• Quejarse

Paul Theroux - La sombra de Naipaul

Aquí puedes leer online Paul Theroux - La sombra de Naipaul texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1999, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Paul Theroux La sombra de Naipaul
  • Libro:
    La sombra de Naipaul
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1999
  • Índice:
    4 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 80
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

La sombra de Naipaul: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "La sombra de Naipaul" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

La sombra de Naipaul es el demoledor relato del principio, desarrollo y final de la amistad entre el autor y el premio Nobel de Literatura sir Vidia S. Naipaul.

Theroux y Naipaul se conocieron en Uganda en 1966, cuando el primero tenía veintitrés años y era profesor en la Universidad de Makerere, y Naipaul ya era un escritor importante, autor de Una casa para Mr. Biswas.

Tras el tiempo compartido en África, la relación entre ambos autores —en la que Theroux era el joven aprendiz y Naipaul el maestro— se convirtió en una profunda amistad que perduraría a lo largo de los siguientes treinta años y a lo ancho de los cinco continentes.

Alimentado por una continua correspondencia, visitas y llamadas telefónicas, el vínculo de lealtad entre estos dos escritores finalizó abruptamente en 1996, cuando Theroux descubrió que sus libros —firmados y dedicados por él a su amigo y mentor— estaban a la venta en una librería de viejo. Como única respuesta, Naipaul quemó todos los puentes, y Theroux decidió escribir este libro…

Pero La sombra de Naipaul va más allá de la traición y la venganza. Theroux escribe por la herida y, desde el dolor, consigue poner de manifiesto el complejo mecanismo que existe en toda amistad, además del muestrario de mezquindad, cobardía y oscuras envidias que carga, como un fardo, todo ser humano.

Paul Theroux: otros libros del autor


¿Quién escribió La sombra de Naipaul? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

La sombra de Naipaul — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" La sombra de Naipaul " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
1

Famoso en Kampala


Es una suerte que el tiempo sea una luz, pues hay demasiadas sombras farfullantes en la vida, y el futuro no es más que silencio y oscuridad. Pero el tiempo pasa, y su antorcha ilumina, descubre conexiones entre las cosas, da sentido a la confusión y revela la verdad. Apenas tienes conciencia de lo extraña que es la vida hasta que has vivido un poco. Es entonces cuando lo captas. Has envejecido y miras atrás. Llega un momento en que lo entiendes y piensas: «Lo veo todo claramente. Lo recuerdo todo».

En ocasiones el camino a la revelación es corto. Apenas unos días después de conocerlo, Julian se percató de que lo que había tomado por una sonrisa en el rostro de U. V. Pradesh formaba parte en realidad de una expresión de sufrimiento exquisito, casi propio de un mártir. Su nombre completo, Urvash Vishnu Pradesh, era el más salivoso que Julian había oído, pues obligaba a quien lo pronunciaba a chuparse el interior de las mejillas y remojar la lengua en sus espumosas sílabas.

El hecho de que mucha gente en Kampala jamás hubiese oído hablar de U. V. Pradesh lo enaltecía a ojos de Julian. Algunos lo calificaban de brillante y difícil. Era más bajo y frenético que cualquiera de los indios del lugar, que, aunque podían llegar a ser mordaces, siempre actuaban con disimulo. El rostro de U. V. Pradesh, que se crispaba en un gesto de desaprobación, relucía a causa del calor de Uganda.

Debajo del sombrero tenía el cabello pegado al cráneo y brillante. Los indios ugandeses no llevaban sombrero, seguramente porque algunos africanos ugandeses sí lo hacían.

U. V. Pradesh rara vez sonreía; sufría un montón, o al menos eso afirmaba. La vida era un suplicio, escribir lo atormentaba enormemente y, aseguraba, aborrecía África. Estaba asustado. Mucho tiempo después, le explicó a Julian que lo intimidaba la «gente de la selva». Tenía miedo de que lo «devorase la selva, miedo de la gente de la selva». U. V. Pradesh, recién llegado a Uganda, contemplaba el lugar con expresión de asco. A raíz de unos comentarios suyos sobre la pasión africana y su propio comedimiento, Julian creía percibir en él un fuego amortecido.

De hecho, U. V. Pradesh tenía motivos para sentirse asustado. El kabaka de Buganda, sir Edward Frederick Mutesa, conocido por los ugandeses como rey Freddy, corría el peligro de que lo derrocaran y asesinaran los soldados de las tribus norteñas. Los alborotos llegaron después, y éstos se vieron eclipsados a su vez por calamidades incluso más tristes y violentas de lo que U. V. Pradesh había pronosticado.

—Escúchame, Julian.

Julian, que no hacía otra cosa que escuchar, deseaba que U. V. Pradesh lo llamase Jules, como hacían sus parientes y amigos.

—Julian, todo esto volverá a ser selva —aseguraba U. V. Pradesh, a veces en tono de reprimenda y otras como si lanzara una maldición. La mueca de sufrimiento aparecía de nuevo, mientras caminaba bajo los oblicuos rayos del sol de Kampala, con su sombra aferrada a él como un cepo—. Todo volverá a ser selva.

Cuando estaba seguro de lo que decía o le gustaba el sonido de sus palabras, repetía la frase como una muletilla. Puesto que siempre estaba seguro, sus repeticiones, una especie de salmodia que añadía eco a su discurso, eran frecuentes, aunque todavía se apreciaba en la entonación el levísimo sonsonete de las Antillas, lugar donde había nacido y escenario de muchas de sus novelas.

Al principio Julian no sabía nada de esto, ni siquiera a qué correspondían las iniciales U. V., y tardó mucho en comprenderlo. Demasiado joven para mirar atrás, no conocía otra cosa que el terror a tener que avanzar con la vista al frente, fija en la amenazadora oscuridad, inseguro y espantado por no ver ante sí más que incertidumbre, opciones terribles o inexistentes, el riesgo y la duda.

Cuando Julian era joven y estudiaba con ojos entornados el enorme e ilegible mapa de su vida, ni siquiera la deslumbrante luz de África le era de mucha ayuda. Aun así, estaba esperanzado. Se consideraba en posesión de todo cuanto deseaba, en especial de baraka (buena fortuna o bendiciones, en suajili). Aunque ejercía de profesor, dedicaba casi todo su tiempo a escribir. No le importaba que en Estados Unidos nadie lo conociese. Era famoso en Kampala.

«Da gracias por lo que tienes, Jules —le había dicho su padre antes de que se marchara de casa—. Nadie te debe nada».

Se trataba de un consejo sensato para alguien dispuesto a partir hacia un país africano. Julian se sentía afortunado cada vez que le salían bien las cosas, sobre todo un año después de llegar a Uganda (el tercero que pasaba en África). Tenía un buen trabajo, un coche fiable y una casa bien protegida del sol. Uganda era el sitio más verde que hubiese visto jamás. Estaba enamorado de una chica africana. Ella contaba diecinueve años y él veinticuatro. Estaba trabajando en una novela. Su vida, por fin, había comenzado.

La chica africana, Yomo Adebajo, esbelta y de la misma estatura que Julian (alrededor de metro ochenta), procedía de una tribu de gente alta y majestuosa de la región occidental de Nigeria. Julian, que había estado allí de viaje el año anterior, la invitó a África oriental, y así, sin más, ella cruzó el continente para encontrarse con él. En Uganda, hervidero de chismorreos y escándalos protagonizados por los expatriados, se criticó mucho su relación; el hecho de que vivieran juntos sin estar casados, las distancias que guardaban con otros residentes en Kampala y la forma de vestir de ella. Los africanos occidentales, poco comunes en Uganda, resultaban mucho más exóticos que los blancos o los indios. Las ugandesas llevaban faldas y vestidos (que designaban con la palabra inglesa frock en vez de la más habitual dress) y túnicas con mucha caída y mangas de jamón con volantes, términos anticuados para una indumentaria pasada de moda y diseñada por misioneros de principios del siglo XX en nombre del recato. Yomo llamaba la atención como una princesa de cuento con sus vestidos amarillos y morados, su tieso turbante de brocado y su faja, tejida con hilo de oro.

La joven tenía los ojos negros, soñolientos, y un rostro cincelado como el de las fascinantes figuras de bronce que pueden verse en su región de Nigeria. En la pobre y provinciana Uganda, creían que era etíope o egipcia («nilótica», decía la gente, tomándola por una visitante del Alto Nilo, alguien que, a juzgar por su aspecto, podría haber llegado sentada en una alfombra voladora).

Los ugandeses se comían a Yomo con los ojos (como eran más pequeños, tenían que alzar la vista), como si hubiese venido de un país dominado por la raza superior de negros que moraban al otro lado de las montañas de la Luna.

Yomo se burlaba de ellos y comentaba: «Qué primitiva es la gente aquí en Uganda».

Ella era incluso más sensual de lo que parecía. Cuando hacía el amor con Julian, cosa que sucedía a menudo, siempre a la luz de las velas, aullaba con avidez en el éxtasis como un adicto al recibir una dosis, mientras ponía los ojos en blanco, igual que un zombi ciego capaz de verlo todo. Sus gemidos y las sacudidas de su cuerpo hacían danzar las llamas de las velas. Después, relajada y adormecida, aturdida por el sexo, se tendía sobre Julian como una serpiente y le suplicaba que le diera un niño.

—¡Jules, dame un niño!

—¿Por qué?

—Porque eres listo.

—¿Quién lo dice?

—Todo el mundo.

Era muy conocido en Bundibugyo; la gente lo saludaba en Gulu y en West Nile; gozaba de fama considerable en Kampala. Esto se debía en parte a que escribía artículos imprudentemente parciales en la revista local Transition. Defendía a los indios, ridiculizaba a los políticos e insultaba a los cultivadores de té y a los magnates azucareros. Un plantador mandó una carta a la redacción con la promesa de que golpearía a ese tal Julian Lavalle si se topaba con él en la calle.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «La sombra de Naipaul»

Mira libros similares a La sombra de Naipaul. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «La sombra de Naipaul»

Discusión, reseñas del libro La sombra de Naipaul y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.