La filosofía no tiene por qué ser algo alejado del arte de vivir. Eso es lo que sugiere André Comte-Sponville en este libro, una obra maestra que no pretende dar lecciones de moral, sino ayudar a cada uno a convertirse en dueño de sí mismo, en su único juez. El objetivo es ser más humano, más fuerte, más bondadoso. El bien sólo existe en la pluralidad de las acciones buenas y de las buenas intenciones, designadas por la tradición con el nombre de virtudes.
La virtud es nuestra forma de ser y de actuar humanamente, es decir, nuestra capacidad de actuar bien. Toda virtud es una cumbre entre dos vicios, la cresta de una montaña entre dos abismos: así, la valentía se halla entre la cobardía y la temeridad, la suavidad entre la cólera y la apatía. Y de este modo, desde la urbanidad hasta el amor.
André Comte-Sponville
Pequeño tratado de las grandes virtudes
ePub r1.0
German25 14.08.15
Título original: Petit traité des grandes vertus
André Comte-Sponville, 1995
Traducción: Berta Corral y Mercedes Corral
Diseño de cubierta: Tasmanias
Editor digital: German25
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ANDRÉ COMTE-SPONVILLE (Paris, Francia, 1952). Filósofo materialista, racionalista y humanista, uno de los filósofos franceses más brillantes y apreciados tanto dentro como fuera de su país. Se inició en la escritura en 1988 al tiempo en que colaboraba en diversos periódicos. Antiguo alumno de la Escuela Normal Superior de París (donde fue alumno y amigo de Louis Althusser), André Comte-Sponville fue durante mucho tiempo conferenciante de la Universidad de la Sorbona, de la cual dimitió en 1998 para dedicarse exclusivamente a la escritura y a otras conferencias ajenas a la universidad.
Es miembro del Comité Consultivo Nacional de Ética y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Mons-Hainaut.
Sus filósofos de influencia son Epicuro, los estoicos, Montaigne y Spinoza. Entre los contemporáneos, está próximo sobre todo a Claude Lévi-Strauss, Marcel Conche y Clément Rosset.
Es autor de más de una decena de libros: La felicidad, desesperadamente (2000); El amor, la soledad (1992); Invitación a la filosofía (2000); Diccionario filosófico (2001); El capitalismo, ¿es moral? (2004); Pequeño tratado de las grandes virtudes (1995), Impromptus (1996), El alma del ateísmo, (2006); El placer de vivir (2010).
Notas
[1]Etica a Nicómaco, I, 6, 1097 b 22 - 1098 a 20 (traducción francesa Tricot, París, Vrin, 1979, pp. 57-60). Las referencias a esta obra de Aristóteles se harán siempre en base a la traducción francesa mencionada, excepto indicación expresa.
[2] Montaigne, Essais, III, 13, p. 1110 de la edición Villey-Saulnier, reed. PUF, 1978. Siempre me referiré a esa edición para la obra de Montaigne.
[3] Spinoza, Etica, IV, def. 8 (traducción francesa Appuhn, reeditada por Garnier-Flammarion, 1965).
[4] Montaigne, Essais, II, 36 («Des plus excellents hommes»); Spinoza, Etica, IV, escolio de la proposición 50.
[5] Ver especialmente mi Traité du désespoir et de la béatitude, t. 2, Vivre, PUF, 1988, capítulo 4 («Les labyrinthes de la morale»), así como Valeur et Vérité, PUF, 1994.
[6] Ver Aristóteles, Etica a Nicómaco, II, 4-9, 1105 b -1109 b, y Etica a Eudemo, II, 3, 1220 b-1221 b. Es lo que a veces se llama el justo medio, o la medianía, que no es una mediocridad sino más bien lo opuesto: «En el orden de la substancia y de la definición que expresa su esencia, la virtud es una medianía, en tanto que en el orden de la excelencia y de la perfección es una cumbre») (Etica a Nicómaco, II, 6, 1107 a 5-7, pp. 106-107). Ver asimismo lo que yo escribí en Vivre, cap. 4, pp. 116-118).
[7] Kant, Reflexiones sobre la educación, Introducción, traducción francesa de Philonenko (a la que me referiré, salvo indicación expresa), Vrin, 1980, p. 73.
[8]Ibid., p. 70.
[9] Kant, Antropología desde un punto de vista pragmático, § 14 (trad. M. Foucault, Vrin, 1979, pp. 35-36).
[10] Kant, Doctrina de la virtud (Segunda parte de la Metafísica de la moral) § 48, trad. Philonenko, Vrin, 1968, pp. 151-52.
[11] Aristóteles. Etica a Nicómaco, II, 1, 1103 a 33 (trad. Tricot, Vrin, 1979, p. 88).
[12]Ibid., 1103 b 1 (trad. Tricot, p. 89).
[13] Kant, Reflexiones sobre la educación, Introducción (trad. Philonenko, Vrin, 1980, p. 70).
[14]Caracteres, «De la sociedad y de la conversación», 32 (ed. R. Garapon, Classiques Garnier, 1990, p. 163).
[15] Kant, Reflexiones sobre la educación, III, C (trad. Philonenko, Vrin, 1980, p. 129).
[16] Kant, Antropología desde un punto de vista pragmático, § 14 (trad. M. Foucault, Vrin, 1979, p. 35).
[17] Kant, Crítica de la razón pura, Disciplina, 2, AK, II, p. 489 de la traducción francesa.
[18]Ibid., AK, III, pp. 489-490.
[19] Kant, Antropología desde un punto de vista pragmático, § 14 (trad. M. Foucault, p. 36).
[20] Aristóteles, Etica a Nicómaco, II, 1, 1103 b 21 (trad. Tricot, Vrin, 1979, p. 90).
[21] Alain, Definiciones, Biblioteca de la Pléiade, «Les arts et les dieux», p. 1080 (definición de la cortesía).
[22] Alain, Ochenta y un capítulos sobre el espíritu y las pasiones., Biblioteca de la Pléiade («Les passions et la sagesse»), p. 1243.
[23] San Agustín, Confesiones, XI (especialmente capítulo 20, p. 269 de la traducción francesa de Trabucco, G-F., 1964).
[24] Nietzsche, Consideraciones Intempestivas, II (traducción francesa de G. Bianquis, Aubier-Montaigne, 1964, reedición 1979, p. 207).
[25] Según la feliz expresión de François George, a propósito de Nietzsche: «D’un critére nouveau en philosophie», L’âme et le corps, bajo la dirección de M.-P Haroche, Plon, 1990.
[26] Jankélevitch, L’imprescriptible, Seuil, 1986, p. 55.
[27] Ver supra, Prólogo, p. 15.
[28]Etica a Eudemo, VII 2, 1237b 37-40 (trad. V. Décarie, Vrin-Presses de l’Université de Montréal, 1984, p. 164).
[29] Aristóteles, Etica a Nicómaco, IX, 3, 1165b 32-36, (trad. Tricot, p. 441).
[30] V. Jankélevitch, Traité des vertus, II: Les vertus et l’amour, t. 1, cap. 2, Flammarion, 1986, p. 140.
[31]Ibid., pp. 140-142.
[32]Ibid., pp. 142-143. En la fidelidad, señala Jankélevitch, «los estoicos habrían reconocido la Constantia sapientis» (la constancia del sabio).
[33]Ibid., p. 141.
[34]Pensées, 673-123 (ed. Lafuma).
[35] M. Conche, Montaigne et la Philosophie, ed. Du Mégare, 1987, pp. 118-119. Ver asimismo, Montaigne, Apologie de Raymond Sebond, [en Essais] especialmente la evocación de Epicarno, pp. 602-603 de la ed. Villey-Saulnier, reeditado por PUF, 1978.
[36]Les vertus et l’amour, t. 1, p. 154 (Jankélevitch reconoce, en ese rasgo, «la fidelidad por excelencia»).
[37] Jankélevitch, L’imprescriptible, Seuil, 1986, p. 60.
[38] M. Conche, Orientation Philosophique