Esta no es ni una biografía ni una semblanza acerca de un gran escritor o un maestro del cuento hispanoamericano. El libro que Ezequiel Martínez Estrada dedicó a Quiroga, se parece más bien a los bocetos o apuntes de los pintores, a los aguafuertes de un expresionista. Le interesaba, ante todo, el enigma vital de un hombre, no tanto el de autor famoso que, sin embargo, redujo su vida, como lo hizo en sus cuentos, a lo esencial: se descivilizó para lograr una sustancia y ésta lo consiguió al final solitario y desesperado ante la naturaleza y sí mismo. Buena parte del ensayo se funda en la correspondencia que a Martínez Estrada enviara Quiroga entre 1934 y 1937 hasta once días antes de su suicidio. Esta edición reúne en un solo libro los apuntes de quien se coloca no ante un venerable artista sino ante un hermano y los textos completos de las cartas a las que se alude, resultando ambos dos trabajos de suprema intensidad.
Ezequiel Martínez Estrada
El hermano Quiroga. Cartas de Quiroga a Martínez Estrada
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Un_Tal_Lucas 17.05.16
Ezequiel Martínez Estrada, 1968
Diseño de cubierta: Un_Tal_Lucas
Ilustración de cubierta: ©JUMO
Editor digital: Un_Tal_Lucas
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EZEQUIEL MARTÍNEZ ESTRADA (San José de la Esquina, 1895 - Bahía Blanca, 1964). Escritor argentino, una de las figuras más sobresalientes del género ensayístico en América Latina; el conjunto de su obra lo sitúa en una de las cimas del pensamiento argentino contemporáneo. Sus agudas reflexiones sobre la realidad nacional, formuladas en su mayoría a partir de los años treinta, constituyen una fuente inagotable de debate y discusión, al tiempo que de irradiación de ideas y propuestas para comprender el país y su compleja realidad. Nació en el seno de una familia humilde y fue un verdadero autodidacto; trabajó como empleado en Correos y dio clases de literatura en el Colegio Nacional de la Universidad de La Plata. Se inició en el campo literario como poeta, con la publicación de Oro y piedra (1918), Nefelibal (1922), Motivos del cielo (1924), Argentina (1927) y Humoresca (1929), de clara influencia modernista. L. Lugones lo saludó desde las páginas de La Nación con el poema Laureado en Gay saber. En la década siguiente abordó el ensayo con Radiografía de la pampa (1933) y luego inició un silencio literario que se prolongó hasta 1940, cuando publicó La cabeza de Goliath. En 1945 abandonó los cargos públicos por su rotunda oposición al gobierno de Juan D. Perón. Luego de una enfermedad que lo mantuvo postrado entre 1950 y 1955 retomó la escritura con Coplas del ciego (1959), un conjunto de aforismos; ese año viajó a México, donde se dedicó a la enseñanza, y en 1960 marchó a Cuba. Allí permaneció un año trabajando en una monumental obra sobre J. Martí. Otras obras narrativas de este autor son Tres cuentos sin amor y Sábado de gloria (ambas de 1956), Examen sin conciencia (1956), La tos y otros entretenimientos (1957). Entre sus ensayos figuran Sarmiento (1946), Invariantes históricos en el Facundo (1947), Muerte y transfiguración de Martín Fierro (1948), ¿Qué es esto? y Cuadrante del pampero (los dos de 1956), Las 40 y Exhortaciones (1957).
En el afecto que sigue existiendo por los magistrales cuentos de Horacio Quiroga (1878-1937) —ver el vol. 88 de Biblioteca Ayacucho— acaso prive más, todavía, la intensidad humana de sus relatos, su sorprendente armazón, que el sino espectacularmente trágico de la vida del autor: de joven mató accidentalmente a un amigo, su padrastro se suicidó, la primera esposa de Quiroga se quitó la vida, él mismo puso fin a sus días con cianuro. Por contraste, a sus estudiosos ha interesado más que el escritor fuera hacia los años veinte el primer cuentista hispanoamericano, tal vez uno de los mayores de la lengua española de siempre, y que el exitoso narrador, contra quien reaccionaron burlonamente los jóvenes, entre ellos Borges, se instalara en la «selva», en medio de los fascinantes ríos de la cuenca del Plata y llevara una vida áspera, rústica y salvaje: lucha contra la naturaleza, agricultura para subsistir, amor a los animales, imaginarios negocios rurales fracasados, sus embarcaciones, casas, alfarería y hasta sus ropas, hechas a mano. Si cuando escribe sus impresionantes cuentos todo lo reducía a lo esencial, en sus últimos años de estancia selvática, la vida misma se le fue reduciendo también a pura sustancia: dispersión de la familia, frustración del segundo matrimonio, progresiva soledad del hombre desamparado ante sí mismo.
En esas circunstancias su nexo con el mundo urbano y civilizado, con libros y papeles, se estrechó igualmente a contados amigos. De los años finales del cuentista fue testigo excepcional el escritor argentino Ezequiel Martínez Estrada (1895-1964) —ver el vol. 156 de Biblioteca Ayacucho—, un exitoso poeta que abandonó las musas triunfantes para dedicarse a una controvertida indagación de la realidad social e imaginaria de su país y Latinoamérica. Veintiséis años menor que el cuentista uruguayo, sin haber sido propiamente su «discípulo», halló pronto un entronque de sangre y de filosofía de la vida del que resultó el libro El hermano Quiroga. La obra se publicó por primera vez en 1957. No es una biografía, una semblanza o un perfil. Se parece más bien a los esbozos que hacen los pintores, o incluso a los aguafuertes apurados de los expresionistas: apenas apunta, medio dibuja y traza rápidamente la singularidad vital del desgarrado narrador de la selva a quien considera una especie de Tarzán al revés: se «desciviliza» para hacerse esencial. De ahí la energía inmediata de su conocimiento de Quiroga: lo que pensaba ciertamente —ideas políticas, literarias, etc.— pero, lo importante, cómo vivía una vida sustancial alguien comparable a Gandhi y a Tolstoi.
Buena parte de las observaciones de Martínez Estrada se fundan en fragmentos de las cartas que Quiroga le escribiera desde la «selva». El escritor argentino las conservó y donó al Instituto Nacional de Investigaciones y Archivos Literarios de Montevideo, que las publicó en 1959, con prólogo y notas de Arturo Sergio Visca, junto con otras cartas inéditas del uruguayo. Se trata de cuarenta vigorosos textos, considerados por muchos como la última y desgarradora obra de Quiroga, fechados entre el 19 de agosto de 1934 —cuando acababa de ser editada la Radiografía de la Pampa— y el 7 de febrero de 1937, once días antes del suicidio con cianuro. Desahogos de solitario, exigencia de afectos, problemas de entendimiento con la segunda esposa, dificultades económicas, utópicos y pormenorizados proyectos de negocios imaginarios, la ilusión de que Martínez Estrada sea su vecino en la selva y de día trabajen el campo o la artesanía para dedicar las noches a la conversación y la música, el progresivo desarrollo de un cáncer en la próstata y las no menos curiosas convicciones médicas con las que el selvático tranquiliza su fatalidad. En 1968 El hermano Quiroga y las Cartas de Quiroga a Martínez Estrada se juntaron por primera vez. Ahora vuelven a reunirse estos peculiares trabajos de rara autenticidad humana.