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Julio Albi de la Cuesta - De Pavía a Rocroi

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Julio Albi de la Cuesta De Pavía a Rocroi

De Pavía a Rocroi: resumen, descripción y anotación

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Si, siguiendo a Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios, habría que considerar a los tercios como un instrumento esencial de la política de los Austrias. Macedonia tuvo sus falanges. Roma, sus legiones. Y España, sus tercios. Siempre mal pagados, siempre blasfemando bajo los coletos atravesados por una cruz roja, los tercios enmarcan con sus picas un período fulgurante de la historia de España, para acabar muriendo bajo sus banderas desgarradas en una larga agonía en los campos de batalla europeos y, de forma más dolorosa, en la memoria de sus compatriotas. De ahí el colosal aporte historiográfico que supuso la publicación en 1999 de De Pavía a Rocroi. Los tercios españoles, de Julio Albi de la Cuesta, una obra seminal que recuperaba del olvido a «aquellos hombres que fueron tan famosos y temidos en el mundo, los que avasallaron príncipes, los que dominaron naciones, los que conquistaron provincias, los que dieron ley a la mayor parte de Europa».

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Apéndice I. Los tercios españoles en Flandes, 1567-1600

APÉNDICE I
LOS TERCIOS ESPAÑOLES EN FLANDES, 1567-1600

Al parecer, no se ha hecho hasta ahora una relación de los tercios españoles que sirvieron en los Países Bajos, y sin embargo es una labor que puede ser interesante. En primer lugar, porque permitiría saber las unidades que cada año estuvieron allí. También ayudaría a resolver problemas sobre la sucesión de mandos, todavía no definitivamente establecida. Sería, además, un indicio para medir el volumen del esfuerzo militar en ese teatro de operaciones y, por último, daría una idea de cómo se sostuvo el mismo. En esta ocasión me he limitado al periodo 1567-1600, que parece significativo. Corresponde al espacio de tiempo que transcurre entre la llegada del duque de Alba hasta la batalla de las Dunas, la primera derrota de consideración sufrida en campo abierto por tropas españolas y que, en cierto modo, marca un punto de inflexión. Abarca, pues, seguramente, los treinta años de mayor esplendor de los tercios. Básicamente, he seguido, con algunas correcciones, el texto de un artículo mío aparecido en 1997, ya citado anteriormente. Como fuentes, he utilizado las crónicas contemporáneas, redactadas por oficiales que sirvieron en los Países Bajos. Sin duda, las cifras que aportan son solo aproximadas, pero es sabido que las revistas oficiales tampoco se distinguían por su exactitud, a los ojos de las propias autoridades. En todo caso, lo que me interesa destacar aquí es el proceso de formación y disolución de los tercios, y para esa materia, la información que facilitan los mandos que sirvieron en ellos parece fiable.

Alba llevó a los Países Bajos en 1567 los tercios de Cerdeña (maestre de campo Bracamonte, diez compañías con mil setecientos veintiocho hombres), Nápoles (Ulloa, diecinueve, tres mil doscientas treinta plazas), Sicilia (Romero, diez, mil seiscientas veinte) y Lombardía (Londoño, diez, dos mil doscientas). Es decir, algo más de ocho mil setecientos infantes españoles en cuatro tercios, cifra que en el futuro será imposible mantener, excepto en periodos muy concretos, y de corta duración.

En 1568, Cerdeña es disuelto y sus hombres repartidos entre las demás unidades. Pero ese mismo año ya se advierte la necesidad de enviar refuerzos para cubrir bajas, y así llegan de España doce banderas de bisoños (unos dos mil quinientos hombres) con las que se crea un tercio, el de Flandes, que se confía a Bracamonte, que se había quedado sin mando.

La situación permanece sin cambios hasta 1572, cuando se envían con Medinaceli por mar, también desde España, seis compañías más. No basta con ello, y al año siguiente llegan nuevos refuerzos, esta vez de Italia, para ayudar en el sitio de Haarlem. Son trece compañías del tercio de Figueroa (el llamado de la Liga, al que hemos visto en Lepanto) y doce del Lombardía. En total, unos cinco mil soldados, que van sin sus maestres de campo. Hay que anotar la aparente contradicción de que existan simultáneamente dos tercios de Lombardía, el que fue con Romero en 1567, y el que ahora enviaba ese contingente desde tierras italianas, lo que parece confirmar la tesis de que las unidades existentes en Flandes se desgajaban de las que les habían dado origen, y adquirían vida propia.

Con estas dos agrupaciones de compañías se constituyen lo que formalmente son dos tercios nuevos, S. Felipe y Santiago, pero que aparentemente actuaron como uno solo.

Para el año de 1573 se había producido un relevo importante de mandos. De los maestres de campo originales, únicamente continuaban Romero y Bracamonte. Rodrigo de Toledo había sustituido a Ulloa al mando de Nápoles, y Hernando de Toledo a Londoño en Lombardía. Para entonces, el tercio del primero tenía quince compañías, pero nada más que unos mil quinientos hombres; el segundo, diez, con un millar; el tercero, diecinueve con mil novecientos, aproximadamente, y el cuarto, diez, con mil. Es decir, las cuarenta y nueve compañías de Alba se habían convertido en cincuenta y cuatro (con el refuerzo de 1572), pero los más de ocho mil setecientos soldados estaban reducidos a unos cinco mil cuatrocientos, a pesar del mencionado refuerzo de mil seiscientos. De diez mil españoles enviados entre 1567 y 1573 quedaba poco más de la mitad.

Las unidades, sometidas a un continuo proceso de desgaste se habían debilitado tanto que en 1574 se decide hacer una importante reforma. Se disuelven los tercios de Flandes y de Nápoles (lo que no es óbice que en ese virreinato siga habiendo otro con ese nombre) y sus veintisiete compañías pasan a engrosar los de Lombardía y Sicilia. A la vez, se acaba con la anomalía que eran los tercios de S. Felipe y Santiago. Sus veinticinco banderas se reducen a doce que forman un tercio nuevo, a las órdenes de Valdés. En 1576 llega, por mar, un pequeño refuerzo de cuatro compañías.

Con esta organización de solo tres tercios se permanecerá hasta 1577, cuando las tropas españolas dejan los Países Bajos para marchar a Italia.

Regresan, brevemente, a fines de ese año. Son los tercios de Valdés y Hernando de Toledo (Lombardía). En 1578, se les une el tercio de Lope de Figueroa, que en esta ocasión sí lleva a su maestre de campo, y que había sido completado en Italia hasta los dos mil seiscientos hombres, para compensar las doce banderas que envió en 1572. En 1580 se van otra vez: Valdés, a Sicilia; Figueroa a Milán y Toledo a Nápoles. Anotemos que este último, no obstante su denominación, se envía al virreinato napolitano, no a Milán que hubiera sido su destino normal, si el tercio hubiese conservado alguna conexión con su origen. De allí, el de Figueroa y algunas compañías de Hernando de Toledo partirían para la campaña contra los portugueses.

En 1582 los tercios están de vuelta en los Países Bajos. En esta ocasión, son los de Hernando de Toledo, que ha sido relevado por Mondragón, y de Pedro de Paz. Reúnen entre cuatro y cinco mil plazas. Al año siguiente llega un considerable refuerzo de unidades que han estado en la campaña de las Terceras. Se trata de los tercios de Lope de Figueroa, Bobadilla e Iñiguez, con cinco mil cuatrocientos hombres en cincuenta y una banderas. Los dos primeros no van acompañados por sus maestres de campo. El de Figueroa es el ya conocido. El de Bobadilla se había organizado en Extremadura para la citada campaña, y el de Iñiguez se había constituido a base de ocho compañías levantadas con el mismo motivo, a las que se habían unido otras ya existentes en Portugal. Los tres salen de España tan bajos de efectivos que tuvieron que incorporar gente de las guarniciones existentes en Italia. Aun así, tan pronto como se incorporan al ejército de Flandes, las compañías de Figueroa y Bobadilla son reformadas y sus componentes absorbidos por los tercios que ya estaban allí. Uno de ellos, el de Paz, al morir este en acción en 1584, pasa a ser mandado por del Águila.

En 1585, las operaciones en torno a Amberes requieren más tropas, y se envía un tercio de quince banderas levantado en España, que se pone a las órdenes de Bobadilla (esta unidad no es que fue a Flandes en 1583, la identidad en los nombres se explica porque el mismo maestre de campo mandó, sucesivamente, dos tercios).

Pero la incesante erosión de las unidades lleva aún a otra reforma en 1586, disolviéndose catorce compañías cuyos miembros se reparten entre los tercios subsistentes. Por esas fechas, no he sido capaz de precisar el dato, parece que también se suprime el de Iñiguez, que en la reforma se había reducido a solo diez banderas, quedando por tanto tres en pie: del Águila, Mondragón y Bobadilla.

Al tiempo, comienza la acumulación de fuerzas con vistas a la «empresa de Inglaterra», y llegan diecisiete compañías con dos mil hombres, a cargo de Manrique, que serán disueltas en 1587 para reforzar a los demás, «pobres de gente». Incluso con el refuerzo, los tres tercios no suman más de cuatro mil trescientas plazas. Para dicha operación se envían dos más, asimismo de nueva creación: Zúñiga (diecisiete compañías, dos mil seiscientos hombres) y Queralt (con dieciocho y unos mil quinientos), aunque el primero es disuelto enseguida, pasando sus banderas a relevar en las guarniciones otras veteranas, que quedan de esta manera disponibles para embarcarse. Se producen, por otra parte, cambios en los mandos: Leyva sustituye a Mondragón y Manrique a del Águila, que ha sido herido. Terminados los preparativos para la invasión, y contando los refuerzos, los tercios disponibles tienen los siguientes efectivos: Leyva, treinta compañías con casi tres mil plazas; Manrique, veinte con más de dos mil seiscientas; Bobadilla, veintitrés con dos mil doscientas; Queralt, nueve con ochocientas sesenta y una. Total, ocho mil ochocientos dieciocho hombres disponibles, casi exactamente los mismos que tuvo Alba en 1567.

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