INAZŌ NITOBE (1862-1933) fue un educador, político y escritor japonés. Nacido en Iwate, hijo de un samurái del clan Morioka, se formó en la Escuela de Agricultura de Sapporo y la Universidad Imperial de Tokio, que abandonó para ir a estudiar política y relaciones internacionales a Estados Unidos.
Después de regresar a Japón en 1891, desempeñó cargos importantes como profesor de la Escuela de Agricultura de Sapporo, profesor de la Universidad Imperial de Tokio y primer presidente de la Universidad Cristiana para Mujeres de Tokio. Una de sus contribuciones más notables fue la educación basada en el personalismo, que puso en práctica cuando fue presidente de la Primera Escuela Superior de Tokio.
También desempeñó cargos importantes como hombre de Estado. Fue administrador colonial en Taiwán, subsecretario general de la Sociedad de las Naciones y más tarde presidente del Consejo Japonés del Instituto de Relaciones del Pacífico. Además, Nitobe fue elegido miembro de la Cámara de los Pares.
Goza de fama mundial por haber escrito Bushido. El código del samurái (1900).
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El bushido como sistema ético
La caballería es una flor tan autóctona de Japón como su símbolo, la flor del cerezo. Y tampoco cabe pensar que se haya convertido en un espécimen seco de una virtud arcaica, preservado en el herbario de nuestra historia. Sigue siendo algo vivo, un objeto de poder y belleza que permanece entre nosotros, y si bien no presenta una condición o forma tangible, en todo caso perfuma nuestra esfera moral y nos hace conscientes de que seguimos bajo su potente encanto. Las circunstancias de la sociedad que propiciaron y nutrieron a la caballería desaparecieron hace mucho; aunque igual que esas estrellas lejanas que existieron en su día y dejaron de existir, pero continúan proyectando su luz, también la luz de la caballería, nacida del feudalismo, sigue iluminando la senda de la moral, y ha sobrevivido a la institución que la vio nacer. Para mí es un placer reflexionar sobre este tema en la lengua de Burke, que pronunció su famoso y conmovedor panegírico sobre el olvidado féretro de su prototipo europeo.
El hecho de que un erudito como el doctor George Miller. Más de diez años después, para cuando nuestro feudalismo agonizaba, Karl Marx, que escribía su Kapital, llamaba la atención de sus lectores acerca de las peculiares ventajas de estudiar las instituciones sociales y políticas del feudalismo, que por aquel entonces solo se podía estudiar de forma vívida en Japón. Asimismo, también quisiera dirigir a los occidentales que estudian la historia y la moral, hacia el estudio de la caballería en el Japón actual.
Por muy tentador que resulte hacer una disertación histórica sobre la comparación entre los feudalismos y las caballerías europeas y japonesas, el propósito de este libro no es abordar dicha comparación en detalle. Mi pretensión es, principalmente, referir, primero: los orígenes y las fuentes de nuestra caballería; segundo, su naturaleza y aprendizaje; tercero, su influencia entre el pueblo; y, cuarto, la continuidad y la perpetuidad de esta influencia. De estos puntos, el primero solo se tratará de manera breve y concisa. De no ser así, obligaría a mis lectores a recorrer la tortuosa senda de nuestra historia nacional; el segundo se tratará más detenidamente, ya que es mucho más probable que despierte el interés de los estudiantes de ética y etnología comparada, por nuestra forma de pensar y actuar. Los demás puntos se tratarán como conclusión.
El término japonés que he utilizado para traducir aproximadamente «caballería» es, en su idioma original, más expresivo que «monta», o quién no percibe la diferencia de significado entre dos términos tan parecidos como el inglés gentleman y el francés gentilhomme?
Por consiguiente, el bushido es el código de los principios morales que se enseña a los caballeros y que estos deben cumplir. No se trata de un código escrito; como mucho, consiste en una serie de máximas transmitidas oralmente o escritas por algún guerrero o sabio famoso. Habitualmente es un código no pronunciado y no escrito, que posee aún más el poderoso aval del acto verdadero, y de una ley grabada en el corazón. No se basa en la idea de una sola mente, por muy brillante que fuera, o en la vida de un solo personaje, por muy célebre que fuera. Fue un desarrollo natural producto de décadas y siglos de andadura militar. Puede que dentro de la historia de la Ética ocupe la misma posición que la Constitución inglesa en la historia política; sin embargo, no tiene nada que ver con la Carta Magna, a finales del siglo XII. No obstante, así como en Inglaterra encontramos elementos sociales del feudalismo bastante distantes del periodo anterior a Guillermo el Conquistador, también en Japón, las semillas del feudalismo existían desde mucho antes del periodo que he indicado.
De nuevo, en Japón igual que en Europa, cuando se inauguró formalmente el feudalismo, la clase de guerreros profesionales cobró importancia de manera natural. Se les conocía como samuráis, que quiere decir literalmente, como la palabra del inglés antiguo cniht (knecht, knight), guardianes, o cuidadores, con una naturaleza parecida a la de los soldurii, cuya existencia en Aquitania, elegida para formar las familias y las filas de los samuráis. Como llegaron a pretender grandes honores y privilegios, y en consecuencia aceptaban grandes responsabilidades, pronto sintieron la necesidad de disponer de un patrón de conducta común, ante todo porque siempre estaban combatiendo y pertenecían a clanes distintos. Igual que, por cortesía profesional, los médicos ponen límites a la competencia por sus pacientes, y los abogados acuden a tribunales de honor en casos de vulneración de los protocolos, los guerreros también deben contar con algún medio que emita el fallo final ante malas conductas.
¡Juego limpio en el combate! Cuántos gérmenes de moralidad fecunda yacen en este instinto primitivo de la brutalidad y la infancia. ¿Acaso no es el origen de todas las virtudes militares y cívicas? Nosotros nos burlamos (¡como si ya lo hubiéramos dejado atrás!) del deseo infantil del pequeño británico, Tom Brown, «de dejar tras él el nombre de un compañero que nunca había molestado a un niño más pequeño, ni dado la espalda a uno mayor». En Japón, el bushido también tenía varias fuentes.
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Fuentes del bushido
Empezaré por el budismo, que proporciona un sentimiento de serena confianza en el destino, una tranquila sumisión a lo inevitable, un estoico aplomo ante el peligro o la adversidad, ese desprecio por la vida y cordialidad con la muerte. Un gran maestro de esgrima; y, en consecuencia, para ponerse en armonía con ese absoluto. Definida así, la enseñanza era más que el dogma de una secta, y quienes alcanzan la percepción del absoluto, se elevan por encima de lo mundano y abren los ojos «a un nuevo cielo y a una nueva Tierra».
El sintoísmo sobre la realeza inglesa es cierto —que «no es solo la imagen de la autoridad, sino el creador y el símbolo de la unidad nacional»— como creo que lo es, lo mismo puede decirse, multiplicado por dos o por tres, en cuanto a la realeza de Japón.
Los dogmas del sintoísmo engloban las dos características principales de la vida emocional de nuestro pueblo: patriotismo y lealtad. Arthur May Knapp a sus adeptos, les proporciona al mismo tiempo una línea de actuación de rectitud y sencillez.
En cuanto a las doctrinas estrictamente éticas, las enseñanzas de Confucio fueron la fuente más prolífica del bushido. Su explicación de los cinco tipos de relaciones morales: entre señor y servidor (gobernante y gobernado), padre e hijo, marido y mujer, hermano mayor y hermano pequeño, y amigo y amigo, solo confirmaba lo que la intuición del pueblo ya había comprendido antes de que los escritos de Confucio se introdujeran desde China. El carácter tranquilo, benévolo y experimentado de sus preceptos éticos y políticos se adaptaba especialmente bien a los samuráis, que constituían la clase gobernante. Su tono aristocrático y conservador encajaba con las necesidades de estos gobernantes guerreros. Junto a Confucio, Mencio ejerció una enorme autoridad sobre el