud distinguida y un gusto tan definido como anticonformista. Su popularidad es cada vez mayor. Por encima de escritor, Wilde es un extraordinario conversador que habla con petulancia y refinamiento. No tiene un proyecto concreto, pero lo que desea es hacerse famoso cueste lo que cueste.
Está ocioso y se entrega a la mundanidad, recibiendo en sus apartamentos exquisitamente decorados a amigos y compañeros, frecuentando a artistas y a cómicos, entre ellos a Sarah Bernhardt (1844-1923), recorriendo galerías de arte en las que se revela un crítico perspicaz y original. Sea cual sea la circunstancia, Wilde causa sensación entre el público debido a su vestimenta, a sus aires de dandi y a sus dotes persuasivas.
Aunque al cabo de unos años se puede vislumbrar una homosexualidad más que naciente, no se atreve a hacerla pública. Sin embargo, no podemos considerar que su matrimonio con Constance Lloyd en 1884 sea un puro acto de convención social: parece que sus sentimientos por ella, con la que tiene dos hijos, Cyril y Vyvyan, son sinceros.
DEL DANDI AL ESCRITOR
Su personalidad destaca tanto que se le caricaturiza ya en esa época. La revista Punch se convierte en su peor enemigo, mientras que Gilbert y Sullivan le ridiculizan en su obra satírica Paciencia (1880). No obstante, cualquier publicidad es buena, y lo cierto es que tras esta obra se le propone realizar una gira de conferencias por los Estados Unidos. Durante el año 1882, Oscar Wilde cruza el Atlántico para asentar su prestigio a este lado del mundo, un lugar en el que el arte y su originalidad causan sensación.
A este viaje en territorio estadounidense hay que sumarle sus varias escapadas a París, durante las que frecuenta a los vanguardistas de las letras francesas. Desde su infancia, Wilde domina el francés a la perfección: ha leído a Honoré de Balzac (1799-1850), un gran narrador de historias, a Théophile Gautier, con el que comparte su pasión del arte por el arte, y a Baudelaire, del que aprecia su romanticismo mórbido. Pero la verdadera revelación acontece cuando descubre A contrapelo, de Huysmans, en el que se inspirará para concebir su única y célebre novela, El retrato de Dorian Gray (1891).
El período de actividad literaria más intenso de Wilde no llega a los diez años, de 1886 a 1895. No obstante, durante este breve lapso de tiempo demuestra un amplio registro de talentos que conocen un éxito desigual y que a menudo provocan escándalo. Dejando un poco de lado la poesía de su juventud, se dedica a los relatos cortos, creando por una parte novelas cortas de tonos fantásticos (El crimen de Lord Arthur Savile o El fantasma de Canterville, 1887), y por otra cuentos ingenuos para niños (El Príncipe Feliz y otros cuentos, 1888), además de una poesía delicada e incluso mórbida que también son cuentos para adultos (Una casa de granadas o Salomé, 1891). También destaca en el género ensayístico, que le permite precisar su filosofía sobre el arte y la vida (Intenciones, 1891).
ESPLENDOR Y DECADENCIA
En último lugar, pero no por ello menos importante, Wilde se afirma como autor de teatro que, aunque no es brillante, demuestra talento. ¿Acaso no dice él mismo que puso todo el ingenio en su vida y solo el talento en sus obras? Después de dos ensayos fracasados que se movían en el registro de la tragedia a principios de los años 1880, sus comedias dan rienda suelta a su don para el diálogo original y chispeante. Podemos citar El abanico de Lady Windermere (1892), Una mujer sin importancia (1894) y, sobre todo, las que más se siguen representando aún hoy: Un marido ideal (1895) y La importancia de llamarse Ernesto (1895).