Bogotá D. C., diciembre de 2015
2.5 Colombia. Se puede consultar en:
Nacida en el siglo XVII en Inglaterra, desde donde pasó a Francia y de allí a España, la literatura de costumbres fue una forma de retratar con palabras la sociedad, sus hábitos, entorno, valores y personajes. Propia del romanticismo, movimiento que reaccionó contra el clasicismo, surgió en un momento en el que no existían el cine ni la fotografía y el arte de la pintura era para unos pocos. Autores españoles como Serafín Estébanez Calderón, Ramón de Mesonero Romanos y Mariano José de Larra, entre otros, ejercieron influencia en la literatura de Hispanoamérica. El costumbrismo fue un estilo literario «internacionalizado», que atrajo editores, autores y lectores de narrativa, verso y teatro.
La definición canónica del artículo de costumbres en Colombia se debe a José Manuel Marroquín, fundador de la Academia Colombiana de la Lengua en 1870, quien en sus Lecciones elementales de retórica y poética (1889) subrayó la intención moral del género:
[…] Un artículo de costumbres es la narración de uno o más sucesos, de los comunes y ordinarios, hecha en tono ligero, y salpicada de observaciones picantes y de chistes de todo género. De esta narración ha de resultar o una pintura viva y animada de la costumbre que se trata, o juntamente con esta pintura, la demostración de lo malo o de lo ridículo que haya en ella; mas esta demostración han de hacerla los hechos por sí solos, sin que el autor tenga que introducir reflexiones o disertaciones morales para advertir al lector cuál es la conclusión que debe sacar de lo que ha leído.
En este género tienen cabida los caracteres, las descripciones, los diálogos y cuanto puede adornar la historia ficticia; pero todo debe dirigirse al fin propuesto, esto es, a la pintura o al vituperio de una costumbre.
Los primeros escritos costumbristas colombianos datan de finales de la década de 1830. El costumbrismo se convirtió en una suerte de programa de reconocimiento e integración nacionalista de manera decidida a partir de 1858, a raíz de la aparición de la tertulia de El Mosaico, nombre que por demás alude a una obra relativa a las musas y a una pieza artística elaborada con partes que conforman un todo. El grupo publicó una revista con el mismo nombre impulsada por el santafereño José María Vergara y Vergara, en la que participaron liberales y conservadores nacidos en varias regiones colombianas, en su mayoría varones y apenas unas cuantas mujeres. Los colaboradores tenían distintos orígenes sociales: desde el atildado gentleman y comerciante importador Ricardo Silva, el rico heredero agrario y futuro presidente de Colombia (1900-1904) José Manuel Marroquín, pasando por el sabio políglota Ezequiel Uricoechea educado en Estados Unidos y Alemania, el ingeniero, matemático y músico formado en Inglaterra Diego Fallon, hasta el campechano y autodidacta Eugenio Díaz, el jesuita Mario Valenzuela o José María Samper, quien pasó de ser furibundo liberal anticlerical a ferviente católico. Excepcional fue el caso de su esposa, Soledad Acosta de Samper, educada en Colombia, Canadá y Francia. Fundó y dirigió revistas, publicó en distintos países con varios seudónimos debido a su «natural desconfianza de echar a la luz mi nombre», y fue autora de veinte novelas, numerosos artículos, relatos, piezas de teatro y traducciones.
Los cuadros de costumbres prosperaron en una época difícil que, de acuerdo con El Mosaico , se caracterizó por «la lucha enconosa de las pasiones públicas». Los partidos Liberal y Conservador estaban todavía en la infancia, pues habían nacido en 1848 y 1849, respectivamente. La escolaridad de la población era muy baja, así como el alfabetismo, reservado a una minoría. Las frecuentes pugnas regionales por causas económicas, religiosas o partidistas, impedían el conocimiento y la conformación de una nación unitaria en la que la vida diaria tuviera pocos sobresaltos, y en la que las mercancías y las personas fluyeran con facilidad. En efecto, las graves disputas entre centralismo y federalismo como modelo de organización social, entre protección y libre cambio como política económica, y sobre todo, en torno al papel de la Iglesia en el Estado y en la educación pública, llevaron a que en las cuatro décadas comprendidas entre 1843 y 1886, se libraran cinco guerras civiles de alcance nacional (1851, 1854, 1860-1862, 1876-1877, 1884-1885) y se aprobaran cinco constituciones (1843, 1853, 1856, 1863, 1886) que definieron el orden político.
El costumbrismo identificó y pintó con palabras lo que entonces tenía en común la fragmentada y conflictiva sociedad colombiana: una serie variopinta de estampas de recuerdos y de modos de vida con particularidades regionales, en los que indios y negros tuvieron muy poca presencia. Pero sobre todo, afirmó la existencia de una lengua común para preservar y narrar el pasado y el presente. Tal como diría el filólogo Rufino José Cuervo en 1907, «nada, en nuestro sentir, simboliza tan cumplidamente la patria como la lengua».
El género literario más divulgado por la revista El Mosaico fue la poesía, seguido de los relatos en prosa. A lo largo de sus casi tres lustros de existencia, contó con más de noventa colaboradores de distinto calibre, unos cuatrocientos suscriptores y con más de cincuenta agentes distribuidores que llevaron la publicación a distintas regiones e inclusive a Ecuador y Venezuela, según investigación de Andrés Gordillo Restrepo.