V. S. NAIPAUL
Cartas entre un padre y un hijo
Los años de Oxford
Traducción de
Flora Casas
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Introducción
Prologar esta correspondencia, tan conmovedora como extraordinaria, es tarea delicada. En estas cartas entre padre e hijo (el hombre mayor rendido por las preocupaciones de una familia numerosa y la angustia de las ambiciones insatisfechas, mientras que el joven se halla en el umbral de una extensa y brillante carrera literaria) se encuentra parte de la materia prima de una de las novelas de mayor calidad y más imperecederas del siglo XX : Una casa para el señor Biswas , de V.S. Naipaul. No obstante, las cartas también ensalzan los logros de Seepersad Naipaul como escritor, no solamente en la génesis y la evolución de su única novela publicada, The Adventures of Gurudeva , sino en algo quizá más destacable, como es revelar la dedicación del verdadero artista. Para Seepersad Naipaul (Papá), la vida de la mente —la vida del escritor— lo es todo: dejar constancia de la forma de ser de hombres y mujeres con una mirada perspicaz, cómica y amable, y hacerlo desde su propia originalidad significaba vivir noblemente. En Vidia, su hijo mayor, encontró un milagroso eco de esta convicción, milagroso porque no tenemos la sensación de que el hijo siga los pasos del padre ni de que el padre lo inste a ello. Más bien tenemos la sensación de que iban a la par, sin que a ninguno de los dos les preocuparan las consecuencias de la generación que los separaba, con un Vidia que solo tenía diecisiete años cuando empezaron a escribirse estas cartas. La diferencia de edad y el hecho de que Seepersad muriera relativamente joven ha permitido a Vidia reconocer su deuda para con su padre y aprovechar la oportunidad para presentarlo de múltiples formas en su obra. El lector reconocerá en esta correspondencia el pago sutil, involuntario, de la deuda de un padre con su hijo. La profunda preocupación del padre por Vidia es un tributo generoso y constante a la inteligencia y el espíritu receptivo y sensible del joven.
El núcleo de la correspondencia cubre poco más de tres años, marcados a grandes rasgos por la primera salida de Vidia de Trinidad, en 1950, para estudiar con una beca del gobierno trinitense en el University College, en Oxford, por la prematura muerte de Seepersad, en 1953, y posteriormente, por el final de los estudios de Vidia en la universidad. A modo de epílogo, el libro concluye con una selección de cartas que reflejan su avance por el mundo durante los tres años siguientes, que culminaron con la aceptación de sus primeros trabajos de ficción por un editor británico.
Fueron años decisivos. Las becas del gobierno eran escasas y no se prodigaban. Al representar un medio para escapar de las limitaciones de una sociedad isleña atrasada y estrecha, eran muy codiciadas y había una competencia encarnizada para obtenerlas. «Al recordarlo, me doy cuenta de la gigantesca tarea que realicé», escribía Vidia en diciembre de 1950, tras el primer trimestre en Oxford. No menos gigantesco debió de resultarle el viaje desde la educación en el seno del clan familiar de Trinidad hasta la Inglaterra (la madre patria) de la posguerra y un Oxford, sede de la fábrica Morris, que reclutaba a sus universitarios fundamentalmente en los colegios privados.
En Finding the Centre (1984) —los lectores del presente libro observarán la frecuencia con que Seepersad exhorta a su hijo a «mantener el centro»—, en el ensayo titulado «Prólogo de una autobiografía», Vidia escribe sobre su padre y las circunstancias de la familia:
Fue periodista durante gran parte de su vida laboral. Era un trabajo insólito para un indio trinitense de su generación. Mi padre nació en 1906. En aquella época los indios de Trinidad formaban una comunidad aparte, fundamentalmente rural e hindihablante, vinculados a las plantaciones de azúcar del centro y el sur de Trinidad. Muchos indios de la generación de 1906 habían nacido en la India y habían ido a Trinidad como trabajadores agrícolas contratados para cinco años.
En 1929 mi padre empezó a colaborar en el Trinidad Guardian con artículos sobre asuntos indios. En 1932, cuando nací yo, era corresponsal de plantilla del Guardian en la pequeña ciudad de mercado de Chaguanas. Chaguanas estaba en el centro mismo de la zona azucarera e india de Trinidad. Allí se había establecido la familia de mi madre. Para ellos el trabajo asalariado era cosa del pasado; eran grandes terratenientes.
Unos dos años después de que yo naciera, mi padre dejó el Guardian. Pasó varios años haciendo trabajillos aquí y allá, unas veces vinculado a la familia de mi madre, otras de nuevo bajo la protección de un tío de mi madre, hombre rico, fundador y copropietario de la mayor empresa de autobuses de la isla. Mi padre, pobre y con parientes cercanos que aún eran trabajadores agrícolas, pasó toda su vida entre la dependencia y la estima, nunca definitivas, de esas dos poderosas familias.
En 1938 volvieron a contratarlo en el Guardian , en esta ocasión como periodista de sucesos urbanos. Y después nos mudamos a Puerto España —mi padre, mi madre y sus cinco hijos, nuestro pequeño núcleo dentro del clan familiar de mi madre—, a la casa que era propiedad de la madre de mi madre. Fue entonces cuando empecé a conocer a mi padre.
En 1945 nació el sexto hijo, Shiva, único hermano varón de Vidia, y en 1952, estando en Oxford, Vidia recibió la noticia, por una carta de su hermana Kamla, que se reproduce en el presente libro, del inminente nacimiento de un séptimo vástago, Nalini, la quinta niña de la familia. También la madre de Vidia, Droapatie Capildeo (Mamá) era la séptima hija, y en su caso, la séptima de nueve hermanas. La vasta tribu de los Capildeo —y sobre todo los dos hermanos menores de la madre, Simbhoo (Capo S.) y Rudranath (Capo R.)— desempeña un intenso papel secundario, en muchas ocasiones doloroso, en el contenido de las cartas por correo aéreo que viajaron de Puerto España a Oxford. Pero el protagonismo corresponde enteramente a la familia más inmediata; en un sentido personal, las preocupaciones del padre por la vida del escritor; en un sentido familiar, el profundo sentir del padre por el bienestar de sus dos hijos mayores ausentes: Kamla (en Benarés) y Vidia, en Oxford, y por el progreso y el desarrollo de las hijas de la madre y de él, Sati, Mira y Savi, cada una de ellas en distintas etapas de la adolescencia.
Kamla ocupa una posición especial en este libro. Dos años mayor que Vidia, fue la primera en marcharse de casa para estudiar en la Universidad Hindú de Benarés, donde no siempre le fueron bien las cosas, y volvió con la familia, abatida por el ataque al corazón de su padre, en 1953. Hermano y hermana estaban especialmente unidos. En las cartas que se intercambiaron, bien representadas en este libro, cada uno reprende invariablemente al otro por no haber escrito antes, y el padre los reprende a ambos de la misma manera. Mientras que se ha observado la serenidad de la relación entre y Vidia y su padre, visible al menos en su correspondencia, existe una esclarecedora falta de reserva entre Vidia y su hermana.
Ciñéndonos a las cartas de Vidia, este no es un libro de «Oxford». Si bien se revela la vida universitaria, y la parte que le corresponde a Vidia, Oxford tiene poca importancia para él. Trabaja mucho, tiene mala salud, está angustiado y deprimido y no tiene dinero; hace amigos y experimenta la felicidad y una creciente confianza en sí mismo, si bien con incertidumbre. Hay dos cosas realmente importantes para él: la familia, sobre todo su padre y Kamla, pero también su madre (con todos sus parientes de los Capildeo), sus hermanas y Shiva, en pleno crecimiento. Y, por supuesto, la envolvente decisión de ser un buen escritor…