JAVIER MEMBA (Madrid, 1959) es colaborador habitual del diario El Mundo desde 1990.
Estudioso del cine antiguo, tanto en este rotativo madrileño como en el resto de los medios donde ha publicado sus cientos de piezas, ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) —edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción—, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).
Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014), un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada, es su última publicación hasta la fecha.
Javier Memba, 2002
Diseño de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Malditos, heterodoxos y alucinados es un tremendo trabajo de Javier Memba en el que recopila y reseña a 75 de escritores que estima merecedores de esos adjetivos. Vean, por ejemplo, lo que dice de Horacio Quiroga, uno de los poquísimos de lengua castellana de la lista: «… Que sepamos, esa fatalidad, que le acompañaría hasta el final de sus días, irrumpe por primera vez en su vida en 1902, cuando accidentalmente mata a un amigo: el también escritor Federico Ferrando. Un año antes, en 1901, se ha dado a conocer como poeta modernista merced a su libro Los arrecifes de coral. El primero de sus volúmenes de cuentos, Los perseguidos, data de 1905. Pleno de influencias de los grandes maestros del género —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— Quiroga ya destaca por la pesadumbre que rezuman sus páginas y por el extraño protagonismo que cobran en ellas algunos animales que piensan actúan y están abocados a la desgracia como los hombres».
Javier Memba
Malditos, heterodoxos y alucinados
ePub r1.0
Titivillus 19.08.2021
LXXV
Leo Ferré
El último de los poetas malditos de Francia
M ás conocido como cantante —tal vez fuera la figura más compleja no ya de la canción francesa, sino de la universal— Leo Ferré fue también el último de los poetas malditos que diera la lengua de Baudelaire, además de un estimable novelista en títulos como la autobiográfica Benoît Misère. No es en modo alguno baladí que Alain Verjat lo incluyera en el capítulo dedicado a la literatura gala de postguerra de la Historia Universal de la Literatura o que Raymond Queneau escribiera sobre él, y el resto de los cantantes que animaban los establecimientos donde bebían los existencialistas:
«La canción no es en absoluto un arte menor. En pocos años se ha convertido en algo inteligente, divertido, sensible, satírico, en una palabra, interesante».
Nacido en Mónaco, el 24 de agosto de 1916, el origen de su rebeldía se remonta a su estancia en el colegio de Saint-Charles, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en la localidad italiana de Bordighera. Señala Sergio Laguna, el biógrafo español del gran Ferré, que «las pequeñas injusticias gratuitas, los sórdidos y lamentables sentimientos de egoísmo que le rodearon» le impulsaron a desarrollar el «juicio crítico y a conocer la trama de los escondidos intereses que gobiernan la sociedad». El mismo Ferré titula En prisión el capítulo dedicado a su internado de Benoît Misère y apunta en él:
«… sotanas negras de mi duelo de ocho años, que tenían debajo de los faldones de hombre un sexo de hombre, y una verdadera enfermedad de la soledad. Gigantescos bolsillos agujereaban la virtud de estos miserables, en los que sus manos removían, pienso hoy día, toda una ciénaga de húmedos deseos».
Estudiante de leyes, Ciencias Políticas y Filosofía en el París de 1935, lo que verdaderamente le interesa a la sazón es la poesía y la música. Aunque acaba las tres carreras que empieza obedeciendo a los deseos de su familia, nunca llegará a ejercer ninguna de ellas. Émulo de Thoreau, inicia una experiencia rural en una granja abandonada de Provenza. Pero a Madelaine, su mujer de entonces le aburre el campo y el poeta ha de regresar a la ciudad. Tras una experiencia como locutor en Radio Montecarlo, Leo Ferré llega a París en 1946. Sus canciones de entonces son Le scaphandrier, Les temps de roses rouges, L’inconnu de Londres, y las interpreta en Le boeuf sur le toit, un cabaret frecuentado por Jean Cocteau, René Clair, y la crema de la intelectualidad. El éxito no se hace esperar. Durante las cinco décadas siguientes compondrá casi 600 piezas, pero jamás llegará a entrar en los cauces al uso por los cantantes convencionales. Lo suyo «es la locura lúcida», escribe Laguna.
Prologuista de Poemas Saturninos en una de las ediciones más logradas del texto de Verlaine, la bibliografía de Ferré incluye ensayos, críticas y monólogos. Tal vez estos últimos, que el artista recitaba en el escenario con violencia, sean lo más representativo de su personalidad. Anarquista confeso, sus recitales fueron auténticos mítines libertarios: «Hablo, ladro como un perro. Soy un perro», repetía en Le chien.
Autor de óperas como La canción del mal amado, fruto de su admiración por Apollinaire y L’ópera du pauvre, de entre su bibliografía, integrada por 10 títulos, cabe destacar los poemas reunidos en Paroles et musiques de tout une vie, Alma Matrix, Le methode, o una última novela, Marie Jeanne. Inmerso en distintos proyectos, como era su costumbre, Léo Ferré murió en 1993.
I
Louis-Ferdinand Céline
L as notas biográficas al uso no valen. Se hace muy difícil hablar de Louis-Ferdinand Céline sin dejarse llevar por la indignación que provocan en cualquier persona de buena voluntad sus filias políticas. Siendo como es el escritor nazi por excelencia, lo más fácil es endilgarle el prurito de «