Las Maravillas de
la Santa Misa
Padre Paul O’Sullivan,
O.P.
Copyright © 1993, Padre Paul O’Sullivan, O.P.
LAS MARAVILLAS DE LA SANTA MISA
“Porque desde Levante a Poniente es grande mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar se sacrifica y se ofrece al Nombre mío una ofrenda pura; pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice el Señor de los ejércitos”.
—Malaquías 1:11
ÍNDICE
Capítulo 1
LAS MARAVILLAS DE LA SANTA MISA
Los santos nunca hablan tan elocuentemente como cuando hablan de la Misa. Nunca pueden decir lo suficiente de este tema tan solemne. Por eso San Buenaventura dice que las maravillas de la Misa son tantas como las estrellas del cielo y los granos de arena en las playas del mundo.
Las gracias, bendiciones y favores concedidos a aquellos que asisten a este sacrificio divino van más allá de toda comprensión humana.
La Misa es la maravilla más grande del mundo. No hay nada en la tierra igual a ella, ni nada en el cielo mejor.
La maravilla más grande que le sigue a la Misa es la indiferencia y la ignorancia de los católicos con respecto a la misma. ¿Cómo es que tantos católicos no van a Misa?
El gran Sacrificio del Calvario se ofrece cerca a sus hogares, casi en sus mismas puertas y son demasiado perezosos para asistir a ella.
¡¿El sacrificio del Calvario?! Sí, porque la Misa es verdaderamente muy similar a la muerte de Jesús en la cruz. [Vea la nota en la página 10].
¿Por qué las madres, los catequistas y los profesores no inculcan en las mentes y corazones de aquellos a su cargo las maravillas de la Misa? Los sacerdotes están obligados por el Concilio de Trento a hacerlo.
¿Los protestantes bien pueden preguntar a aquellos católicos que no van a Misa diaria, si realmente creen que Dios nace y muere en el altar como lo hizo en el Calvario? [Vea la nota de la página 10]. Y si lo creen, ¿por qué no asisten a Misa?
San Agustín nos dice que los paganos y los gentiles de su era preguntaban con amarga ironía a los tibios e indiferentes cristianos si creían sinceramente que su Dios todo misericordioso y bondadoso descendía a sus altares. Ustedes cristianos, comentaban, nos acusan de adorar a dioses falsos, pero por lo menos creemos que son dioses y los honramos; mientras que ustedes, ¡desprecian al que llaman el Dios verdadero!
Ningún cristiano inteligente y culto podría faltar a Misa si solamente supiera lo que realmente es.
San Luis y la Misa
El Rey Luis de Francia, que trabajaba quizás más duro que cualquier otro hombre en su reino y que era uno de los mejores y más gloriosos soberanos que gobernó Francia, ¡encontraba tiempo para asistir a dos o tres Misas diarias!
Algunos de sus cortesanos sugirieron que él estaba excediéndose con tantas Misas. El Rey contestó que si él pasara más tiempo persiguiendo los placeres mundanos o entreteniendo a sus amigos con ricos banquetes o frecuentando teatros y lugares de diversión por varias horas cada día, no se quejarían de que dedicaba demasiado tiempo al placer.
“Ustedes olvidan, mis buenos amigos, que oyendo Misa, no sólo aseguro para mí innumerables bendiciones, sino que concedo los beneficios más importantes a mi reino, mucho más de lo que podría hacer de cualquier otra manera”. Esta respuesta de San Luis se puede dirigir a los miles y miles de cristianos apáticos e indiferentes que podrían asistir fácilmente a Misa diaria y no lo hacen.
Al tiempo que hacen un gran sacrificio, recibirían bendiciones y favores por encima de sus más elevadas expectativas. Pero, de hecho, muchos podrían ir a Misa sin hacer ningún sacrificio, o con un costo tan insignificante, que su culpabilidad al descuidar este sacrificio divino, sería ciertamente incomprensible. Nada, excepto la ignorancia, puede explicar la razón por la cual tantos católicos dejan de participar en la Misa cada día.
Al oír la Misa, el día valdría mil días; tan maravillosas serían las gracias y los beneficios que recibirían aquellos que así lo hicieran. Lejos de perder el tiempo, sus negocios prosperarían más y alcanzarían un grado de felicidad que no podrían lograr de otra manera.
Simón de Montfort
El famoso general y héroe, Simón de Monfort, con solamente 800 soldados a caballo y muy pocos soldados de infantería, fue inesperadamente atrapado en Muret por una armada de 40 000 hombres liderados por el Rey de Aragón y de Raymond, el Condado de Tolosa, quien defendió la causa de los herejes albigenses. Él estaba en Misa cuando sus oficiales vinieron a anunciar que el ejército que sitiaba estaba marchando para atacar la ciudad.
“Déjenme primero terminar la Misa” él contestó, “y entonces estaré con ustedes”. Luego se apresuró hacia donde sus fuerzas ya se habían reunido, les pidió que confiaran en Dios, y ordenando abrir las puertas, embistió justo en el corazón del ejército que se acercaba, lo llevó a un absoluto desorden, abatió al mismo Rey de Aragón y obtuvo una gloriosa victoria.
Baronio declara que el Emperador Lotario oía tres Misas diarias, incluso cuando estaba en el campo de batalla con sus tropas.
En la Gran Guerra [Primera Guerra Mundial], se sabía bien que el Mariscal Foch, el Capitán General de los ejércitos franceses y británicos, oía Misa diariamente, incluso cuando su posición era la más crítica.
El Emperador Otón de Alemania una vez convocó a un consejo a sus funcionarios y consejeros principales en el Palacio de Worms (Vormatia) muy temprano en la mañana.
El Duque de Bohemia, uno de los príncipes que tenía que participar en este consejo, oía Misa a diario y por lo tanto, llegó tarde al palacio real. Este retraso enfureció al Emperador, y sin esperar al Duque, empezó el consejo, dando órdenes a todos los presentes que no rindieran honores o saludaran al Duque a su llegada.
Un corto tiempo después, el Duque entró a la cámara del consejo y para sorpresa de los presentes, el Emperador, que al principio parecía bastante molesto, se levantó rápidamente y mostró mucho respeto hacia el Duque. Cuando todos los temas de estado fueron discutidos, el Emperador Otón, notando la sorpresa manifestada por los monarcas y príncipes por su cambio de comportamiento hacia el Duque de Bohemia, replicó: “¿Por qué?” él dijo, “¿No vieron que él vino acompañado por dos ángeles, uno a cada lado? No me atreví a mostrar mi resentimiento”.
Favores similares tan maravillosos son concedidos a los más humildes de los fieles, a cualquier persona que oiga la Misa devotamente.
Aquí están algunos hechos.
El ángel y las rosas
Un granjero pobre asistió a Misa todos los días, durante muchos años de su vida. Una fría mañana cuando cruzaba los campos cubiertos de nieve camino a la Iglesia, creyó haber oído pasos detrás de él y dándose vuelta, vio a su Ángel de la Guarda llevando una cesta llena de hermosas rosas, que exhalaban un delicioso perfume. “Mira”, dijo el Ángel, “estas rosas representan cada paso que has dado camino a la Misa, y cada rosa representa una recompensa gloriosa que te aguarda en el cielo; pero mejores, mucho mejores son los méritos que has conseguido de la Misa misma”.
Cómo hacer que su negocio prospere
Dos hombres de negocios residían en la misma ciudad francesa. Ambos estaban dedicados a la misma línea de comercio, pero mientras que uno era próspero, al otro le resultaba muy difícil ganar lo suficiente, a pesar de que trabajaba más duro y se levantaba más temprano que su amigo.
Ante tal situación, resolvió buscar consejo de su próspero colega, esperando aprender el secreto de su éxito.
“Mi buen amigo”, contestó el comerciante rico, “no tengo ningún secreto, yo trabajo tanto como tú. Si hay alguna diferencia en nuestros métodos, es ésta: Yo voy a Misa diariamente y tú no. Sigue mi sincero consejo, anda a Misa cada mañana y estoy seguro que Dios bendecirá tu trabajo”.
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